Especialistas explican la manera de atravesar esta etapa de la mejor manera y dan recomendaciones para seguir disfrutando de la intimidad
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La falta de deseo sexual es uno de los problemas que suele sumarse al conjunto de cambios que enfrentan las mujeres cuando llegan a los 50 años, provocados por la menopausia. Además de luchar contra los sofocos, la falta de sueño y los cambios en el estado de ánimo, es importante prestarle también atención a la salud sexual.
Hoy existen tratamientos cada vez más sofisticados para abordar los problemas sexuales frecuentes que llegan con la menopausia: la disminución o la ausencia del deseo y el trastorno de excitación.
Durante el climaterio, el cuerpo sufre –como en la adolescencia–, una revolución hormonal. La mujer paulatinamente deja de producir estrógenos, lo cual hace que las paredes de su vulva y vagina se vuelvan más delgadas, dejen de lubricarse (esencial para sentir excitación), y esta sequedad vaginal produzca, además, dolor durante las relaciones sexuales, atentando severamente contra las ganas y la predisposición futura para un encuentro íntimo.
A la vez, a causa del paso de los años, los niveles de testosterona en la mujer disminuyen (hormona encargada de despertar el deseo), por lo tanto, el combo se vuelve explosivo. No hay deseo (o hay poco) ni suficiente excitación.
En los hombres, en cambio, los niveles de testosterona bajan, pero se mantienen parejos hasta bien entrados los 70 años, según las especialistas. Con estos datos, las preguntas emergen solas: ¿Estamos mal hechos de fábrica varones y mujeres? ¿Por qué es tan cruel la biología femenina? Hay quienes coinciden con este diagnóstico, pero las médicas consultas aseguran que no. Sin negar los desafíos que enfrentan los seres humanos en la mitad de la vida para mantener una buena salud sexual, ofrecen vías de resolución. Eso sí, entendiendo que, a partir de los 50, algo cambió para siempre: tener interés por el sexo ahora, requiere de tiempo, energía (¡y dinero!). No es algo que se da automáticamente. Como cuando uno tenía 18.
“Es mi caso. Invierto mucha plata en óvulos, cremas y tratamientos para que mi cuerpo pueda seguir funcionando como antes y así y todo me cuesta conectarme con el deseo. A veces, cuando llega la noche, me voy al living a ver una película y esquivarle a la cama. Pasan un par de semanas sin sexo y se me prende una alarma. Me siento desconectada de mi esposo y me vienen los fantasmas; pienso que en cualquier momento me va a ser infiel”, cuenta Sofía, una mujer de 57, casada hace 26 años.

Abordaje sistémico
Para Sheryl A. Kinsberg, psicóloga clínica y jefa de la división de Medicina del Comportamiento del Departamento de Obstetricia y Ginecología (University Hospitals, Cleveland Medical Center), referente de su país en el tema, Sofía no es la regla. “Todavía existe la creencia de que, a medida que la mujer envejece, el sexo ya no le interesa como antes. Y no es así. Escucho a muchas que se encuentran insatisfechas porque quieren modificar conductas y no logran hablar abiertamente con sus terapeutas sus preocupaciones respecto a sus hábitos sexuales”, señala. Y es clave que lo hagan.
Para ella, los trastornos deben y pueden ser abordados eficazmente desde una perspectiva biopsicosocial. Desde lo fisiológico, por ejemplo: utilizar óvulos de estrógeno para la vagina y cremas con ácido hialurónico para contrarrestar los síntomas que afectan el tracto genital urinario (sequedad; ardor, picazón, dolor en las relaciones). O las cremas para mejorar la respuesta de excitación sexual como la sildenafil (un tratamiento experimental que se aplica localmente para aumentar el flujo sanguíneo en los genitales). También fármacos –que solo se comercializan en EE.UU. ,ya que no están aprobados por Anmat en la Argentina– para combatir la falta de deseo o la ausencia de fantasías sexuales: Addyi (flibanserina en píldora), Vyleesi (bremelanotida inyectable).
Los pellets o geles/cremas de testosterona (bioidénticas), que se usa para abordar el deseo sexual hipoactivo, se utilizan en el país, aunque no han pasado los controles de Anmat (off label), por eso, no existe un criterio unificado por parte de los especialistas. “Recomiendo solo la testosterona que existe en la industria farmacéutica para uso masculino, en dosis mucho menor para la mujer”, explica la sexóloga clínica y ginecóloga Lucila Martin Moreyra.
Respecto a los tratamientos de reemplazo hormonal, hace pocas semanas, llegó desde EE.UU. una noticia que muchos celebran: la FDA retiró las alertas más severas de estos medicamentos (píldoras, parches y cremas de estrógeno y progestina). Desaparecerán del etiquetado las advertencias sobre mayor riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, cáncer de mama y demencia.
Desde lo psicológico, también hay mucho por hacer. La ginecóloga Florencia Repossi, especializada en fertilidad y climaterio, describe al sexo como una mesa de cuatro patas: está lo hormonal; lo visual (leer, ver películas o escuchar podcasts eróticos que activan neurotransmisores en el cerebro, órgano sexual por excelencia), lo emocional (satisfacción con la propia vida), y la calidad de vínculo de pareja que uno tiene. “En esta etapa uno no se excita fácilmente con el “lomo” de ese hombre (que ya tiene su pancita) o la mujer (con las lolas caídas). Me parece clave, entonces, poner la mirada en sentirse valorada, en hacer sentir bien a la otra persona y encontrar espacios de conexión y disfrute en lo cotidiano”, comenta. Más aún en parejas que llevan mucho tiempo juntas. Justamente, para la sexóloga clínica y ginecóloga Lucila Martin Moreyra, los dos factores que más atentan contra el deseo sexual, son la menopausia y una pareja estable de años, donde el aburrimiento y la monotonía son la raíz del problema.

Kingsberg alienta a generar novedad en los encuentros, para combatir la rutina. Los juguetes sexuales son para ella un buen recurso para experimentar nuevas sensaciones. “Estoy pensando en incursionar con ellos. Confieso que me da pereza ocuparme”, agrega Sofía.
También dialogar, comunicar preferencias; negociar y comprometerse con la pareja. “Cuando hay una discrepancia grande del deseo entre las dos personas, emergen conflictos. Quien siente menos apetito sexual no sabe cómo explicar lo que le pasa, y empieza a mostrarse menos afectiva/o porque teme que su pareja tome esos gestos de cariño como una iniciativa para el sexo”, dice la médica estadounidense. Sofía acota: “Hubo momentos en que me sentí muy presionada para tener sexo dos veces por semana. No tenía ganas y él se lo tomaba como algo personal, como que no lo quería más”.
Para Martin Moreyra, la menopausia (más que la postmenopausia) es sin duda una etapa desafiante, pero cree que la buena noticia es que podemos considerarla también como un nuevo inicio, donde todo el camino andado permita a la mujer estar más libre de prejuicios, saber qué le gusta y que no, con más tiempo para empezar aquello que había relegado. Y seguir haciendo actividades estimulantes de a dos, para que el otro se vuelva atractivo, desde un lugar que no involucre solo la belleza corporal.
Recreando los encuentros, dándose más tiempo antes y durante para que surja la excitación. “El ‘rapidito’, ya no corre más”, explica Sofía. “Necesito un toque de romanticismo (una rica cena a solas), antes de tener sexo. Y una buena copa de vino”, agrega con humor.
Lo motivacional también pesa. Martin Moreyra invita a las mujeres a hacerse una pregunta clave: ¿para qué quiero seguir sosteniendo los encuentros sexuales? “Si me interesa cuidar la intimidad, y defender el disfrute, estaré en condiciones de ocuparme”, señala. Por supuesto que con una mirada realista. Entendiendo que, el sexo en esta etapa es más reactivo y receptivo que proactivo (frecuente en quienes inician nuevas parejas). “Y está bien así”, afirma.
Un espacio a cuidar
Las tres especialistas consultadas defienden a capa y espada la vida sexual. “Es fundamental. Experimentar placer es saludable y forma parte de nuestra fisiología. El despliegue hormonal que se da cuando uno tiene sexo afecta nuestro bienestar”, comenta Repossi. “Cuando el sexo es bueno en una pareja aporta valor y cuando brilla por su ausencia, crea mucha frustración y conflictos”, agrega Kingsberg.
Dentro de los aspectos sociológicos, las terapeutas comentan que influyen las creencias (religiosas, tabúes), expectativas y valores que tenemos en relación con el sexo, al placer y al amor. Martin Moreyra analiza un aspecto cultural interesante: sostiene que hemos sido educadas para ser mujeres “deseables” (para lo cual se necesita tener un cuerpo joven y bello) y no “deseantes” (cualidad que no se pierde con la edad). El tema claro es que, a veces, la lucha es interna: uno se mira al espejo a los 50 y pico y se ve vieja (canosa, seca, arrugada) y eso afecta negativamente la autoestima y la sensación de seguir siendo sexy.
Pero no todo está perdido. Seguramente habrá duelos que transitar para volver a conectar, desde un lugar distinto, con el cuerpo y con el placer. Entendiendo a la menopausia como un período nuevo de la vida donde sigue siendo posible desplegar nuestro ser con energía, creatividad y pasión. Para que surja también las ganas de seguir cultivando el disfrute y la energía sexual.
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