Humanidad en medio del horror. La imagen más impactante del atentado de Oklahoma City, tomada por un fotógrafo amateur, que ganó el Pulitzer
El 19 de abril de 1995, hace 30 años Charles Porter capturó el dolor, la tragedia y el heroísmo en una foto que se convirtió en un símbolo de humanidad
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Charles Porter nunca imaginó que aquel día cambiaría su vida para siempre. Desde niño, la fotografía había sido su refugio, su manera de atrapar el mundo en instantes eternos, aunque nunca pensó en hacerlo profesionalmente. Estudió Negocios, trabajaba como bancario en Oklahoma City, pero tenía la costumbre de llevar consigo su cámara lista para inmortalizar lo inesperado. Y ese día, 19 de abril de 1995, lo hizo. Su foto cruzó fronteras, sacudió conciencias, ganó un premio Pulitzer y se convirtió en el símbolo del dolor de una nación.
“No sabía qué era”
Porter trabajaba en el departamento de préstamos del Liberty Bank en Oklahoma City, en el centro de la ciudad, cuando una explosión sacudió el edificio. El estruendo fue ensordecedor. Miró por la ventana y vio una gran nube marrón de escombros y polvo cubriendo la ciudad. El caos se apoderó de las calles: sirenas, gritos, gente corriendo en todas las direcciones... Sin pensarlo dos veces, buscó la cámara que estaba en su auto y salió corriendo hacia el epicentro del desastre.
Lo que encontró lo dejó sin aliento: el Edificio Federal Alfred P. Murrah había sido reducido a escombros. La estructura de nueve pisos, que albergaba oficinas gubernamentales y una guardería infantil, había quedado prácticamente destruida. La fachada había desaparecido, dejando expuestos los interiores como una herida abierta en la ciudad. “Era como si lo hubieran rasurado”, recordaría más tarde. La escena era dantesca, casi irreal.

Entre el caos, Porter observó cómo los rescatistas y voluntarios removían los escombros buscando signos de vida. No era periodista, pero sintió la necesidad de documentar la tragedia. Levantó su cámara y comenzó a disparar, sin pensar que una de sus fotos quedaría grabada en la historia para siempre.
De reojo, vio un movimiento entre los rescatistas. Un policía entregaba algo a un bombero. “No sabía qué era”, diría luego. Pero entonces lo vio con claridad: el bombero Chris Fields sostenía en sus brazos el cuerpo frágil de un bebé moribundo.


Porter alzó la cámara instintivamente, sin pensar en premios ni en reconocimientos. Solo sabía que debía inmortalizar aquel instante. Frente a él, Fields acunaba con cuidado a Baylee Almon, una niña de apenas un año gravemente herida. Su pequeño cuerpo, cubierto de polvo, contrastaba con la crudeza de la escena. La expresión del bombero lo decía todo: dolor, impotencia y la resignación de quien carga con el peso de una tragedia imposible de olvidar.
Años después, Fields recordaría ese momento con una angustia que nunca desapareció: “Mientras la sostenía, pensé que tenía la misma edad que mi hijo. Y que la vida de una familia estaba a punto de desmoronarse… Lo que no sabía era que serían 167 familias”.
El atentado que sacudió a una nación
La mañana del 19 de abril de 1995, un camión bomba explotó frente al Edificio Federal Alfred P. Murrah, en pleno centro de Oklahoma City. La explosión fue devastadora: destruyó gran parte del edificio en segundos, mató a 168 personas, entre ellas 19 niños, y dejó más de 600 heridos. El estallido fue tan potente que se sintió a kilómetros de distancia y dañó más de 300 edificios en los alrededores.
El ataque fue provocado por Timothy McVeigh y su cómplice, Terry Nichols, dos exsoldados con ideologías extremistas y un profundo resentimiento hacia el gobierno federal.
McVeigh había servido en la Guerra del Golfo y, tras su regreso, se volvió un ferviente opositor del gobierno estadounidense. Su odio se intensificó tras el asedio de Waco en 1993, donde el FBI y la ATF atacaron un complejo religioso de la secta Davidiana, que terminó con la muerte de 76 personas. Para McVeigh, ese evento fue la prueba de que el gobierno estaba dispuesto a matar ciudadanos inocentes y decidió vengarse.
Junto con Nichols, McVeigh pasó meses preparando el atentado. Acumuló más de 2.200 kilos de fertilizante de nitrato de amonio, diésel y otros químicos para construir una poderosa bomba. La cargaron en un camión Ryder amarillo y lo estacionaron frente al Edificio Murrah la mañana del ataque. McVeigh bajó del camión, encendió una mecha de cinco minutos y se alejó caminando tranquilamente. A las 9:02 de la mañana la bomba explotó.

La caída de McVeigh ocurrió más rápido de lo esperado. Menos de dos horas después del atentado, fue detenido en una ruta de Oklahoma por conducir sin placa y portar un arma ilegal. En ese momento, las autoridades aún no lo relacionaban con la explosión. Sin embargo, cuando las pruebas lo señalaron como el principal sospechoso, ya estaba bajo custodia.

Nichols, quien lo había ayudado a conseguir los materiales para la bomba, fue arrestado días después en Kansas.
El juicio de McVeigh fue uno de los más mediáticos en la historia de Estados Unidos. Fue declarado culpable y sentenciado a muerte. Fue ejecutado el 11 de junio de 2001 mediante inyección letal. Nichols, en cambio, recibió cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
El atentado de Oklahoma City fue considerado el peor atentado terrorista en la historia de Estados Unidos hasta el 11 de septiembre de 2001.
La foto que se convirtió en símbolo
La imagen de Porter recorrió el mundo. Se publicó en cientos de medios y se convirtió en el símbolo del dolor de un pueblo. En 1996, recibió el Premio Pulitzer de Fotografía de Noticias de Última Hora. Sin embargo, para Porter, el reconocimiento no significaba nada. Cada vez que veía la foto, revivía la tristeza de aquel día. “Nunca olvidaré lo que vi. Pero lo que realmente me marcó fue la forma en que la humanidad se hizo presente en medio del horror”, reflexionó en una entrevista.


Días después de la tragedia, Chris Fields, el bombero que sostuvo a la niña, se encontró con Erin Almon, la madre de Baylee. “Me acompañó el jefe de policía. Ella nos agradeció por nuestro trabajo. Lloramos juntos. Y aunque acababa de perder a su única hija, fue ella quien nos consoló. Nos dijo cuánto apreciaba lo que habíamos hecho. Hasta el día de hoy seguimos en contacto, mantenemos un vínculo. Años después, tuvo dos hijos más”, recordó Fields.
Aquel día lo marcó para siempre. Durante años, luchó con el peso de lo vivido y con la imagen que lo convirtió en símbolo de una tragedia. “Lo pasé mal durante mucho tiempo. No quería que me señalaran, no buscaba reconocimiento. Había muchos héroes ese día, no solo yo”, dijo.
La foto de Porter no solo capturó una escena; capturó el instante en que el dolor de una nación quedó retratado en un solo gesto. Un bombero, una niña, un país en duelo.

Hoy, en el lugar donde alguna vez estuvo el Edificio Murrah, se encuentra el Oklahoma City National Memorial, un sitio de recuerdo y homenaje a las víctimas y sobrevivientes de aquel día que cambió para siempre la historia de Estados Unidos.

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