La mayoría de las personas tienen una combinación de estas cualidades, que predicen cierto tipo de comportamiento
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Si 1 es “Totalmente en desacuerdo”; 2 ″En desacuerdo”; 3 “Neutro”; 4 “De acuerdo”; 5 “Totalmente de acuerdo”... ¿Qué número le asignarías a las siguientes afirmaciones?:
- Disfruto mucho de grandes fiestas y reuniones sociales.
- A menudo me siento triste.
- Me encanta ayudar a los demás.
- Prefiero la variedad a la rutina
- No me interesan las ideas abstractas.
Ese es el tipo de enunciados que encontrarías si estuvieras haciendo el test de los cinco grandes factores de la personalidad, una popular herramienta que se usa para averiguar cómo sos.
Durante siglos, filósofos se preguntaron qué hace que cada persona sea única. Si los objetos tenían tres dimensiones básicas -largo, ancho y alto-, cuáles serían las que enmarcaban la personalidad.
En las últimas décadas, los psicólogos han convergido en cinco que se pueden usar para caracterizar a todos los individuos:
- Apertura
- Escrupulosidad
- Extraversión
- Amabilidad
- Neuroticismo
Algunos psicólogos usan nombres ligeramente diferentes, y es importante tener en cuenta que ninguna personalidad puede describirse exclusivamente por ningún tipo: la mayoría de las personas tienen una combinación.
¿Cómo se llegó a esto?
Con todo el respeto que este modelo se merece, cabe preguntarse cómo se llegó a destilar lo que somos en esos cinco rasgos. Y resulta que el camino que llevó a eso fue curioso. Y laborioso.
En 1884, al polímata victoriano Francis Galton se le ocurrió un enfoque novedoso de investigación y desarrollo de una taxonomía integral de los rasgos de personalidad mediante un análisis del idioma inglés llamado hipótesis léxica.
Planteaba que las características fundamentales de la personalidad humana, con el tiempo, se habían codificado en el lenguaje: es decir, ya estaban identificadas, hasta mencionadas, solo había que encontrarlas.
Eso fue lo que se pusieron a hacer en 1936 los psicólogos estadounidenses Gordon Allport y Henry Odbert: recopilaron más de 4500 adjetivos de la edición de 1925 del Nuevo Diccionario Internacional de Webster que creían que describían rasgos observables y relativamente estables.
Una década después, en la Universidad de Harvard, el psicólogo británico-estadounidense Raymond Cattell redujo la lista a 171 términos eliminando sinónimos. Pero aún eran demasiados, así que le pidió a 100 de sus “conocidos bien informados” que calificaran cuán característicos eran esos rasgos al describir su personalidad y, al final, se quedó con 16.
Varios otros estudiosos contribuyeron, pero fue Lewis Goldberg quien en 1990 redujo los 16 de Cattell a cinco factores primarios.
Los reconocidos investigadores de la personalidad Paul Costa y Robert McCrae confirmaron la validez de su modelo, que fue denominado los “Cinco Grandes” (Big Five) y lanzó miles de exploraciones de personalidad dentro de su marco, a través de múltiples continentes y culturas y con una amplia variedad de poblaciones.
¿Solo palabras?
Por supuesto, no bastaba con seleccionar adjetivos en inglés: análisis factoriales de numerosos conjuntos de datos compuestos por términos de características descriptivas de varios otros idiomas respaldaron la validez del modelo en poblaciones urbanizadas alfabetizadas.
Pero no son solo palabras. Numerosas investigaciones han demostrado que la mayoría de las diferencias individuales descritas en la literatura sobre personalidad pueden representarse en términos de puntajes en esas dimensiones básicas.
Es más, estudios con gemelos o personas adoptadas revelaron que un componente genético de los rasgos de los “Cinco Grandes” es del 40-60% (Jang et al. 1996 y 1998).
E investigaciones de larga duración mostraron que los patrones de pensamiento, sentimiento y comportamiento detectados con las pruebas son relativamente duraderos a lo largo de la vida de un individuo. (Soto & John 2012).
Aunque tiene sus detractores, y hay debates sobre cuántos factores deben tomarse en cuenta, se considera el constructo de personalidad más investigado, aceptado y utilizado del mundo hasta la fecha.
¿Qué dicen?
Tras calificar una serie de enunciados como los que viste al principio, los investigadores pueden ver si tenés un puntaje alto, bajo o intermedio en cada una de esas cualidades.
Los expertos aseguran que estudios en la vida real han mostrado que esos puntajes efectivamente predicen cierto tipo de comportamiento.
Los cinco factores no son necesariamente rasgos en sí mismos, sino factores en los que encajan muchos rasgos y características relacionados. Por ejemplo, el rango del factor amabilidad abarca desde características como generosidad, amabilidad y calidez hasta la agresividad y temperamento fuerte.
Apertura se refiere a la disposición de las personas para probar cosas nuevas, su capacidad para ser vulnerables y el vuelo de su imaginación. Así, si tu puntaje es alto en este factor, probablemente sos alguien a quien le encanta aprender, disfruta de las artes, se dedica a una carrera o pasatiempo creativo y te gusta conocer gente nueva. Si es bajo, preferís la rutina a la variedad, te apegás a lo conocido y preferís el arte menos abstracto. Una persona que tiene poca apertura a la experiencia probablemente prefiera la rutina a la variedad, se apegue a lo que sabe y prefiera artes y entretenimiento menos abstractos.
La escrupulosidad es un rasgo que puede describirse como la tendencia a controlar los impulsos y actuar de manera socialmente aceptable. Personas con un alto nivel tienden a ser buenos alumnos y a tener éxito en sus carreras, se destacan en posiciones de liderazgo y persiguen obstinadamente sus objetivos.
El factor de la extraversión tiene dos extremos familiares de su espectro: extroversión e introversión, el “alma de la fiesta” y el reflexivo de pocas palabras.
El neuroticismo habla de confianza y de sentirse cómodo con uno mismo, y abarca la estabilidad emocional y el temperamento general.
En teoría, estos factores son un continuo con miles de permutaciones de puntajes que conforman personalidades únicas.
¿Qué dice de vos?
El método de los Cinco Grandes se utiliza en una amplia variedad de estudios sociopsicológicos. Pero aunque nunca tengas la ocasión de participar en ellos, es probable que te topes con esos tests en los lugares de trabajo, pues son un herramienta muy popular.
Se usan desde para anticipar la efectividad en el trabajo y conformar equipos hasta para la selección de candidatos para cargos. Sus entusiastas aseguran que una de sus ventajas es que reduce la posibilidad de sesgos.
Además, señalan, ayudan tanto a la organización como al posible empleado a determinar si el trabajo es el apropiado.
Alguien con una puntuación baja en neuroticismo es ideal para un lugar en el que los niveles de estrés son altos; en una empresa que tiene una cultura amistosa, posiblemente encajará bien quien obtiene una puntuación alta en amabilidad. Pero esa misma persona quizás se sentirá apabullada en un ambiente más competitivo.
Así que, aunque no suenen tan dramáticos como los cuatro tipos de temperamento de Hipócrates -sanguíneo, flemático, colérico y melancólico-, o tan poéticos como los de Platón, -artístico, sensible, intuitivo y razonador-, los Cinco Grandes son, por ahora, los puntos cardinales de quienes quieren trazar el mapa de tu personalidad.
Por Dalia Ventura, BBC News Mundo.
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