Final para el empleado bancario que llegó a presidente del Central
Fábrega confesó a sus allegados que decidió renunciar en horas de la madrugada, tras ser presa de un inusual insomnio; "Así no podía seguir", se limitó a decir
"Anoche no podía dormir; pero si algo tuve claro antes de conciliar el sueño, es que, en estas condiciones, no podía seguir", confesó en la tarde de ayer Juan Carlos Fábrega a los miembros del directorio del Banco Central (BCRA), convocados de urgencia para recibir la noticia de su renuncia. Algunos de ellos la conocían o intuían desde algunas horas antes, en especial, porque pasó el día recluido en su despacho.
Para entonces habían pasado 18 horas desde que la presidenta Cristina Kirchner, con su mirada fija en él, habló de maniobras especulativas con el dólar y cargó contra lo que consideró una "falta de controles de la autoridad monetaria hacia las entidades financieras". Lo que podría significar considerarlo cómplice de la nueva corrida contra el peso.
Y una hora desde que le había comunicado formalmente la decisión a la Presidenta en una carta en la que aludió a "razones de estricta índole personal" y que le fue remitida minutos después de las 15, con la intención de que la noticia no tuviera impacto en las negociaciones cambiarias del día.
Fábrega les explicó ayer a algunos allegados que había decidido presentar su dimisión en la madrugada, tras un largo e inusual insomnio.
"Hay más de 80.000 expedientes en el Central por infracciones a la ley penal cambiaria. Va a tener que caer sobre ellos el peso de la autoridad para que no especulen y logren su cometido", había dicho con tono de indignación la mandataria, al reivindicar las denuncias que hizo días atrás el jefe de la Procelac, Carlos Gonella, el fiscal llamado recientemente a indagatoria por haber excluido al empresario Lázaro Báez de las investigaciones por lavado de dinero, pese a que muchas pistas conducían a él.
Sin embargo, el punto más álgido del discurso fue cuando la Presidenta dijo que si se podían controlar "cientos y cientos de miles de bocas de expendio" con el plan Precios Cuidados, "cómo no se va a poder controlar un universo de 80 instituciones" bancarias. El tono del reproche y la descalificación a su tarea convencieron a Fábrega de dar el paso al costado. "No me dejó margen", insistió cuando le consultaron las razones de su decisión.
La posición de Fábrega había sido constantemente esmerilada por el ministro de Economía, Axel Kicillof, quien culpaba de la actual recesión al ajuste cambiario y financiero que aquél aplicó para escapar de la anterior corrida cambiaria. Y había quedado debilitada luego de que el propio Kicillof dinamitara en público la gestión que, por encargo de Carlos Zannini, secretario legal y técnico de la Presidencia, realizara ante banqueros para tratar de evitar el default de la deuda.
Lo de antenoche fue la gota que colmó la paciencia del primer empleado bancario que había llegado a la conducción del BCRA, y que decidió, de aquí en más, ejercer de abuelo.
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