La estilista de moda y actriz Natalia Señorales abre las puertas de su departamento en Colegiales: un universo vibrante donde cada rincón cuenta una historia y el color se convierte en una herramienta para habitar con alegría
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En el corazón de Colegiales, un hogar luminoso y expresivo condensa el espíritu inquieto y artístico de quien lo habita. Actriz, estilista de moda y amante del color, Natalia Señorales buscó crear un departamento que fuera, ante todo, una fuente de bienestar cotidiano.
Su gran conocimiento y familiaridad con el ámbito de la indumentaria le otorga las bases para saber que, así como la ropa puede cambiar su estado de ánimo, las formas de “vestir” a su casa también.
Ese fue el punto de partida de una decoración que mezcla espontaneidad, intuición y mucha alegría. Lo que empezó como una elección inconsciente, con el tiempo se volvió su sello: un estilo que combina alegría, eclecticismo y una mirada muy personal sobre el diseño.

Cuando vio por primera vez este departamento, la enamoró su luz natural y la sensación de amplitud. Sin embargo, el cambio no fue inmediato. Se necesitaron litros de pintura blanca y una buena dosis de estilismo para convertirlo en el hogar que ella soñaba.
Hoy, ese proceso se traduce en un espacio lleno de carácter y calidez que comparte con su hija Nina. Con sentido del humor, llaman a su casa “Rulomanshon”, un juego de palabras que celebra sus rulos y su complicidad. El naranja es un sello de identidad: se repite en su pelo, en los textiles y en los detalles del living.
Casi una puesta en escena
El living es un espacio donde el color marca el ritmo y los objetos cuentan historias. Natalia lo piensa como si fuera una escenografía: combina muebles nuevos con hallazgos vintage, compone murales con prints y serigrafías, y no teme probar mix intensos.
Pero la decoración, lejos de quedar fija, está en permanente movimiento. Mueve muebles, cambia cosas, renueva texturas.

La estilista disfruta de resignificar objetos: restaurar, lijar, pintar, intervenir. Su lámpara de pie del comedor, por ejemplo, la recuperó ella misma: la cromó y la dejó como nueva.

El pequeño sillón vintage naranja, comprado online y tapizado a medida, es uno de sus tesoros. Frente a él, una mesita de acrílico y una lámpara completan la escena. Ese rincón se transforma, muchas noches, en una especie de cine doméstico.
La cocina, un laboratorio de color

El mundo de Natalia Señorales está atravesado por los colores, y su cocina no es la excepción. En ese pequeño universo de tonos pasteles y vajilla artesanal, todo es digno de foto. Los individuales multicolor, las cerámicas hechas a mano y la convivencia entre el rosa y el colorado —una combinación que muchos temen— reflejan su espíritu libre y su mirada abierta.
En la cocina también hay lugar para la memoria: una silla de hierro rescatada de su antiguo balcón, que pintó y vistió con almohadones, volvió a tener protagonismo. Cada objeto trae consigo una historia.

Dormitorios y mundos interiores
El dormitorio es otro reflejo fiel de su personalidad: cálido, expresivo, íntimo. Allí conviven muebles de segunda mano, estampas, colores y un gran espejo que se roba la atención. Natalia lo pensó como un espacio de calma, donde el rosa aporta abrigo y el azul serenidad.

El cuarto de Nina, su hija adolescente, es un capítulo aparte. Lo único que hizo la madre fue pintar de negro una mesa del balcón anterior para transformarla en escritorio. El resto lo eligió ella.
Nina, amante de la música, toca guitarra y teclado. En su estantería de madera, exhibe los tesoros que encuentra en las ferias: juguetes vintage, cámaras analógicas, vinilos.
Hasta los radiadores, que llegaron en mal estado, pasaron por una intervención creativa: los pintó en plateado y tonos pastel, inspirada en una película nórdica. Y, como toque final, sumó muchas plantas naturales.

Agradecemos a OHLALÁ! su colaboración en esta nota.
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