- Ayer anticipamos el sospechoso silencio de Cristina Kirchner. Intentamos explicar por qué nos parecía que el no apoyo público de la vicepresidenta al presidente Alberto Fernández era extraño y mezquino. También te contamos que tenía un objetivo claro: pararse a la izquierda del Gobierno para erigirse en alternativa de poder. Bajo el supuesto de que el derrumbe económico le podría explotar a Alberto en la cara.
- El tsunami de odiadores que se lanzaron contra nosotros en las redes sociales confirma que los sabuesos de Cristina están nerviosos e incómodos. No es para menos: anticipamos el sinuoso juego político de su jefa, y la pusimos en evidencia una vez más.
- ¿Sabés que cambió de ayer a hoy? Mucho. Porque la vicepresidenta tuvo que mostrar las cartas. Pero las cartas de Cristina, las que se vio obligada a mostrar, están marcadas. Es más: en las últimas horas ella se vio obligada a romper su sospechoso silencio. Y lo rompió con un acto de apariencia formal, pero que esconde una maniobra política que es preciso desenmascarar.
- Lo formal: El pedido de autorización a la Corte Suprema para sesionar de manera virtual. A esta maniobra a desenmascarar se la puede dividir en dos partes.
- Primero: El pedido para debatir de manera virtual esconde otra trampa. Porque no es para discutir varios proyectos. Es solo para discutir el proyecto de ley del impuesto a los patrimonios más altos. El proyecto impulsado por su hijo, Máximo Kirchner, y por el banquero cooperativo, Carlos Heller. Una obligación que alcanzaría a 12 mil personas con fortunas superiores a los 3 millones de dólares. Hablamos de maniobra porque se trata de una decisión unilateral y autoritaria. ¿Por qué no discutir también, por ejemplo, la propuesta de los legisladores de Juntos por el Cambio, de bajar un 20 o 25 por ciento los sueldos de toda la administración pública, nacional, provincial y municipal, incluido el poder legislativo, nacional, provincial y también municipal?
- Ya sé. Porque la propuso la oposición. O porque se le ocurrió antes a Sergio Massa y entonces Cristina no quería ser madrugada. Ah. ¿No? Perdón. ¿Por qué se trataría de una propuesta demagógica, como sostiene el presidente Alberto Fernández? Vamos de nuevo. La razón sería todavía más simple y concreta. Ella y Máximo pretenden meterle la mano en el bolsillo al sector productivo, al que presentan como "el poder económico concentrado". Y eso siempre garpa. Es fulbito para la tribuna del populismo y la revolución de café. Sin embargo la de ellos, la de Cristina, la de Máximo, la del sistema, la propia, es intocable. Es intangible.
- Cristina, Máximo y Heller deberían escuchar a su admirado expresidente de Uruguay José "Pepe" Mujica. Hace unas horas, con su cadencia de hombre simple y llano, sentenció: "Cuando las papas queman los que manejan el barco tienen que colaborar. Por qué si les pido a los otros que pongan y yo no pongo ¿es medio careta, verdad?". Con esa misma lógica, uno podría decir: "Cristina, no sea careta".
- Pero el segundo dato que explica que se trata de una maniobra, es el sesgo ideológico y de posicionamiento que contiene el proyecto impuesto a los muy ricos. Porque le servirá tanto a Cristina como a los chicos grandes de La Cámpora para plantarse como el ala "progre" de un gobierno cuyo presidente, según ellos, sería conservador y de derecha. Porque van a usar este proyecto estrambótico para hacer oposición dentro del mismo Gobierno. ¿Para qué? Para volver, cuando la circunstancias lo permitan, a tomar el poder total. No solo el de algunos ministerios, como lo tienen ahora. El poder total. Absolutamente todo. Desde la presidencia para abajo.
- Un poder absoluto que le sirva, además, para cooptar a amplios sectores de la justicia y los medios de comunicación, algo que no pudieron terminar de hacer cuando Cristina gobernaba. ¿No me creés?
- Leé lo que dijo en su último discurso Oscar Parrilli, la gran voz de Cristina cuando ella no habla. No fue hace mucho. Fue el 20 de febrero de este año, durante la conmemoración del último aniversario del Instituto Patria. Es muy relevante. Porque entonces, Parrilli, el mayordomo político de Cristina, le marcó la cancha al Presidente en ejercicio. Parrilli dijo, textualmente: "Alberto Fernández nos gobierna. Cristina nos conduce". Y después agregó: "El Gobierno va tener en nosotros el apoyo y la colaboración que necesite. Y cuando veamos cosas que están mal, también lo vamos a hacer saber".
- ¿Cómo? ¿Otra vez con el jueguito de ser oficialismo y oposición al mismo tiempo? Cuando le contaron al Presidente lo que había dicho Parrili, no lo podía creer. Le tuvieron que mandar el material para que se terminara de convencer. El Presidente tiene días y días. Hay días en los que cree que la única intención de Cristina es colaborar. Y otros la perciben como una "quinta columna" al acecho. Como alguien a la espera de la primera debilidad para volver a la carga.
- Vos te preguntarás. Pero, ¿por qué haría esto Cristina? Si ya fue dos veces presidenta y ahora ostenta el segundo cargo más importante de la política argentina? ¿Por qué lo hace? Porque no se aguanta ser segunda de nadie. Y porque tampoco soporta que Alberto la haya superado en imagen positiva, algo que esperaba, de ninguna manera. Seamos claros. Ella a Alberto lo ungió, porque no le quedó más remedio. Pero su delfín no era él. Sus delfines, son, de cara al futuro, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof y/o su hijo, Máximo Kirchner.
- Y tanto a Axel como a Máximo, le quedan como anillo al dedo este proyecto de ley. Porque erige y le pone nombre y apellido al enemigo perfecto: los ricos. Los que acumularon dinero y bienes. Cristina sabe, Axel, sabe y Máximo sabe que serán los eternos sospechados. No importa si se rompieron el lomo para fundar una empresa y hacerla productiva y rentable. Serán vistos desde el prisma de la antigua frase que dice: "Detrás de cada fortuna hay un crimen".
- Cristina no es ninguna tonta. Porque poniéndose detrás de este proyecto, quita del foco de la opinión pública a la clase política, a la que una buena parte de la sociedad le viene pidiendo que también se sume al sacrificio. ¿Quita el foco a la clase política o simplemente lo que hace es alimentar más la grieta, como lo sugirió hoy Joaquín Morales Solá en una muy interesante columna que escribió para LA NACION?
- En estos casos, siempre es mejor no prestar atención a lo que los políticos dicen, sino a lo que hacen. Porque si en apariencia el proyecto de cobrarle a los ricos tiene un objetivo altruista, al compararlo con la conducta personal, por ejemplo, de Cristina, se vuelve abstracto y hasta mentiroso. Tomemos un ejemplo muy notable y muy concreto.
- La pretensión de Cristina Fernández de cobrar todos los ingresos, sueldos y pensiones que según ella, le debería reconocer el estado. Sobre esto, Silvina Martínez acaba de presentar, online, un pedido de informes cuyo objetivo persigue: que el Estado informe si la percepción de la asignación mensual vitalicia que cobra Cristina es incompatible o no con su sueldo como vicepresidenta de la nación. ¿Por qué lo hace Silvina? Porque la ley 24.018 establece en su artículo 24 que el goce de esta pensión graciable, en su carácter de viuda de un presidente, es incompatible con el desempeño o ejercicio de un empleo público.
- Para que se entienda bien: Cristina no podría estar cobrando los 600 mil pesos mensuales de esa pensión por un lado, y su sueldo como vicepresidenta de más de 200 mil pesos por el otro. ¿Estará percibiendo Cristina Fernández ese doble ingreso? Y en el caso de que no lo estuviera haciendo, ¿por qué no lo puede informar el Estado de una vez?