El Estudio Ripani y Flota Creativa restauraron de cero una casona de 1920 y la convirtieron en un lugar de cocina de autor con una impronta real, simple y minimalista.
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“Piedra Pasillo nace del sueño de hacer un restaurante que sintetizara los viajes que compartimos con mi hermana. Nos inspiramos, sobre todo, en los restaurantes europeos armados en cuevas o grutas", nos contó el arquitecto Lucas Ripani, de Estudio Ripani, a cargo del proyecto. La hermana en cuestión es Juliana, que desde Flota Creativa le dio un concepto, nombre e identidad visual.

El equipo de Ripani se deslumbró por aquel tipo de arquitectura, con espacios al estilo “caverna” despojados de cualquier tipo de decoración y que marcaban una tendencia hacia los inicios del proyecto. La casona en ruinas parecía un lugar inmejorable para generar la sorpresa de ese contraste.

Una casa-cueva
“Nos imaginábamos el lugar minimalista y muy personal. Lo más interesante fue demoler las paredes para generar espacios continuos, pero dejamos parte de los bordes picados como si fuesen las ‘cicatrices’ de la casa”, dice Ripani.

Piedra Pasillo obtuvo una mención en la Guía Michelin 2025 por “su marcado carácter, un equipo de sala encantador y paredes como ‘rotas’ (la cocina queda a la vista por un gran hueco de ladrillo)”.

“Como la cocina es lógicamente un pilar fundamental en este tipo de restaurantes, había que destacarla, mostrarla junto con sus actores. Para hacerlo, hicimos un gran agujero que es más que un simple pasaplatos: es una mirada al corazón del restaurante”.
“Quisimos unificar todos sus espacios a través de un monomaterial y una paleta neutra y homogénea para reflejar lo natural, lo rústico y lo autóctono”.

A la mesa

La propuesta gastronómica de Piedra Pasillo, experimental y moderna, está a cargo de los reconocidos chefs Lucas Canga y Tomás Couriel.
La vajilla y los objetos únicos se hicieron mano en cerámica y gres en tonos tierras.
Al Fondo, un bar escondido
Al planificar el restaurante, el equipo de arquitectos lo dividió en dos: adelante, Piedra Pasillo, con “una impronta más seria, estructurada y luminosa”; atrás y en primer piso por escalera estaría Al Fondo, un bar oculto, más oscuro.



“Al fondo bar propone ‘un lado B’, más experimental, donde el error cobra otro sentido. Las paredes están rasqueteadas, predomina el gris cemento, el crudo y la textura del material como contexto de una experiencia”.

El foco está en su barra, que destaca por ser un laboratorio con macerados propios sin etiquetas y en grandes frascos de vidrio. Allí, reina el color natural y el vidrio, que le da transparencia al proceso creativo de ingredientes, así como la libertad de experimentar diferentes sabores.

“Con ese tipo de barra quisimos iluminar la belleza de la imperfección. Lo que lo hace único al bar es su conjunción de elementos de diseño y el concepto llevado al extremo”.
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