Una interiorista acompañó a una joven familia en el paso de su primer hogar a un piso donde la sofisticación convive con frescos contrastes
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“No queremos que sea formal”, fue el primer pedido de los dueños de casa. Y, a continuación, doblaron la apuesta: “Y tampoco queremos hacer obra”. La interiorista Rosa Benedit tenía ante sí un desafío mayúsculo para el que, sin embargo, estaba bien preparada.
Con un legado familiar vinculado al arte y la arquitectura (hija del maestro Luis Benedit, nieta del arquitecto Alberto Prebisch), se formó en Francia y trabajó en Yves Saint Laurent y en la Ópera de París antes de volver a Buenos Aires para profundizar en el desarrollo textil y consolidarse en el diseño interior.

Con ese bagaje abordó la reforma del hogar de esta familia joven con dos hijos de 5 y 7 años. “Ellos venían de un departamento más chico e informal. Mudarse acá fue un cambio importante, como que estaban haciendo un upgrade en todo sentido”.

El plus fue la importante colección de arte a la que pudieron acceder en la última etapa del proceso y que reveló una grata sorpresa para Rosa, porque incluía varias obras de su padre. “Fue un trabajo lindísimo, con muy buenos clientes que se coparon y confiaron. Así, pude crear libremente siguiendo sus consignas, y por eso el resultado nos representa”.
“Me gusta tener una reunión en la casa del cliente para ver sus cosas y captarle la onda. En general, nadie quiere aburguesarse, pero hay que encontrar ese equilibrio tan personal entre lo elegante y lo canchero”.
Las dimensiones del departamento permitieron sectorizar los espacios definiendo un área social donde predominan el arte y el diseño de autor, separada del comedor diario y del sector más relajado para compartir con los chicos.
El proyecto de la reforma avanzó sin disponer de la colección de arte, de ahí que los ambientes (con excepción de la cocina y un cuarto infantil de color) sean cajas neutras en un off white perfectamente adaptable a las obras que llegaron al final.
La cocina
Frente al desafío de renovar este espacio sin cambiar muebles ni revestimientos, a Rosa se le ocurrió armar una cápsula de color.
“Sacamos las puertas, las mandamos a laquear y unificamos con un celeste que toma el protagonismo y te envuelve desde el cielo raso”.
Todo conectado
En el departamento, el playroom y el comedor diario se vinculan armoniosamente con la cocina de tonos azules y el dormitorio infantil, pintado en un vibrante amarillo.
Para el comedor diario, se eligió un banco fijo, que ocupa menos espacio que las sillas y permite aprovechar el rincón y sumar más lugares.
Cuarto de niños
El dormitorio de los hermanos de cinco y siete años se actualizó con amarillo y, al igual que en la cocina, el color cubrió las paredes, los muebles y el cielo raso.
En la vasta colección de los dueños, Rosa encontró piezas de su padre, el artista Luis Benedit. “Había mucho de mi niñez, como el cuadro de Tintín, que nos encantaba. Fue muy lindo porque, además, cuando hay tanta obra, te podés dar el lujo de colgarlo en un cuarto infantil”.

Dormitorio principal
La suite mantiene el concepto de caja neutra, con placares que tienen las puertas y los cajones entelados en rafia, además de tiradores de formas orgánicas.
Los rojos, azules y verdes en la zona de la cama funcionan como una vibrante isla de color.

En todos los ambientes se complementaron los spots existentes con artefactos bien elegidos; algunos, como los faroles del baño, diseñados especialmente por Rosa. “Tener varios puntos de luz es lo que le da clima a un espacio”, asegura.

Este espacio también hizo un cambio radical sin obra: se mantuvo el mármol negro del piso y las mesadas, pero acompañado de un nuevo enchapado en madera y un zócalo alto con cerámicos facetados. El broche de oro es el cuadro de Luis Benedit de fondo.
La terraza
Para mitigar la frialdad de este ambiente, se eligió un color borravino en divina combinación con el verde de las plantas. Como en el interior los ventanales dejaban poca superficie para intervenir, el cielo raso se cubrió con tela y se le aplicó un dibujo de varillas que corta y da ritmo.
Ubicada en el último piso del departamento, la terraza privada cuenta con un deck de PVC restaurado.
“Queríamos que este nivel diera la sensación de vacaciones, en contraste con la elegancia de las áreas sociales de abajo. Usamos textiles, trenzados, cañas, fibras naturales... Como si fuera un hotel en Bali”.

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