Cuando tenía 20 años, Josefina Scaglione llegó a la meca de la comedia musical: “Fue un salto al vacío”, nos dice
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La vida de Josefina Scaglione (35) desborda de letra y música. Mientras posa con su guitarra, no puede evitarlo y entona una canción. La actriz y cantante está en pareja con el director teatral Sebastián Iriarte, con quien tuvo a Imanol, de un año y tres meses. La familia la completan su perra More (que adoptó cuando vivía en Nueva York y hoy tiene 14 años), Dory –una gata que olvida casi todo; y, de ahí su nombre, como el personaje de Buscando a Nemo-- y Pappo (un gato al que llamó como el legendario músico argentino). Son pocas las artistas argentinas que pudieron llegar a Broadway, pero Josefina lo logró. Tenía 20 años cuando obtuvo el papel principal de María en el clásico musical West Side Story. Sus trabajos le valieron prestigiosos premios, como el Theater World Award y el Outer Critics Circle of New York, y una nominación como Actriz Protagónica en los Premios Tony. Sin embargo, a los dos años y con 700 funciones hechas en la meca de la comedia musical, decidió volver a su tierra.
–Estabas en el lugar deseado por muchos artistas, ¿por qué regresaste?
–El recorrido no es tan lineal, los seres humanos somos complejos. La experiencia Broadway fue maravillosa y también un salto al vacío. Un sueño hecho realidad, pero, para una chica de 20 años, era una gran responsabilidad. Estaba preparada, porque me nominaron a premios muy importantes, artísticamente fue extraordinario, pero la parte emocional por el desarraigo era muy fuerte. Además, hice algo de cine y televisión, pero empecé a sentir que no hacía pie ni acá ni allá. Y necesitaba estar en Argentina con los abrazos de mi familia y de mis amigos.
–¿Pensaste en volver a emigrar?
–Nunca me tentó volver. Fui a pasear, atravesé la ciudad de otra manera, sin correr, de una forma más amigable. Las puertas siempre están abiertas, pero me gustaría hacerlo a través del cine o de una serie. Cada expresión va encontrando su propio lugar. Por ejemplo, en octubre voy hacer Drácula en el Movistar Arena interpretando el papel de Lucy (la mejor amida de Mina) y hace seis años, hice el de Mina (la protagonista). Es como un cierre. Ahora quiero tocar mis canciones y apuntar más al trabajo como actriz. Si eso me propone vivir un tiempo afuera iré, pero instalarme no. A mí me gusta mucho Argentina. Siento que siempre nos parece que el jardín de al lado es más verde. Tenemos que valorar nuestra cultura y parte de estar acá es por apostar a mi país. Sostener en el tiempo las cosas de calidad que se hacen y que son muchísimas.
MUJER EN EXPANSIÓN
Sus abuelos maternos eran violinistas y, si bien su mamá eligió la carrera de Odontología, siempre tuvo inquietudes artísticas que le transmitió a Josefina. Por eso no sorprendió que empezara a estudiar piano a los 5 años y a los 10, comedia musical en Rosario (ciudad a la que se había trasladado la familia desde su Trelew natal). “A los 14, cantaba ópera; por eso, la decisión de venir a Buenos Aires fue totalmente natural, ya había ganado algunas becas y viajaba regularmente a tomar clases de lírico. Me instalé en un departamento muy chico en Montserrat. Digamos que vine con el cuchillo entre los dientes. [Se ríe]. Cuando hago foco en algo, allá voy. Fue en ese momento que los productores Federico González Del Pino y Fernando Masllorens (agentes literarios y gestores de exitosas obras de teatro extranjeras) me vieron por Youtube y dos años después, estaba en Broadway. Cuando regresó al país coprotagonizó Anything Goes (Vale Todo), en TV hizo el reality Tu cara me suena, también formó parte del musical infantil Peter Pan y Happyland, bajo la dirección del prestigioso director Alfredo Arias. Actualmente, protagoniza El recurso del amparo, una obra de Laura Oliva con dirección de Javier Daulte.
–¿Te pesa ser tan prestigiosa, pero quizás no tan famosa?
–La fama y la popularidad están más relacionadas con lo masivo quizás. El público del musical es más chico. Sé que mi nombre tiene un prestigio basado en mi trabajo. Mi fama tiene que ser coherente con lo que soy.
–¿Cómo llegó la maternidad a tu vida?
–Fue uno de mis grandes planteos durante la pandemia. Me pregunté entonces: “¿Quiero ser mamá?”. Y la respuesta fue “Sí”. Sebastián, mi pareja desde hace nueve años, también quería ser padre. Y nos decidimos. En el primer intento quedé embarazada de Imanol, se ve que tenía muchas ganas de venir. [Se ríe]. Somos muy conscientes de la suerte que tuvimos. Al principio, obvio, fue agotador, pero puro goce. Se incorporó a nuestro ritmo de vida. La maternidad me cambió en todo. Es mucha la demanda, un hijo requiere toda tu atención, pero por suerte tengo un gran compañero, yo elegí tener un hijo con Sebastián porque sabía cómo iba hacer. De otra manera, no lo hubiese hecho.
–Se lo ve tranquilo, con la misma vibra que tenés vos.
–Le encantan la música, los libros… Siempre fui muy disciplinada y, con la maternidad, me flexibilicé. No se puede ser inflexible siendo madre, hay que entregarse a los flujos de la vida. Tratamos de criarlo sin tantas reglas y con mucha libertad.
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