El humor argentino tiene y tuvo quien lo escriba
Diversidad. De manera directa o a través del gesto irónico, cuentos, novelas e historietas se apropian del arte de la risa
En el tercer número de Estado Crítico, la revista digital publicada por la Biblioteca Nacional, hay un dossier con notas relacionadas con el humor en la Argentina. Allí, distintos autores abordan formas del humor que van desde el stand up y los gags televisivos de Diego Capussotto hasta la revista Barcelona y la nuevas generaciones de historietistas. Sólo en uno de los artículos, Pablo Alabarces indaga la obra de quien es quizás el autor humorístico por excelencia del país, narrador y dibujante, figura pública y conversador incomparable, Roberto Fontanarrosa. El autor de El área 18 y de los cuentos de El mundo ha vivido equivocado, el creador de Boggie el aceitoso e Inodoro Pereyra configura, para Alabarces, un planeta aparte en la galaxia del humor argentino. Pero ¿qué ocurre en el resto del sistema literario?
"Por suerte la literatura argentina tiene humor, y por suerte también en muy distintos formatos -dice Elvio Gandolfo-. Macedonio Fernández tiene humor todo el tiempo: se pueden leer cientos de páginas con una sonrisa permanente y varias carcajadas en el transcurso, mientras uno se mete en profundidades que no soñaba. Ni qué hablar de Borges. O de Bioy. Más cerca está, desde luego, Fontanarrosa. Por un proceso que no me explico, he guardado casi todos sus libros de relatos, algo que no hago casi con nadie. Ahí sería al revés: disfruto al mango su sentido del humor, pero sé que en cada libro hay también grandes relatos a secas. Alguien que también me hace reír mucho, e inesperadamente (algo que caracteriza al muy buen humor), es Hebe Uhart. A su vez, me sorprende en Gustavo Ferreyra no tanto el humor desopilante de su novela Piquito de oro, sino una especie de «humor serio» al estilo de Faulkner, o de Kafka, o de algunos alemanes, en sus otras novelas." Gandolfo, autor de una obra donde los géneros literarios se entrecruzan de una manera no pocas veces cómica, publicará en el sello El 8vo. Loco Libro de mareo, un conjunto de proyectos de escritura y borradores que quedaron en un estado germinal. "En mi caso soy un auténtico desastre para contar chistes. Pero a la vez más de un amigo me ha mirado de frente, por si me ofendo, pero dice con seguridad: «Sos gracioso». No lo planifico, pero sé que es así, desde que descubrí la utilidad de encarar con humor para salvarte, en los patios de la secundaria. Después me quedó como una segunda piel. Aunque también sé ser, como me definí en un poema, «serio como una tumba tailandesa». En algunas de las fotos para la cédula parezco casi un torturador de la guerra serbocroata. Para terminar: la solemnidad, el aburrimiento, la pedantería siguen abundando en la literatura argentina. Casi tanto como cuando Cortázar se quejaba de eso. Pero bastan un par de páginas para que uno se vaya a otro libro."
Representantes de la generación intermedia de escritores, como César Aira (a pesar de lo que declara el célebre inicio de Cómo me reí, donde el protagonista abomina de los lectores que festejan la gracia de su escritura y leen con humor la tragedia en pequeña escala de sus personajes), Milita Molina, Gustavo Nielsen, Daniel Guebel, Sergio Bizzio, Fernanda García Lao, María Martoccia, Mariano Dupont, Paula Pérez Alonso Carlos Ríos y Juan José Becerra han sembrado en sus obras, de las que puede decirse que el humor no es la característica determinante pero sí un valor recurrente, diferentes especies del humor: parodias, grotesco, absurdo, patetismo extravagante, ironía, sátiras, colmos. Antes, autores tan disímiles como Alejandro Dolina, Juan Filloy e Isidoro Blaisten habían explorado los pliegues costumbristas de la literatura local para desnudar aspectos cómicos. Los más jóvenes, sobre todo aquellos no afectados por el virus de la importancia y de la celebridad, redescubren un género que, históricamente, ha infiltrado la literatura local. Ana Ojeda, Vanesa Guerra, Cecilia Pavón, Ariel Bermani, Gerardo Quirós, Patricio Eleisegui, Luciano Lamberti, Cristian Godoy transforman sus relatos para investigar las potencias subversivas del humor, que ellos aplican a prejuicios, estereotipos, formas de hablar y de escribir, ideologías y al propio campo literario, como ocurre con Lengua muerta, de Juan Marcos Almada, El caníbal, de Juan Terranova, o como hace Flavio Lo Presti en Recuerdos de Córdoba y Yo escribo mucho peor.
Daniel Divinsky, flamante ex editor de Ediciones de la Flor, y editor consumado de obras donde sobresale, si no impera, el humor, sostiene que en la Argentina siempre se han publicado libros y revistas de humor. "Lo que pasa últimamente es que predominan los libros con «humor de calidad», sucediendo a una época en la proliferaron los libros «de chistes», que no son lo mismo, o la colección La Mandíbula Mecánica de Planeta, que nivelaba hacia abajo. Por eso no estoy de acuerdo con que la literatura nacional explore poco el humor. Mi ex editorial, De la Flor, publicó una excelente antología preparada por Ariel Magnus con textos de 200 años de humor argentino (La gracia de leer) y se puede elaborar una larga lista de autores, empezando con los más antiguos, como Arturo Cancela, Eduardo Wilde, Chamico (Conrado Nalé Roxlo), César Bruto (Carlos Warnes), el mismo Cortázar y, atravesando la cordillera que significó Fontanarrosa, el citado Ariel Magnus, brillante, Sergio Olguín, Pola Oloixarac (con un humor muy sofisticado), Marcelo Birmajer y siguen las firmas. En el nicho de la literatura de humor, Ediciones de la Flor era casi la única que le había dado un lugar al género durante varios años; hoy, muchas editoriales jóvenes lo abordan con audacia e imaginación." Galerna, como De la Flor, publica libros de narradores como Guillermo Selci y Daniel Riera; Wu Wei, a Sebastián Pandolfelli, Roni Bandini, Natalia Rodríguez Simon y Luis Mazzarello, editor del sello.
"El tema es que yo no elegí escribir libros de humor: soy humorista -dice Rudy, autor entre otros libros de una biografía humorística del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud: vida y milagros-. Desde ese lugar en la vida, que tiene que ver con una manera muy particular de mirar las cosas, es desde donde escribo. No podría escribir algo que no fuera humorístico. Me saldría algo con cierto toque de humor, cierta mirada de lo absurdo. No podría ser solemne porque no creo en la solemnidad, no me parece seria la solemnidad. En cuanto a la literatura de humor, no creo que sea un género, sino que hay humoristas, entre ellos Sendra o Santiago Varela. Los libros de humor «confunden» a los libreros y muchas veces no saben dónde ubicarlos, y pueden aparecen incluso entre los infantiles (caso Mafalda, Matías, y tantos otros de humor gráfico). También hay cuentos y novelas que en lo único que coinciden con los libros de humor gráfico es en que hacen reír. Pareciera que los libros de humor, como el humor, desorientan, desubican".
El humor argentino se expresa no sólo en imitaciones y skechts televisivos, en parodias de figurones públicos y chistes soeces sino también, de una manera más consecuente y quizás perdurable, en la literatura como una forma estimulante de crítica social, denuncia y burla de las convenciones sociales. La naturaleza del humor es compleja, antidogmática, profundamente vital, y se expresa en trastrocamientos de sentido y, sin llegar a negarlos, discusión de valores. Escritora ejemplar en el uso del humor, Angélica Gorodischer respondió así a una consulta sobre ese registro en la literatura nacional: "¿El humor en la literatura? Y, sí, siempre lo ha habido. Piensen en el señor Quevedo, por ejemplo. Ya sabemos que el humor ayuda. A escritoras y escritores también. O para ridiculizar al colega (hoy en día menos que en el siglo XVI, eso sí) o para ayudarse y ayudar a quien lee a transitar los tiempos terribles. Y todos los tiempos y todos los países han tenido y tienen (tenemos) tiempos terribles. Es bueno, es saludable que haya humor en la literatura, que podamos salir de nosotros mismos para burlarnos de nosotros mismos, que al fin y al cabo somos nosotros, ya no los dioses ni el destino, los artífices de los tiempos terribles. Claro que también podemos aplicar el humor a dioses y destino, si se nos da la gana, pero allí hay más dobleces que investigar. A mí, les confieso, el humor me sale solo y lo dejo que salga porque me encanta saber que todavía está ahí al alcance de la mano".