Peste no cancela Patria
Hace unos días pasé por el recorrido de los festejos del Bicentenario. Un paisaje que podría mapear de memoria y que sin embargo me atravesó como una flecha. Me perdía en una lejanía familiar y ajena a la vez. La aparente inmutabilidad de lo conocido cedía ante la ausencia: del paso de millones de argentinos y argentinas hace diez mayos al vacío -casi infinito- de este. Una década después de aquellos festejos, las calles están vacías; los recuerdos, llenos. Busco formas de explicar lo inasible: lo que duele es lo que falta. 25 de mayo de 2010. Me asaltan conceptos, imágenes, colores, olores, maquetas, corridas, sonidos, emociones, sentidos y significados. Todo se movía en otro país y en otro mundo. Miro ahora el espacio desierto. Pienso el transcurrir del tiempo en escalas superpuestas: lleno-vacío-lleno-vacío. A diez años del Bicentenario, la peste encierra la vida. Encierro no cancela fiesta patria: la transforma. Los festejos de 2010 mostraban la voluntad de acercarse a los otros, que también somos nosotros. Compartir y formar parte. Mientras la patria volaba, la fiesta trazaba trayectorias de discusión y ponía sobre la mesa el espacio público como generador de sentido. Otra forma de transmitir memoria e identidad y otra posibilidad para reflexionar. La música y la alegría convivían con los debates; los lenguajes fueron puentes. Millones de argentinos y argentinas hicieron propia esa fiesta con sus lenguas y sus convicciones; bailaron sobre las tensiones; celebraron la esperanza, las divergencias, las periferias. Todo sucedía en simultáneo. El espacio latía. Fuimos testigos de la emoción auténtica de festejar la patria. Y el festejo fue el lugar donde se cerraban las heridas sociales. Desplazamientos continuos de millones de personas que aportaban su movimiento al evento y así construían a la vez sentido e intensidad.
25 de mayo de 2020. Vacío. Ausencia. Las cosas están ahí. Las calles, los edificios, las plazas, los monumentos. Todo sigue ahí, pero no late. Faltamos nosotros, todos nosotros, para que el espacio vuelva a tener vida. Insisto: encierro no cancela fiesta. Además, hay otros espacios para hacer vivir lo público. De aquel mundo que conocimos hasta hace unas semanas parece que ahora solo quedarán reflejos con los que vamos aprendiendo a entrelazar nuevas tramas y nuevos sentidos. Se abren otros espacios públicos que se construyen a medida que esta pandemia desarrolla su crónica. Se hacen presentes desde la virtualidad que nos muestra otras formas de plantear y de plantarnos, generando y compartiendo nuevas experiencias e intensidades. No espero que estas plataformas reemplacen los abrazos de mis nietos , espero que sepamos construir desde esta ágora virtual un espacio válido para generar sentido, identidad y darle valor a lo colectivo. Que los hagamos propios, que nos desplacemos también ahí y pongamos en crisis el universo conocido para debatir cómo seguir y hacia dónde. Estos nuevos espacios públicos se extienden con nosotros y con la velocidad que les imprimen nuestras formas de mirar las realidades. Seguiremos hablando y escuchando acerca de la importancia de que todos y todas sigamos generando sentido de pertenencia a un todo. Este 25 de Mayo nos encuentra encerrados por la peste, pero con la oportunidad de movernos en estos nuevos espacios de la virtualidad. Planteemos y edifiquemos también desde ahí. Peste no cancela patria.
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