Al rescate de las princesas de los cuentos infantiles
Relatos. El cruce de cuestiones de género con la literatura infantil enriquece las propuestas para chicos, un menú en el que los cuentos de hadas pueden conservar su lugar
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Que son sexistas. Que son anticuados. Que promueven ideales a contramano de la igualdad de género. Que no se condicen con el mundo en que vivimos? No son buenos tiempos para los cuentos tradicionales. La recurrencia de ciertas imágenes estereotipadas respecto de la figura masculina y femenina, como las de princesas rosas y sumisas o las de caballeros siempre valientes, dificulta que clásicos como Cenicienta o La bella durmiente logren pasar por el tamiz de nuestra época.
En los últimos años, el cruce de las cuestiones de género con la literatura infantil se volvió un ejercicio tan frecuente como fructífero, ya que no sólo enriqueció la discusión con todo tipo de debates e investigaciones, sino que también visibilizó la necesidad de dar mayor presencia a otro tipo de historias y de hacer de ese campo un espacio más amplio, diverso e inclusivo de lo que había sido históricamente.
Pero mientras algunas voces apuestan por un nuevo escenario caracterizado por la sana convivencia entre princesas de todos los colores con otro tipo de relatos -como los que abordan temáticas LGBT-, otras parecen partidarias de una posición más radical. Un ejemplo: durante la última edición de la Feria del Libro de Sevilla tuvo lugar una mesa que proponía "lecturas enfrentadas de cuentos no sexistas y tradicionales". El eslogan era muy sugestivo: "Las niñas ya no quieren ser princesas".
En nuestro país, en tanto, las colecciones Antiprincesas y Antihéroes de la editorial Chirimbote parecen reconfirmar el estado de sospecha que pesa sobre las princesas y héroes de antaño, a pesar de que la impulsora de la colección, Nadia Fink, aclaró en su momento que los nombres de ambas colecciones no buscaban promover ningún tipo de antagonismo. "El nombre surgió jugando. No creemos que el contenido sea ?anti', creemos que es propositivo. No estamos a favor de que no existan más las princesas. Pensamos que son parte de la cultura y estamos haciendo un aporte para quienes no se sientan identificadas con ese modelo", expresó aquella vez Fink al ser consultada.
Pero a la hora de analizar las obras y personajes que podrían estar contribuyendo a la creación de estereotipos nocivos para la psiquis infantil vale tener en cuenta algunos aspectos, como el contexto específico en el que estas historias fueron escritas. "Los cuentos maravillosos (clásicos) no fueron escritos para niños; los niños se los apropiaron, a falta de otra cosa. En las cocinas o en boca de las niñeras, los niños oían estos cuentos populares que atraían su afán de fantasía y de un mundo imaginario diferente de la realidad", puntualiza la escritora y especialista en Letras Susana Itzcovich, con larga trayectoria en literatura infantil.
Itzcovich coincide en que estas historias ofrecen ciertas características críticas de la realidad de la época y estereotipos basados en héroes y heroínas, hadas y brujas, oposición entre "buenos y malos" prácticamente inamovibles. Pero, asegura, todo tiene un porqué: "En general, son relatos moralizantes, donde el rol de la mujer es pasivo, que enfatizan la obediencia y el rol de ama de casa y cuidado de los niños. La moraleja está vinculada con lo pedagogizante. Pero no creemos que ésa sea la virtud del cuento clásico. Creemos que deben leerse en su versión original, cuando su edad se lo permita, acompañados de un adulto, para compartir las historias, los roles estereotipados y la relación con la época en la que fueron escritos o recopilados".
Con ella coincide Graciela Perriconi, autora y editora de libros infantiles, quien admite que los cuentos clásicos tradicionales no dialogan con la sociedad contemporánea. Pero cree que, así y todo, hay mucho para rescatar de ellos: "Esas feminidades y masculinidades son la manifestación de una sociedad patriarcal, marcada por la división en clases sociales y roles funcionales a ambos: el poder y la clase. Pero sobreviven y durarán por la magia, por los conflictos y porque hay elementos de identidad que están vigentes. Tienen el secreto encanto de movilizar resortes internos comunes como los miedos, deseos, lo maravilloso, esa suerte de irrealidad necesaria donde depositar las aspiraciones más profundas, que construyen una identidad narrativa. No se pueden separar de su contexto, surgieron en una época que sustentaba también algunos valores por encima de otros, distintos de los actuales. Ni mejores ni peores, distintos".
Historias en diálogo
En los fundamentos de La mochila violeta, una guía de lecturas no sexistas muy popular en España, se sostiene que los "roles y estereotipos de género presuponen comportamientos adecuados socialmente de forma diferenciada para niños y para niñas. Los personajes masculinos suelen ser los protagonistas que toman la iniciativa, los héroes valientes que salvan el mundo y a las mujeres. [?] Por su parte, al sexo femenino se le sigue presentando a través de personajes secundarios, que esperan ser rescatadas en un papel pasivo, o siendo protagonistas pero con poca autonomía y decisión, guapas y bonitas, dulces y delicadas, ingenuas, intuitivas y sin destacar intelectualmente. De esta manera se invisibiliza que las chicas pueden ser valientes y aventureras, y que los chicos también son vulnerables y sienten miedo." El documento también se ocupa de las brujas y los brujos: "Mientras que ellas son representadas como mujeres feas y malvadas, capaces de las peores fechorías a través de encantamientos -se sostiene- , los brujos son representados como personajes sabios, magos que pueden hacer el bien, guiar y proteger a los personajes."
"Creo que el universo que proponen muchas historias clásicas ya no es un universo posible ni deseable para los niños. Sin embargo las historias siguen circulando y provocando visiones y reacciones en los lectores, que funcionan porque la estructura narrativa siguen envolviendo e invitando a entrar en esos mundos. Y es en el diálogo entre esas historias y otras mucho más cercanas a la vida cotidiana de los niños donde ellos pueden construir una visión propia, desenlazar su imaginación y permitirse viajar por diferentes mundos. No creo que la literatura pueda ser nociva, porque en cualquier caso dispara preguntas, inquieta, molesta, conmueve, moviliza", analiza María Luján Picabea, autora del libro Todo lo que necesitás saber sobre literatura para la infancia (Paidós).
Con ella coincide Perriconi: "No creo en el mal de la literatura, no creo en el mal de una buena historia de hadas bien narrada, y si las princesas son esas pobres y ?lavadas' niñas protagonistas, tampoco creo que esto constituya per se un elemento negativo. Desde la óptica del género: reconozco que son un pobre modelo de identificación y no son el mejor espacio para hablar de valores. Sin embargo, hay ejemplos nocivos como la famosa Barbie o inconsistentes como las Violettas que abundan en videos, revistas, muñecas y otros productos bien actuales, que no son literarios ni positivos. Se consumen muchísimo más que los cuentos de hadas y princesas. Y no he visto análisis sociológico en medios sobre esas chicas".
De todas maneras, y en lo que a nuestro país respecta, el campo de la literatura infantil contemporánea es más equilibrado de lo que podría pensarse. De hecho, sobran ejemplos de autores que han mostrado un firme compromiso para que el mundo de las historias destinadas a los más chicos tuviera suficiente sustento para hacer frente a los clichés.
"En la literatura infantil actual el rol femenino ocupa un espacio diferente, protagónico, libre de prejuicios, con temáticas realistas o ficcionales y un abordaje de ciertos temas hasta hace poco ?tabú', como divorcios, separaciones, indigencia, desaparición de personas, violencia de género, otorgando a la mujer un justo lugar en la sociedad. También se abordan temáticas como ?el diferente' y la homosexualidad, entre otros", reflexiona Itzcovich. "Javier Villafañe, María Elena Walsh, Laura Devetach, Ema Wolf, Graciela Montes, Gustavo Roldán, Ricardo Mariño, Graciela Cabal, Elsa Bornemann, Paula Bombara y tantos más -enumera- imaginaron otro destino, otra escritura, otra temática acorde con la validez del género y las posibilidades de libertad individual."
En cualquier caso, en materia de identificación y construcción de valores en los niños, los cuentos tradicionales son uno entre otros tantos actores que intervienen. Pero, como dice Picabea, "siempre será mejor una vida con libros que despabilen, abran puertas y disparen imágenes que permitan darle sentido al entorno; historias que amparen, que abriguen, que acompañen la experiencia sensible."









