Rituales para el Oscar, de la alfombra roja al living de casa
Reuniones, prodes y drinking games: la entrega de estos premios ya es la excusa favorita para juntarse con amigos
Todos los años la misma pregunta: ¿por qué otra vez estamos viendo los Oscar? ¿Por qué nos sometemos voluntariamente a sentarnos cuatro horas frente al televisor para ser protagonistas pasivos de una ceremonia más o menos previsible?
Mañana se entregan los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, el galardón máximo al que pueden aspirar los trabajadores de la industria de la pantalla grande y una de las tradiciones más antiguas de Hollywood. De a poco, y acaso para paliar el sopor de la transmisión, también se fue convirtiendo en una de las tradiciones sociales más esperadas por los que la miran por tevé, pero pueden compartirla con sus amigos. Tal vez sea culpa de las redes, en especial Twitter, que en cada show de los Oscar se pone monotemático y señala a quien quiera comentar otra cosa como paria. Al igual que los eventos deportivos, las premiaciones son de los escasos dinosaurios televisivos que sólo tiene sentido consumir en tiempo real: ¿cuál es la gracia de ver una entrega de premios on demand?
Pero la atmósfera deportiva también se traslada a la vida social offline y analógica. Los Oscar son la final del Mundial o el Superbowl de las figuras más reconocidas en el mundo. Y, al igual que los máximos eventos futbolísticos, engendraron en los últimos años los más variados rituales para disfrutarlos en compañía.
Miriam Molero es periodista y este año pone su casa para ver la ceremonia con algunos colegas, amigos y hasta extraños. “Es la primera vez que nos juntamos por los Oscar, pero ya nos reunimos en casa por el Mundial o cualquier otro motivo. Me gusta invitar a grupos de gente; especialmente organizar asados con desconocidos. Me parece súper saludable relacionarme con gente nueva, que me haya resultado interesante, por ejemplo en Twitter. Así me hice de muy buenos amigos”, dice. Cada invitado lleva algo para beber o picar y la reunión ya tiene asador designado para la choripaneada, porque “es clave que la comida sea práctica para que circule mientras mirás la tele.”
Otro punto en común con los grandes eventos deportivos es el aspecto lúdico alrededor de los pronósticos: los no nominados también juegan y el Prode de quién se queda con las estatuillas es norma en las juntadas del Oscar. Una vez que confirmó a sus invitados, Molero propuso por mail el sistema de apuestas: “Se votan todos los rubros. El que más aciertos consigue gana. El premio está por definirse; hay que ver cuánto estamos dispuestos a apostar. Es importante que las reglas sean claras, porque algunas personas son muy competitivas”.
Desde hace diez años, Mariano Torres y su hermano Martín ven desfilar por los livings de turno a amigos, parejas y ex parejas. La sede es rotativa, así que el anfitrión varía anualmente. Las reglas del juego también son rigurosas: cada invitado lleva impresa y completa la planilla con sus apuestas. Si no llegó a completarla, tiene hasta diez minutos de tolerancia antes del show. “Llevamos un premio, que suele ser un libro o una película, y también un premio castigo para el que menos acertó”, detalla. Pero se pone más complejo: “A la vez, para prevenir un empate, cada participante tira un número aproximado de cuántas celebridades fallecieron y van a salir en el in memoriam. El premio fiambre es un gran momento de la noche.” Las tradiciones van mutando año a año y las sorpresas son claves en los encuentros. Una vez decoraron la casa con una alfombra roja y hasta llegaron a grabar y pasar tráilers falsos antes de la ceremonia. “Hubo un año en el que hicimos una torta con la cara de Jack Nicholson”, recuerda.
También están los que no se reú-nen pero de todos modos compiten. Fernanda Fechtenholz, arquitecta, celebra este año el decimosexto “family Prode” de los Oscar. La tradición, que comenzó cuando vivían todos juntos, hoy continúa por separado y suma a las parejas de cada uno. “Los primeros años mi mamá se quedaba hasta último momento y hacía el recuento, pero ahora yo me encargo de todo por mail. Mando una tabla de Excel con los nominados, la completan y después se la mando a todos para que el que quiera fiscalice”, cuenta, aunque aclara que nadie lo hace. Este año es especial, ya que será la primera vez que no sólo se jugará por el honor sino que habrá premio: “Debería armar una vaquita para hacer más competitivo el asunto. La familia tiene la timba en el cuore”.
Además de los Oscar, el grupo de amigos de Tatiana Mon Avalle, community manager, también se junta para los Emmy, los Golden Globe y los Grammy. Tatiana no arma Prode pero no deja de lado la parte lúdica y gestionó un drinking game: “Para hacerlo más entretenido, solemos fijar una película y tomamos un vaso de cerveza con cada categoría en la que gane”. La organización se hace siempre a través de WhatsApp y, como hasta ahora se juntaban en la misma casa, no había problemas de logística. “Pero este año el grupo se agrandó tanto que planeamos llevar la reunión a un bar que pase la entrega en pantalla grande.” ¿Por qué razón un espectador debería caer en semejantes molestias sólo para ver una entrega de premios? “Son una buena excusa para pasar un rato con amigos y debatir puntos de vista, desde un vestido hasta la dirección de una película. Nos gusta juntarnos más por las risas que por los premios en sí”, explica.
Mariano Torres opina que hay una necesidad imperiosa de sentir pertenencia y la canalizamos con estos eventos. “Como respuesta personal, porque no hay un mejor plan para un domingo a la noche y nos encanta el absurdo de dormir cuatro horas por culpa de esto.” La guionista Carolina Aguirre ganó dos premios Martín Fierro por su trabajo en las tiras Farsantes y Guapas, pero no comparte el entusiasmo por la ceremonia. Igual, pone su casa para la ocasión. Se juntan todos los años, aunque admite que la principal razón es porque se lo organizan sus amigos. “Cuando son los Martín Fierro, alquilamos suites en el Hilton y ahí está bueno porque es lindo ver que está nominado tu amigo. Acá no conocemos a nadie, no entiendo qué vamos a ver...” En la reunión suele haber un Prode, impulsado por una amiga que intenta, en vano, que Aguirre se interese. “Yo no entiendo bien la gracia, pero estoy muy a favor de juntarme con amigos por cualquier motivo.”
Axel Kuschevatzky también está familiarizado con el universo de los premios. Desde hace años, es el conductor de la alfombra roja de la transmisión de los Oscar por TNT, e incluso obtuvo el galardón a la Mejor Película Extranjera por la producción de la película El secreto de sus ojos. Pese a vivir la experiencia en primera persona, Axel añora la época en la que los veía con su familia. “Teníamos un ritual con mi hermano, éramos hinchas de John Williams. En los 80 estaba nominado todo el tiempo y siempre queríamos que ganara.” Como en los partidos, hinchamos por nuestros favoritos: este año, todo el aliento está puesto sobre el posible triunfo de Leonardo DiCaprio, cuya frustración por no ganar como Mejor Actor se convirtió en un meme que se recicla año a año.
El periodista y productor indica que hay dos grandes razones detrás de los rituales. Por un lado, para el espectador cinéfilo, que la Academia premie lo que a él le gusta es una validación de su opinión. Pero hay un denominador común mucho más grande y tiene que ver con la humanización de las estrellas: “Cuando vas al cine, los actores son gigantes en una pantalla. Cuando los ves perder en los Oscar, estás ante un tipo normal. En la derrota somos todos iguales.” Para Kuschevatzky, que vivió la entrega de los Oscar en el mismo recinto que Meryl Streep, James Cameron y George Clooney, la mejor ubicación posible es el living de casa. “Es un evento mucho mejor para el espectador que para el invitado. Ahí los ves siempre desde el mismo ángulo, a lo lejos, chiquititos... Por experiencia, es como el fútbol: es más lindo para verlo en la tele que en la cancha.”