Al quedarse atrapado en un análisis excesivo, se terminan perdiendo oportunidades valiosas que podrían haber impulsado el crecimiento o desarrollo personal
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El exceso de pensamientos negativos tiene un costo mucho mayor del que aparenta. Dedicarle demasiado tiempo a la reflexión, a las creencias limitantes y a los pensamientos intrusivos hace que se descuiden aquellas acciones que, de manera contraria, sí podrían impulsar hacia el progreso y el cambio.
A raíz de la ansiedad paralizante que se desencadena, estudios como el titulado “Pensar demasiado: una revisión sistemática de un lenguaje común de angustia” demuestran que la rumiación negativa tiene consecuencias no deseadas no solo en el estado de ánimo y mental sino también en la salud física.
Para paliar las consecuencias, en su libro El líder mentalmente fuerte Scott Mautz, instructor y autor especializado en salud mental, asegura que una de las formas más eficientes de desarrollar la fortaleza mental y dejar de sobrepensar se resume en dos palabras: “Ya veremos”. El contexto de sus dichos refieren a una columna de opinión publicada en CNBC en la que el experto sugiere cambiar los pensamientos rumiantes que comienzan con “¿Qué pasaría si…?” por “Ya veremos”.
De acuerdo con él, quienes piensan demasiado se cuestionan constantemente “¿Qué pasaría si...?” que es, en definitiva, una pregunta imposible de responder. “Si te das cuenta de que aparece este cuestionamiento hay que cambiarlo rápidamente por un ‘ya veremos’ que es una forma de pasar de la parálisis por análisis a la aceptación”, explicó.
Para Mautz el cambio de enfoque hace que se reduzca la ansiedad y se favorezca un estado mental más positivo y decidido. “Imaginemos que se acerca una presentación importante. Si aparecen pensamientos sobre lo que podría salir mal decir ‘ya veremos’ permitirá calmar esa charla interna y adoptar una actitud más relajada”, afirmó. Asimismo, añadió que la frase tiene una connotación de acción, a diferencia de la duda constante que provoca la pregunta “¿Qué pasaría si…?”.
Cuatro herramientas poderosas para dejar de pensar demasiado
Para aprender a manejar el hábito de pensar en exceso Mautz compartió cuatro prácticas que ha enseñado a personas que enfrentan el sobrepensamiento crónico, logrando en ellas resultados sorprendentes. Sus consejos, diseñados para brindar herramientas prácticas y efectivas, tienen como objetivo reducir la carga mental, mejorar el enfoque y potenciar la capacidad de acción en el día a día.
1. Volver a abrir la puerta solo cuando llegue nueva información
La sobrepensación se intensifica cuando uno no deja de reconsiderar las decisiones tomadas y se niega a cerrar la puerta definitivamente. Para Mautz esto genera incertidumbre y confusión tanto para uno mismo como para los demás.
“Las decisiones se deben basar en la mejor información que se tenga disponible en ese momento y luego seguir adelante. No hay que retroceder a menos que se obtenga nueva información o contexto”, destacó.
2. Distinguir entre pensar demasiado y resolver problemas
Volver una y otra vez a recapitular escenarios y posibilidades se disfraza, usualmente, de una estrategia de resolución de problemas. “Parece que estás haciendo algo útil y productivo, pero no es así. Solo estás dando vueltas en círculo”, declaró.
3. Suponer que hay buenas intenciones
Gran parte del pensamiento excesivo proviene de interpretar demasiado las situaciones, suponer intenciones negativas y analizar en exceso las palabras o acciones de los otros. Esto –explicó Mautz– puede llevar a pensar que alguien intenta perjudicarlo o que actúa únicamente en beneficio propio.
El especialista sugiere cuestionarse por qué se asume que eso es lo que está sucediendo.
4. Evaluar el verdadero impacto de estar equivocado
En ocasiones la necesidad de pensar en exceso surge por el miedo a las consecuencias de cometer errores. “Podría ser razonable reflexionar demasiado si se está considerando nadar junto a un gran tiburón blanco. ¿Pero sobre la decisión que se tomó en la reunión de ayer? No tanto”, dijo.
En esos momentos sugirió indagar en el costo real de estar equivocado.