La cuarentena obligatoria la agarró en París, adonde viajó a fines de febrero para dar su presente en la semana de la moda. La primera argentina en lograr el diploma de influencer internacional, Sofía Sánchez de Betak (34), es, desde hace varios años ya, una invitada regular a las primeras filas de los creadores más aplaudidos, tanto en Francia (la tierra de su marido, el productor de desfiles Alexandre de Betak) como en Nueva York, su lugar por adopción: allí viven junto a su hija, Sakura (2).
"Estaba de vacaciones en Argentina y volé directo al fashion week. Aterrizamos y esa misma tarde fui al show de Dior. Cuando volví, me shockeó la paranoia. Acá se da doble beso y de repente todo era: ‘No, no, que estuve en Italia’ o ‘Me encontré con gente que venía Italia’ y yo pensaba: ‘¿Qué habrá pasado en Italia?’. Así supe que el coronavirus había entrado a Europa", cuenta Chufy, que desde entonces está varada en París con su familia.
En muy pocos días gran parte del mundo occidental entró en aislamiento. "Yo venía trabajando desde casa, así que la pandemia me encontró bastante alineada en cuestión de trabajo. Acá tengo mi escritorio y no necesito de mucho más. Además, hace tiempo que quiero hacer más por el medioambiente. Ojalá que este proceso ayude a concientizarnos", reflexiona Sofía al otro lado del teléfono.
–¿Cómo fue para vos y tu familia entrar en "modo cuarentena"?
–Fue un baldazo de agua fría. Mi marido tuvo tos y fiebre alta los primeros días. Llamamos al SAME de acá y nos dijeron que, si podía respirar, se quedara en casa porque no había tests disponibles. Fue fuerte. Alex tiene insuficiencia pulmonar y el doctor que lo vio le dijo lo mismo, que si podía bancársela no fuera al sanatorio.
–¿Cómo está él?
–Estuvo una semana en cama y se le fueron los síntomas. El principio de la cuarentena, para nosotros, fue muy tensa. Cada vez que nos dábamos vuelta, Aidyn [es uno de los dos hijos del primer matrimonio de Betak] se mandaba una… Imaginate encerrar a un chico de 16 años. Con el correr de los días todos entendimos la dimensión de lo que estaba pasando y nos acomodamos. A la semana, cuando mi marido ya se sentía mejor, yo empecé a soñar con recaudar fondos para Médicos sin Fronteras. Y mis amigos se fueron entusiasmando con la idea. Y con la recuperación de Alex, sentí un kickde adrenalina y todo se fue tornando más alegre.
–¿Creés que van a poder saber si Alex tuvo Covid-19?
–Alex está sano y ninguno de nosotros tuvo síntomas. Al parecer, ahora después del encierro, toda la población va a tener que hacerse un análisis de sangre para ver quién tuvo coronavirus. Imagino que entonces lo sabremos.
–¿Qué sentís ahora que lo peor pasó?
–Esta experiencia nos hizo más fuertes. Si bien Alex estuvo dolorido y con 39 y 40 grados de fiebre, no lo vi débil. Descubrí lo fuertes que son con Sakura y lo mucho que les gusta la vida social. Nuestra hija se agarra de la ventana y les grita a los que pasan. Me hace acordar a las jodas de Tinelli, cuando asustaban a alguien. ¡La gente pega unos saltos! [Se ríe]. Alex es igual: cuando salimos al supermercado está desesperado por conversar con alguien que no sea yo.
–Contanos un poco más de Sakura.
–Es muy divertida, nos hace muy felices. Varias veces al día, nos miramos con Alex y sonreímos, agradecidos por nuestra hija. Tener un bebé es mágico… Se despierta y nos reclama. Está chocha de tenernos las 24 horas del día para ella.
–¿Cómo estás viviendo la distancia con tu familia argentina?
–Con FaceTime y los chats estamos en permanente contacto. Es una suerte, un milagro, casi. Ahora hay un rumor de que hasta diciembre no vamos a poder viajar y eso me entristece. Por suerte, estuve con toda la familia [además de sus padres, Sofía tiene dos hermanas] en febrero. A la vez, siento que no me puedo quejar: tengo salud, comida, familia y proyectos. Todo eso me hizo dar cuenta de que no podía pasar la cuarentena en cama, viendo una serie. Una de mis hermanas me había recomendado The Handmaid’s Tale, la serie, y no fue una buena idea. No sabía si mi marido se iba a morir o no y yo estaba mirando eso. Ahí cambié el chip y me dediqué a trabajar con mi equipo en la subasta.
HAY QUE HACER ALGO
–Estás hablando de A Little Something, el remate que creaste a beneficio de Médicos sin Fronteras y que cerró el domingo pasado con una recaudación de 88.172 dólares. ¿Por qué elegiste esa ONG?
–Elegí a Médicos Sin Fronteras como beneficiaria porque, además de ser una ONG cero controversial, ellos trabajan desde mucho tiempo y van a hacerlo durante y después del coronavirus. Creo que lo que nos espera después del Covid-19 va a ser mucho más duro y ahí los vamos a necesitar más que nunca. Hay mucha gente en el mundo que no tiene comida porque npuede salir a trabajar. El coronavirus va a ser el último de sus problemas: van a caer en la malnutrición.
–A raíz de esta iniciativa, ¿se abre un nuevo capítulo en tu perfil?
–Antes de la pandemia, organicé el primero de lo que sueño sean varios viajes más con trabajo comunitario. Tenía todo listo para volar la semana pasada a Myanmar con un grupo de amigos. Había pagado todo. El programa eran cinco días en un crucero y diez días de trabajo comunitario en un orfanato. Con la venta del viaje habíamos recaudado 50 mil doláres para los 1500 chicos que viven ahí. Decidí posponerlo cuando me di cuenta de que nosotros representábamos un gran riesgo para ellos.
–O sea que ya habías entrado en modo compromiso solidario…
–Sí, hacía un tiempo que sentía el deseo de dar y no sólo de vender.
–Antes de ser conocida, habías sido voluntaria en África, ¿verdad?
–Sí. Fue justo cuando estaba tramitando mi visa para Estados Unidos. Cuando salió la visa, mi razonamiento fue: "Bueno, voy a Estados Unidos y con la plata que haga allá, puedo volver y hacer más". Pero Estados Unidos me llevó puesta, por decirlo de alguna manera, y hasta hace un mes no paré de correr ni de generar proyectos para mí y para mi equipo. Ahora llegó el momento de hacer algo por los demás.
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