Se escapó de una situación de violencia, decidió cambiar su vida y desde los 50 comparte su descubrimiento: “Me sentía fuerte”
Como kinesióloga tenía un camino claro pero algo no le cerraba, hasta que descubrió que la clave no estaba en un consultorio, sino en algo diferente
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Todavía recuerda el día en que tuvo que salir corriendo de la casa en la que vivía con su marido y sus dos hijos. Fue hace más de tres décadas, cuando la joven Gabriela, de treinta y cinco años, entendió que las palizas que varias veces el hombre le había propinado no iban a parar.
La separación fue, no podía ser de otro modo, en malos términos y la dejó con todo un futuro incierto por delante. El proyecto familiar había quedado trunco, pero agradeció el hecho de poder regresar a la casa de sus padres, donde al menos tuvo un techo donde cobijar a sus hijos. Siendo la tercera de seis hermanos, Gabriela Callelo nunca se había sentido realmente tomada en cuenta en su familia, sin embargo esa vez recibió el apoyo que necesitaba y se dispuso a demostrarse a sí misma que iba a poder hacer frente a los desafíos que tenía por delante: “Tuve que empezar a salir adelante sola para poder llevar adelante mi familia, que son mis hijos”, recuerda.

A sus 58 años la heroína de esta historia, quien se define como “una persona común”, asegura que lo que la salvó de caer en un abismo de autoconmisceración y le dio fuerzas para salir adelante cuando temía por su integridad fue el running, actividad a la que hoy con 58 años se consagra con pasión y se convirtió en su medio de vida. Primero se recibió de profesora de educación física, luego de entrenadora y, finalmente, estudió en la UBA para convertirse en licenciada en kinesiología y fisiatría. Esa formación le dio la independencia económica que necesitaba para mantenerse y sostener a sus hijos. “Siendo bastante joven, la profesión me salvó porque me dio independencia económica para poder ir a trabajar y mantenerme”, afirma y agrega: “Pero yo quería otra cosa”.
Cuando los hijos crecieron
Tuvo que esperar unos años, hasta que los chicos se hicieron mayores, para empezar a entrenar a diario. “Empecé a correr cuando mis hijos ya eran un poco más grandes, en el horario que ellos iban a inglés. Me fui dando cuenta de que tenía condiciones, pero lo que me definió para tomarme el running más en serio fue la sensación de libertad que experimentaba al correr. Cada día que pasaba veía que me levantaba la autoestima, que me sentía fuerte con mi cuerpo y también con mi mente. Y fue ahí entonces donde me planteé hacer un entrenamiento un poco más serio y fue alrededor del 2012. Y ese año mismo, mucho más tarde, fue el que conocí al que hoy es mi marido.”, rememora.

Como profesora de Educación Física, Gabriela siempre tuvo una idea del deporte, por eso cuando empezó a tener tiempo para correr se lo tomó muy en serio. Desde hace doce años entrena de manera sistemática, siguiendo un plan y cumpliendo objetivos. Su rutina de entrenamiento se extiende de martes a domingo, sin importar las condiciones climáticas. Se levanta temprano, especialmente los martes y jueves, cuando viaja a Capital para entrenar con un grupo de amigos y un entrenador; esos días se despierta antes de las 5 de la mañana y a las 7 y media ya está reunida con su equipo, sin importar si llueve, hace frío o calor. Es que el grupo juega un rol fundamental. Cuando Gabi entrena para una carrera de 30, 32 o 42 kilómetros, el equipo la motiva y la impulsa. Esos días en los que flaquea el entusiasmo el compromiso con sus compañeros la mantiene firme en su entrenamiento. Destaca que, después de cada sesión, disfrutan juntos de un café, lo que refuerza el vínculo y hace que el esfuerzo valga la pena.
Para ella, la clave está en la conducta y la constancia, y sostiene que esa es la diferencia entre quienes corren y logran sus objetivos y quienes no. Agrega que muchas veces las personas admiran esa disciplina en los demás.

Siempre buscando
Cuando se recibió de kinesióloga entró a trabajar a una clínica de rehabilitación neurológica. Allí observó que los pacientes que tenían un propósito por fuera de lo terapéutico se recuperaban más rápido. Por eso decidió abrir su propio consultorio donde poder incorporar su propio estilo de trabajo, llevando a los pacientes a caminar al parque, a un natatorio o a sumar actividades recreativas. Por un tiempo le fue bien pero a la larga el proyecto dejó de funcionar. Fue cuando se dio cuenta de que aquel espacio no la representaba, porque ella antes que kinesióloga es deportista. No le gusta estar en lugares cerrados. En cambio, el running sí refleja su identidad en todas sus expresiones. Afirma que correr la hace sentir libre y fiel a sus valores, ya que disfruta del aire libre y de moverse a su propio ritmo.
Ocho años atrás, a los cincuenta y junto con su actual marido, Gabriela dejó la Ciudad de Buenos Aires para instalarse en Maschwitz, Escobar. Aunque sus hijos permanecieron en la Capital, ella encontró allí un nuevo proyecto. Hace dos años, creó su propio running team, un grupo de entrenamiento conformado en su mayoría por personas mayores de 45 años. “Como kinesióloga, entrenadora, profesora de educación física y maratonista, podía hacerlo”, dice con orgullo. Hoy, su equipo cuenta con 40 corredores que hallaron en el running un espacio de comunidad y superación.
Así se convirtió en evangelizadora de esta disciplina y asegura que con solo tener ganas cualquier persona puede empezar a correr. Muchos de los que se sumaron a su grupo no podían correr ni 100 metros al principio, pero la constancia y el compromiso con el equipo marcan la diferencia. Señala que el grupo funciona como una red de apoyo: en su barrio, por ejemplo, los corredores suelen pasarse a buscar unos a otros, lo que refuerza el compromiso y la motivación.
Atreverse sin importar la edad
El año pasado, Gabriela asistió a un congreso sobre la Generación Silver, donde descubrió que las personas mayores de 50 años son más activas de lo que muchos creen: viajan, se capacitan y hacen deporte. “Me pareció interesante empoderarme con la Generación Silver, teniendo yo 58 años”, cuenta. Ese espíritu la llevó a completar la prestigiosa Six Major, una serie de seis maratones internacionales que representan el sueño de muchos corredores.
La historia de Gabriela refleja el impacto que puede tener la actividad física en la vida de las personas, tengan la edad que tengan. Nunca es tarde para empezar a moverse. Bajo su liderazgo, muchos de sus alumnos pasaron de no poder correr una cuadra a completar los 21K de Buenos Aires. “Ellos me ven como una persona normal que entrena, y trato de ser un ejemplo para que puedan verse reflejados”, dice. Gabriela demuestra que nunca es tarde para desafiar los propios límites y que la edad no es un obstáculo para el bienestar y la superación personal.
Una de las cosas que a Gabi más le gustan es que el running brinda un espacio social donde además de hacer amigos algunas personas también encuentran pareja. Para mucha gente formar parte de un running team representa su primer acercamiento a un equipo deportivo y por eso, quienes nunca habían jugado a un deporte o participado en una competencia, el hecho de calzarse unas zapatillas y empezar a correr representa un logro. En su caso, además, disfruta del espíritu competitivo que siempre la motivó, por eso participa de maratones desafiantes en distintas partes del mundo. Nada se compara con la felicidad de recibir una medalla o completar una carrera. “El running tiene un fuerte componente de autosuperación, ya que alcanzar una meta—como correr 5 o 10 kilómetros—puede trasladarse a otros aspectos de la vida: enfrentar desafíos en el trabajo, con los hijos o en proyectos personales.”, concluye Gabi. Por eso hoy se aboca a transmitir a otros a descubrir este deporte que, afirma, a ella le salvó la vida.
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