Sublevaciones, el ensayo en imágenes del francés Georges Didi-Huberman sobre las insurrecciones sociales, propone un diálogo entre el Viejo Hotel de los Inmigrantes y el arte contemporáneo.
Por Fernando García
Desde el baño reacondicionado del Viejo Hotel de Inmigrantes se oye un grito desgarrador, que nos recuerda el esfuerzo de un vendedor ambulante perdido en el desierto, gastándose hasta la afonía en cada intento. Ese grito envasado en una pieza de video performance grabada en el vetusto sistema Betacam pertenece a la obra “Gritar hasta el agotamiento”, del alemán Jochen Gerz (1940), y es una de las elegidas por el filósofo francés Georges Didi-Huberman para su extenso ensayo en imágenes llamado Sublevaciones. El grito de Gerz (¿una actualización desde el accionismo de 1972 del grito de Munch?) es omnipresente, se siente allí hacia donde uno elija dirigir la mirada sobre estas paredes de espesor hospitalario. Y adquiere valor de símbolo sonoro (leitmotiv) de la idea central de Sublevaciones, una colección de gestos, palabras e imágenes de las insurrecciones sociales en un arco tan amplio como puede ser ir de la Comuna de París en el siglo XIX a la Primavera Árabe en el XXI (en el medio queda el siglo XX como una sublevación in progress). Pero ese grito, también, expresa algo que escapa a las elucubraciones del filósofo-curador y es la potencia acústica para decirnos algo sobre el lugar donde estamos y lo que estamos viendo. Vaciado de su función esencial hace más de 70 años, el Hotel de Inmigrantes devino primero museo y luego centro de arte contemporáneo a cargo de la Universidad de Tres de Febrero. Es una arquitectura social colonizada por la industria cultural, pero los antiguos ocupantes quizás no se hayan ido del todo. Y este grito es un señalamiento fantasmático que se queda con uno cuando se deja el edificio acondicionado bajo estándares de museo contemporáneo para perderse en ese pasillo que conduce a la finisterre portuaria de Buenos Aires. Link a “Immigrant Song” (“La canción del inmigrante”), Led Zeppelin, 1970.
¿Es el inmigrante un sublevado? No siempre, quizás en términos estrictamente sociopolíticos, pero sí en cuanto a su destino. Hay otra obra que escenifica la persistencia del fantasma inmigrante en el diseño museístico. Se trata también de una video performance firmada por el portugués Paulo Abreu (1964). “Conde Ferreira” presenta un performer, cuyos saltos de capoeira editados semejan un estado de desesperada levitación en un ambiente muy similar a los de este edificio. El soundtrack es del propio Abreu: un beat insistente como soporte de una presumible psicofonía.
Uno desearía que estas obras formaran parte de una colección permanente donde la historia del viejo hotel y la del arte contemporáneo se cruzaran. Pero Sublevaciones apunta la mirada hacia otras cuestiones. La imagen que el Jeu de Paume de París, sede original de la muestra, eligió como símbolo es una apropiada fotografía de Gilles Caron (1939-1970): “Manifestantes católicos. Batalla del Bogside, Derry, Irlanda del Norte, agosto 1969”. La precisa catalogación indica que es una pieza documental antes que artística. Sin embargo, la forma en que los cuerpos de los adolescentes que tiran piedras a la policía se arquean, casi en puntas de pie, salta los decorados de su violenta circunstancia para situarse en el terreno de lo estético. ¿Sublevacionismo? Es una pregunta posible en el planteo de Didi-Huberman y, de algún modo, se responde en la yuxtaposición de este tipo de imágenes con afiches del situacionismo, dadaísmo, surrealismo y las obras del conceptualismo argentino (Zabala, Romero, Ferrari) que se sumaron en el montaje local. Las historias de los levantamientos aquí, allá y en todas partes se cruzan azarosamente. Una sección muy significativa en términos históricos superpone una foto magnífica del cubano Korda (La Habana, Cuba, 1959) con “17 de octubre de 1945”, de autor anónimo, conocida popularmente como “Las patas en la fuente” o el arribo espontáneo del primer peronismo al centro de Buenos Aires. Pues bien, la revolución cubana y el primer peronismo funcionan en el relato de Didi-Huberman como sublevaciones frente a un orden político superior. ¿Pero pueden considerarse imágenes sublevadas las fotos de Sara Facio y Annemarie Heinrich que orbitan en torno al último Perón? ¿Un retrato de la blogger Yoani Sánchez sería una imagen sublevada al régimen castrista? También hay un relato aquí que determina lo que es o no sublevarse. Las imágenes del piquete que terminó con la vida de Kosteki y Santillán merecerían aquí tanto espacio como las conmovedoras fotos de las Madres de Plaza de Mayo (Adriana Lestido, Eduardo Gil).
Sublevaciones no es una muestra de arte político, sino un montaje artístico de imágenes que la resistencia al poder (político, económico, cultural) ha producido. Es el paso del tiempo lo que vuelve museable a una obrera de la fábrica Citroën fotografiada en 1938. Y se la contempla congelada en su gesto de recia activista, sublevada, entre el documento y el arte. Pero afuera la sublevación sigue y es inabarcable. “Anses: paro total”, “#Niunamenos”, “2 x 1 = 30.000” y así. Lo que dicen las paredes en el camino de vuelta del hotel. Como un grito enunciado hasta el agotamiento, sí.
Sublevaciones. En el Hotel de Inmigrantes, Av. Antártida Argentina (entre Dirección Nacional de Migraciones y Buquebus). Entrada por Apostadero Naval, Dársena Norte. Hasta el 27 de este mes. Gratis.
Martes a Domingos de 11 a 19 hs.
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