Colorantes en polvo, un molde para torta, cortantes con formas de corazón y estrella, 250 gramos de almendras, medio kilo de nuez pelada mariposa, chips de chocolate y azúcar impalpable. La lista que tiene una de las señoras que visita Doña Clara, el clásico bazar de repostería en calle Corrientes parece interminable, pero Ronald la escucha muy atentamente detrás del mostrador."¿Tiene estrellitas doradas comestibles?", le consulta Sofía, otra clienta y él amablemente le responde: "En Doña Clara no se pregunta, se pide".
En la otra punta del local se encuentra Herbert, con un traje gris topo y camisa, supervisando la entrada y salida de proveedores. Llegan cajas con esencias, confites plateados y botones de chocolate. Ronald y Herbert Amui son hermanos, tienen 86 y 89 años respectivamente, y hace más de 60 que están al frente de este bazar, pionero en el rubro, que se convirtió en un templo para los amantes de la repostería.
El día comienza bien temprano para los Amui. La alarma suena antes de las seis de la mañana y más tardar seis y media ya están en el local. Quizás esta sea la fórmula para que ambos estén impecables, nadie les da la edad que tienen, y la mayoría de los clientes dicen que: "ellos se mantienen en formol". Ronald sonríe y acomoda las especias. "Acá se puede pedir de lo que quieras y se fracciona en el momento según la necesidad de cada uno. También están las bolsitas armadas, pero te soy sincero a la gente le encanta elegir un poquito de cada producto y que se los armemos a la vista. En Doña Clara hay surtido para todos los gustos y lo que nos distingue es la variedad", explica. Los números hablan por si solos, tienen más de diez mil productos, por eso muchos lo llaman "el Disney de la repostería".
Gracias a Doña Petrona
Ronald, Herbert y Héctor, su hermano mayor, aprendieron los gajes del oficio junto a su padre, quien era dueño del bazar Flecha de Oro. Desde muy temprana edad iban al negocio familiar y se criaron entre productos de regalería y cristalería. Con la llegada del programa televisivo Buenas tardes mucho gusto, que tenía como panelista a Doña Petrona C. de Gandulfo, creció el interés por las recetas hechas en casa. "Esta receta es repetida debido a muchísimos pedidos. ¿Ana María, por favor, me pasa los ingredientes... ¿Juanita me levanta la manga?", decía Doña Petrona mientras preparaba merengues, facturas, roscas o pasta frolas; y a las horas los televidentes iban corriendo al bazar para solicitar torteras, bandejas descartables o mangas. "Nosotros no vendíamos ese tipo de productos, de hecho éramos un bazar de regalería, a lo sumo teníamos cacerolas y sartenes, pero el nivel de demanda de utensilios y alimentos de repostería era increíble. Nos pedían bizcochuelos, pasta frola, azúcar impalpable, bandejas para tortas. Nosotros nos reíamos, hasta que vimos que era una posibilidad de expandirnos", recuerda Ronald. Su padre era dueño de ocho locales en una galería y les alquiló uno en Av. Corrientes 2537 para comenzar con este nuevo emprendimiento.
El local era un bazar de repostería con todas las letras, tenían moldes para tortas, cortantes para galletitas, colorantes, dulce de leche, mangas descartables y boquillas de todos los tamaños. Además, en el entrepiso armaron una pequeña academia con clases de cocina. "El gran crecimiento se dio por el boca en boca, las chicas venían a las clases, aprendían las técnicas y después se llevaban los mismos ingredientes que habían utilizado para practicarlo en sus hogares", agrega Herbert. A los tres años el local de Corrientes quedó pequeño y se mudaron a la calle Pasteur 490. Allí estuvieron casi ocho años, hasta que en 1982 decidieron apostar por completo a la repostería: vendieron todos los productos del bazar Flecha de Oro y trasladaron Doña Clara a Corrientes 2561, donde estaba ubicado originalmente el bazar de su padre.
¿Por qué el nombre Doña Clara? "El nombre Doña Clara es conocido por los moldes de acero para las tortas. Y nosotros somos muy amigos de uno de los dueños de esa empresa familiar. Creíamos que no había nombre que represente más a la repostería y le preguntamos si podíamos utilizarlo para el bazar", admite Ronald. Jamás se imaginaron el éxito del local. Es que desde que abren las puertas a las 8.30 de la mañana hasta las 19:00 hs la entrada de clientes es constante. Para los hermanos Amui la clave de Doña Clara está en "el surtido". "La gente dice andá a Doña Clara y no andes dando vueltas porque en Doña Clara está. Y vienen con gusto porque pueden encontrar todo lo que necesitan en un solo lugar. Aquí no se aceptan los "no", tratamos de tener de todos los productos de repostería", resumen.
Venden al por mayor y por menor y según explican de cada producto tienen lo mejor dentro del rubro. Dentro de la variedad que ofrecen, hay más 500 picos para decorar tortas, cortantes para galletitas con formas (los que más salen son los de animales, corazones, flores y hadas), baño de repostería, colorantes, confites y mangas descartables de tela. El producto estrella es el chocolate con leche, pero también es muy solicitado el dulce de leche repostero. En los últimos años se aggiornaron y también sumaron moldes de silicona. "Tratamos de estar siempre atentos a los adelantos tecnológicos de la repostería y nos adaptamos a los pedidos de los clientes. Hace años que la gente se inclina cocinar tortas y dulces en sus casas y creo que nosotros somos el lugar perfecto para conseguir todos los ingredientes, dice Herbert.
Si hay algo que define a los hermanos Amui es la pasión por el trabajo. Esa pasión que heredaron de su padre y que ellos se encargaron de trasmitirsela también a sus hijos, quienes los acompañan en Doña Clara. Ronald escucha a las clientas con una atención asombrosa, es que a él nada se le escapa. Helbert acomoda los estantes con las esencias de canela, frutilla y chocolate. ¿Dígame qué necesita?, dicen los dos al unísono. Ellos, son el clásico de Doña Clara.
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