Recorrió África en moto, conoció 23 países y reveló detalles de un viaje único: “Tienen el poder de la sonrisa”
Agustín Izquierdo hizo más de 51.000 kilómetros durante casi un año; “Lo que más me conmovió fue la simpleza de la gente”, sostuvo en diálogo con LA NACION
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Viajar en moto por casi todo un continente completo no es para cualquiera y más cuando se trata de un lugar desconocido y con culturas muy diferentes a la tuya. Agustín Izquierdo, de 36 años y oriundo del partido bonaerense Ituzaingó pero que vive hace 8 años en Barcelona, España, emprendió un largo viaje por África donde conoció 23 países y recorrió más de 51.000 kilómetros a bordo de su Yamaha Tenere 700. Pescar en el medio del mar, participar de ceremonias religiosas, caminar horas en busca de agua e ir a cazar con arco y flecha con una tribu son algunas de las experiencias que este joven pasó en casi un año de travesía. “Para viajar por acá te tiene que gustar mucho la aventura”, reconoció en diálogo con LA NACION.
El viaje de Agustín, que fue mostrando a través de su cuenta de Instagram @agus.izquierdo, empezó el 4 de octubre de 2024 y terminó el 12 de septiembre de 2025. Sin embargo, fueron cuatro años lo que le tomó planear todo el recorrido, ponerse las vacunas, sacar las visas y ahorrar el dinero necesario en su trabajo en una plataforma de viajes. Estudió la Licenciatura en Turismo en la Universidad de Morón y conoció varios países antes, pero esta vez era diferente, era un salto hacia lo desconocido: “Es el continente menos visitado del mundo y del que menos sabemos, especialmente en Argentina”, aseguró.

Cruzó con su moto en ferry desde Barcelona hasta Tanger, en el norte de Marruecos, allí empezó a ir hacia el sur del continente por el lado occidental. Recorrió 23 países: Marruecos, Mauritania, Senegal, Mali, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benín, Nigeria, Camerún, Congo, Angola, Namibia, Sudáfrica, Mozambique, Malawi, Tanzania, Uganda, Kenia, Zambia, Botsuana, Lesoto, Esuatini.
“Siempre me gustó viajar a lugares no tan turísticos para poder conectar un poco más con la gente y para ver un poco más la cultura del lugar. Hay muchos países que hay tanto turismo masivo que la gente local ya pierde sus costumbres para adaptarse al turista”, aseguró. En un terreno tan desconocido y, muchas veces, inhóspito, debió planear muy bien las rutas que tomaba con su vehículo. “A veces tomaba las rutas nacionales y de la nada desaparecían porque no tenían mantenimiento. Anduve en ripio, tierra y arena”, contó.
En algunos países como Nigeria tuvo que trazar con sumo cuidado el itinerario. “Necesitas analizar bien los caminos, en el norte de Nigeria está el grupo terrorista Boko Haram, que es sumamente peligroso”, advirtió, pero reconoció que nunca tuvo miedo en su travesía. “Llamaba la atención adonde llegaba porque una moto no suele encontrarse en la mayoría de los países. En ningún momento me sentí con miedo. Me metí en un montón de pueblos, iba solo, si alguien tenía ganas de robarme o hacerme alguna maldad era un objetivo muy fácil, y nunca nadie se me acercó para hacerme nada”, aseguró.

Lo que más le llamó la atención de su viaje
Cuando Agustín habla de su viaje sus ideas son claras, busca transmitir con palabras esas sensaciones que vivió recorriendo gran parte del continente. “África es un continente de 54 países, muy diverso, pero tienen algo en común: la sonrisa, la energía, la bondad. Vivir en esas condiciones con tanta precariedad es muy complejo y a su vez la gente le pone gran una energía y voluntad para hacer las cosas, eso es lo que más me sorprendió”, aseguró.
El choque cultural se hizo sentir en cada pueblo que visitó, aunque eso fuera de espantarlo le produjo más curiosidad por conocer a los lugareños. “Hay muchas tribus que se mantienen casi intactas porque la globalización no llegó o llegó en una medida muy pequeña. La gente se viste con sus colores típicos, con sus collares, bailan su música tradicional, sus cantos. Me pareció muy potente”, aseveró.

“Una tribu al norte de Kenia que se llama los Turkana vive una zona totalmente remota y árida, que no tienen agua, donde la gente tiene que caminar kilómetros para conseguirla. Viven en ahí hace muchísimo tiempo y no perdieron su costumbre”, contó Izquierdo y reveló que gran parte de su conexión con las personas se dio a partir del conocimiento remoto que tenían de Argentina y de Lionel Messi. Agustín llevaba una bandera de su país en ambos lados de la moto y en el casco. “Messi, Messi, Messi, me gritaban”, recordó y agregó que algunas personas más mayores también le hablaban de Diego Maradona.

El valor de la aventura en su viaje
Gracias a los chips de teléfono que iba comprando en cada país, Agustín podía ir mostrando todos los detalles de su viaje en las redes sociales. El traductor del celular en inglés, francés o portugués, antiguos idiomas de los países colonizadores de varias regiones, fue clave para poder comunicarse con los habitantes. “Igual con señas uno siempre se termina por entender”, bromeó.
En cuanto a la comida, decidió no variar mucho. Arroz, frijoles y frutas que vendían al costado de la ruta fueron la base de su dieta durante su travesía y, de vez en cuando, pan con huevos revueltos era la manera de cortar con la monotonía gastronómica. “Me cuidé mucho porque en muchos lugares no hay infraestructura, entonces no sabes si el pollo o la carne están en condiciones de conservación”, aseguró.

Para dormir, aprovechó varias opciones. Llevaba carpa y bolsa de dormir, en las ciudades más grandes durmió en casa de lugareños que contactaba a través de la aplicación Coachsurfing y a veces la gente lo invitaba a su casa. También durmió en hoteles precarios de 5 dólares la noche. “Mis amigos me preguntaban cómo me animaba a dormir ahí”, aseguró y explicó que “es un continente barato para dormir y comer, el mayor gasto fue en algunas visas que costaron hasta 150 euros y en combustible”.
“Para poder viajar a África te tiene que gustar mucho la aventura y tenés que tener mucha paciencia porque allá está lo que llaman el African Time, donde no es que hay un reloj. La gente tiene tiempo para todo porque no es que tienen que ir a trabajar de 9 a 18. Todo es muy abierto y muy flexible, por eso se interesan en acercarse y conversar", reflexionó.

Al viajar en moto y con tiempo, Agustín pudo experimentar de cerca cómo viven las distintas tribus. Así fue que se animó a ir a pescar con los locales en una isla de Mozambique, participó de una misa en Kenia y salió a cazar con arco y flecha junto a integrantes de la tribu Hadzabe en el norte de Tanzania. “Ellos son cazadores de arco y flecha, todos los días salen por la mañana y por la tarde a cazar. A partir de los 7 años ya están listos para ir al monte a buscar comida. Los hombres cazan, las mujeres y niños cocinan, esa es la regla de esta tribu. No hay días de semana para ellos, si no cazan no comen. No tienen electricidad, no tienen agua, usan medicina natural, no tienen celular y no están dispuestos a irse a la ciudad, están felices ahí“, escribió en el posteo de su Instagram donde mostró la experiencia.

Los aprendizajes de su travesía por África
El extenso viaje, donde conoció países, culturas y sumó más kilómetros de los que había imaginado en un principio, le dejaron a Agustín distintas enseñanzas personales. La facilidad para interactuar con los otros le pareció diferente a lo que está acostumbrado en la vertiginosa Barcelona. “Vas caminando por los pueblos y es muy fácil charlar con la gente porque no está apurada, es muy diferente”, aseguró.

“Lo que más me conmovió fue la simpleza de la gente. Literalmente muchos no tienen nada de nada, no saben ni qué van a comer a la noche pero viven con una alegría y una energía que yo no vi en ninguna otra parte del mundo”, reflexionó sobre la resiliencia de los pueblos que conoció.

“Tienen lo que llamé el poder de la sonrisa. Un gesto muy especial como nunca aprecié en ningún otro lugar. Creo que tengo mucho que aprender de eso porque ellos viven el presente. Están de buen humor, alegres, emanan una energía impresionante. El mejor recuerdo que me llevo del viaje es la sonrisa de la gente”, concluyó.
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