A poco de estrenar su nueva película, nos recibe en su casa de Palermo y nos cuenta sobre sus proyectos y su amor con el actor y político Luis Brandoni
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-Hola. ¿Qué hacés? Es que no hay luz en toda la ciudad: es un caos. Habría que esperar: faltan varias horas para la función. Dale, Beto. Chau-chau.
Pasado el mediodía de un miércoles abrasador, con más de 44 grados centígrados de térmica y con chicharras enloquecidas, Saula Benavente (52) atiende la llamada de Luis “Beto” Brandoni (84), su novio desde hace once años. El reconocido actor y político teme que, por el apagón masivo de electricidad, Quién es quién, la obra de teatro que coprotagoniza con Soledad Silveyra, se suspenda. Antes de cortar, Saula le ofrece venir a su casa. No: Beto va a esperar en su casa de Retiro. Ahora sería una locura atravesar la ciudad para llegar adonde vive la directora, guionista y productora de cine: un oasis en pleno Palermo con una palmera altísima en el medio del patio, una parra libanesa y una planta de papaya, una minipiscina japonesa, los gatos Bimba y Tito, los perros Pierre y Sarmiento y nueve tortugas sin nombre.

Madre de Baldomero (21, apasionado por el animé y el manga, y cerca de recibirse de psicólogo), fruto de su relación con el percusionista de Los Fabulosos Cadillacs Gerardo “Toto” Rotblat, María Saula –así es su nombre completo– es la única hija que tuvieron Saulo Benavente y Graciela Galán, dos leyendas del mundo de la escenografía y del vestuario de trayectoria nacional e internacional. “¿Si yo hubiera podido ser escenógrafa? ¡No! Me gusta la ropa, pero dibujo pésimo. Además, pienso que, cuando los hijos siguen los mismos pasos que sus padres, se genera una competencia que no está buena”, dice ella y cuenta que fue en el periodismo donde comenzó a trabajar: hacía notas sobre la bailanta, horóscopos y cubría partidos de fútbol. “Abrió mi curiosidad hacia universos distintos al mío… y pagó mi carrera. Lo que más me costaba era perseguir actores para escribir sobre sus romances. Muchos eran amigos de mis padres; era incómodo y trataba de zafar –admite; y, luego dirá:–. ¿Sabés que Beto fue alumno de mi papá en el Conservatorio de Arte Dramático? No sé de qué materia. Mi papá fue profesor de Escenografía, Luminotécnica y Escenotécnica en muchísimos lugares…”.

–Y vos, ¿cómo lo conociste a Brandoni?
–En los cruces de la vida. [Se ríe]. Nos habíamos visto en alguna que otra obra de teatro, pero el momento puntual fue en septiembre de 2013, en la fiesta que Claudio Segovia [el creador de Tango Argentino, Black and White y Flamenco Puro, entre otras] hizo en Pur Sang por sus 80 años. Era un evento a todo trapo: estaban Mirtha Legrand, Nacha Guevara, Josefina Robirosa, Teresa Anchorena… Me había tocado sentarme en una mesa junto con escenógrafos porque yo había ido con mi madre. Como le ofrecí mi silla a Soledad Silveyra, Beto me invitó para que me sumara a su mesa: “Vení a sentarte acá”, me dijo. Así nos conocimos, charlando en una mesa muy copada: estaban Ana María Picchio y Marilú Marini... Después, me invitó a una comida en su casa con Rafael Filippelli [director, guionista y productor] y su mujer Beatriz Sarlo [periodista y ensayista]. Y seguimos viéndonos. Al principio, fue raro: él era una persona más grande que yo, pero bueno… la vida.
–¿Cuál fue la reacción de tu entorno?
–Para ese momento, yo ya era grandecita: tenía 40 años. [Se ríe]. Con mi mamá, fue gracioso: ella había trabajado con Beto [Saulo Benavente murió a los 66 años, cuando Saula tenía 10; Graciela Galán, que fue vestuarista de muchas obras de teatro, de óperas y de las películas de María Luisa Bemberg, tiene 76. En este momento, en el Centro Cultural Recoleta hay una muestra –“Vestuario en escena”– que da cuenta de sus cinco décadas de trabajo]. Yo me debatía: “¿Le digo o no le digo?”. ¡Le dije, claro! “Bueno, ya está”, me respondió ella, divertida. Meses después, Beto la invitó a comer a ella y a mi tía… como para formalizar la relación. No hubo conflictos. No vengo de una familia convencional en esas cosas. Baldomero fue creciendo con Beto cerca. Una vez, cuando mi hijo tendría cerca de 13 años y no tenía con quién dejarlo porque tenía que trabajar, Beto se ofreció para cuidarlo. Lo llevó al teatro. “Mamá, yo no sabía que Beto era una estrella de rock”, me dijo cuando volvimos a casa. Se había quedado impactado con la cantidad de fotógrafos que lo esperaban fuera del teatro. Para mi hijo, Beto era un tipo normal.

–Con el paso del tiempo, ¿se les ocurrió irse a vivir juntos o casarse?
–¿Por qué? ¿Para qué? No lo necesitamos. Los dos somos independientes y grandes en distintas maneras. Luis pasó por dos matrimonios y tiene a Florencia y Micaela [son hijas de la relación de Brandoni con la actriz Marta Bianchi], que son grandes, de mi edad. También a sus nietos. Yo también he convivido antes. Entonces, con Beto, nos vemos cuando tenemos ganas y no nos vemos cuando no queremos. Tenemos distintas edades y esa diferencia se nota en algunas cosas. A mí me gusta levantarme y quedarme en pijama lo más que puedo en mi jardín dándoles de comer a mis perros, gatos y tortugas; él, en cambio, es de desayunar en la mesa con el diario. Es fantástico no vivir juntos… Quizás ahí está la clave de la relación.
–¿Les complicó la diferencia de edad?
–Seguramente, al principio, debe haber habido comentarios maliciosos. A mí, me costó desde el prejuicio que yo no sabía que tenía del tipo: “Ay, ¿qué van a pensar de que estoy con un hombre grande?”. Me duró un segundo. De la edad ni me doy cuenta. Con Luis, hemos armado un vínculo muy lindo, en donde la edad no es tema. Si, por ejemplo, tengo un cumpleaños y sé que él no la va a pasar bien, no voy con él. Y viceversa. Compartimos lo que nos une y lo que nos hace bien a los dos, cosas simples, como salir a comer juntos después de una función. Si bien a mí no me gusta cocinar, a Beto le encanta: hace unas pastas increíbles. Hace poco, nos compramos una máquina para cortar cebollas en forma de flor. Nos pasamos toda la tarde haciendo cebollas fritas junto con sus hijas, mi hijo y varios amigos.

–Antes se decía que evitar hablar de política garantizaba parejas duraderas. ¿Discuten sobre la realidad?
–Nos gusta mucho conversar. Y, cuando cada uno está en su casa, nos hablamos todo el día por teléfono. Políticamente, pensamos parecido. Me gustan mucho la política y la historia. Mi próximo proyecto se centrará en el ’73 al ’76, un período del que no se habla tanto. Al igual que Nacha Guevara, Héctor Alterio, Norman Briski y Horacio Guaraní, Luis se exilió en esos años de violencia, persecución y censura, previos al golpe militar.

us tortugas tus animales? No toda la gente es pet friendly.
–Se copa. Habíamos adoptado juntos una galga, y la llevábamos a Palermo a hacerla correr todos los días. Los animales suponen una responsabilidad compartida. Pero Beto no puede hacerse cargo de cuidar animales: va y viene; tiene una vida más activa que la mía, que puedo resolver mi trabajo desde mi casa. Mi hijo Baldomero, que es fan de los animales como yo, los alimenta y los saca a pasear cuando nos vamos de vacaciones con Beto. O cuando hacemos alguna escapada si podemos coordinar. Este año, él hará dos películas: Parque Lezama bajo la dirección de Juan José Campanella; y la segunda parte de Nada, dirigida por la dupla Cohn-Duprat con su amigo Robert De Niro. Algunas escenas se rodarán en Nueva York y, si puedo, lo acompañaré de la misma manera que él me acompaña a mí. Estará conmigo este 17 de abril cuando se estrene Una vez un circo, mi tercera película [un documental sobre el circo de Moscú] o cuando se anuncien los ganadores del mecenazgo [Saula preside un programa que ayuda a distintas artes]. Llevamos mucho tiempo juntos. Nos queremos mucho y disfrutamos compartir la vida.
-Hola. ¿Qué hacés, Beto? Ah, ¿ya volvió la luz? ¡Qué bien!


Maquillaje y peinado: Joaquina Espínola @joaquinamakeupartist

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