Antes dejada de lado, recién ahora la legislación reconoce que puede dar lugar a vinos de calidad
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“Mi papá tenía viñedos en la zona del este mendocino, en San Martín, en los que tenía plantada una gran cantidad de hectáreas de variedades de uvas criollas, entre ellas la Criolla Chica –recuerda el enólogo Alejando Pepa–. Cada vez que hablábamos de vino surgía la misma discusión en la que él me decía que cuando lograse hacer una Criolla bien elaborada, con toda la magia, iba a ser un vinazo. Yo, en mi ímpetu de juventud, le decía que no, que teníamos que ir por varietales como el Malbec, el Chardonnay o el Cabernet Sauvignon”.
Muchos años más tarde, ya como jefe de enología de la bodega salteña El Esteco, Pepa decidió hacerle caso a su padre e ir detrás de ese gran vino con Criolla Chica. “Empezamos con un proyecto a partir de viejos viñedos, plantados en 1958, en el que elaboramos la Criolla de todas las formas posibles: en tanques de acero, en piletas, en barricas nuevas y en barricas viejas, hasta que llegamos a los huevos de cemento, y logramos hacer un gran vino de Criolla Chica, que me mostró que mi viejo tenía razón”, cuenta.
El Old Vines de Criolla Chica de El Esteco lanzado en 2015 fue uno de los pioneros en tomar en serio a una variedad que por aquel entonces era considerada menor, solo apta para vinos con poco vuelo. Pero desde entonces, cada vez son más los exponentes de alta gama elaborados con esta variedad, una de las más antiguas en ser plantada en territorio argentino.
Pero finalmente el cambio de estatus real llegó hace unos días, cuando el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) publicó en el Boletín Oficial una resolución que establece que “la variedad Criolla Chica es apta para elaborar vinos de calidad”.
“Esto es adecuar lo que pasa en la realidad a la reglamentación”, comentó Alejandro Vigil, enólogo de Catena Zapata y El Enemigo. “Nosotros entendemos que en este vino se encuentra parte de la identidad de nuestra viticultura y la expresión de variedades que fueron olvidadas”, agregó.
El origen
Conocida también como Uva País en Chile, Negra Corriente en Perú o Misión en México, la Criolla Chica ha estado presente en el continente americano desde los tiempos de la conquista española. Se cree que es originaria de Las Canarias, donde se la llama Listán Prieto.
Hasta ahora, la legislación argentina no solo la consideraba una uva no apta para vinos de calidad, sino que había establecido que el vino obtenido a partir de esta variedad debía clasificarse como rosado. Sin embargo, ¡es tinta!, y eso es lo que ahora reconoce el INV.
“La Criolla Chica es un tinto ligero, de menor intensidad, que está en sintonía con un estilo de vino que ya hace bastante que se ha impuesto en el mundo (como el Pinot Noir, la Garnacha, la Mencía o el Nebbiolo), y que permite acompañar comidas que no se llevan tan bien con tintos más pesados”, comentó Santiago Mayorga, enólogo que produce una Criolla Chica de alta gama en la bodega mendocina Cadus.
¿Qué esperar de la Criolla Chica? “Es una variedad que hoy se está trabajando generalmente en zonas frías, a partir de viñedos antiguos, en donde podemos obtener vinos con aromas frutales, especiados, minerales y florales. En la boca tiene una textura muy importante y una acidez no muy alta, lo que da lugar a vinos extremadamente buenos para el maridaje. Además –agrega–, hemos visto que son vinos que evolucionan muy bien con el tiempo, desarrollando notas de rosa, de grafito, de tabaco y de higos, que las emparentan con algunos vinos italianos”.
La nueva resolución del INV abre caminos para la Criolla Chica, muy especialmente en materia de exportación. Por un lado, elimina la confusión vino rosado/vino tinto, ya que si bien suele tener una tonalidad no tan elevada como un Malbec o un Cabernet Sauvignon, en la copa funciona como un tinto.
Por otro, la elevación de rango permite que los vinos elaborados con esta variedad lleven en su etiqueta referencia a su origen, sea Cafayate, Luján de Cuyo o San Rafael, por mencionar algunos. O incluso indicaciones geográficas más pequeñas y específicas.
“Al ser considerada ahora una uva fina se puede mencionar su origen, su indicación geográfica, y eso para nosotros es muy importante –asegura Mayorga–. Porque cuando hablamos del terroir de un vino estamos hablando justamente de eso, de su origen de la región o incluso del viñedo particular del que proviene el vino”.
Son pocas las hectáreas con Criolla Chica que subsisten (apenas algo más de 300, lo que representa poco más del 0,1 de la superficie de viñedos). Quizás el nuevo status aliente su revancha.
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