Si bien la predisposición genética es importante, los especialistas coinciden en que la neuroplasticidad es clave
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No es que sea muy inteligente, es solo que me quedo más tiempo con los problemas.
No tengo talentos especiales, soy profundamente curioso.
Ambas citas están recopiladas en la obra The Ultimate Quotable Einstein de la autora y editora de Princeton University Press, Alice Calaprice, respecto de los comentarios más famosos que el físico alemán les atribuyó a aquellas áreas de la vida en las que se destacaba.
Ciertamente, el talento es un fenómeno fascinante y misterioso que tiene al ámbito científico desconcertado desde hace tiempo. A pesar de la gran cantidad de avances en la comprensión del cerebro y la genética, la razón detrás del por qué algunas personas poseen habilidades extraordinarias en áreas específicas y otras no, sigue siendo en gran medida inexplicable.
El talento humano tiene una asombrosa variabilidad que permite que algunas personas nazcan con una habilidad innata para, por ejemplo, la música; mientras que otras se destacan en las ciencias exactas o en los deportes. ¿Qué es lo que hace que estas diferencias sean tan marcadas? Varias investigaciones han intentado develar el enigma, pero la respuesta sigue siendo inconclusa.
“Esta cuestión de las habilidades ha sido un tema de debate en la comunidad científica durante muchísimo tiempo y la respuesta aún sigue siendo compleja por lo que no se la puede reducir a una sola afirmación”, explica la doctora Teresa Torralva (M.N. 20816), directora del departamento de Neuropsicología del Grupo Ineco. Según informa la experta, algo fundamental a tener en cuenta antes de abordar el tema es diferenciar las nociones de talento, inteligencia y creatividad. Torralva define el primer concepto como “una persona que se desempeña en una determinada capacidad por encima de la norma”; delimita la palabra inteligencia como aquello que hace que alguien responda a una circunstancia de manera adecuada y con motivación aplicando sus conocimientos previos y sus habilidades. “La creatividad aparece cuando se proporciona una solución o una interpretación de un problema/producto que es significativo y novedoso”, añade sobre dicha capacidad.
La genética y el entorno son áreas de enfoque claves en la búsqueda de explicaciones sobre las habilidades que desarrollan ciertas personas. Torralva asegura que sí existe una predisposición genética para algunas habilidades y talentos, por ejemplo, a ciertos rasgos físicos, destrezas cognitivas y dotes artísticos que pueden ser heredados de los padres.
El estudio de Minnesota
Abordajes como el Estudio de los gemelos de Minnesota, dirigido por el psicólogo Thomas J. Bouchard, han demostrado que esto es cierto y que la genética cumple un papel relevante en la determinación de las habilidades. En 1990, Bouchard y sus colegas publicaron los resultados de un estudio iniciado en 1979 sobre el desarrollo de gemelos criados en diferentes entornos. Los investigadores evaluaron fisiológica y psicológicamente a mellizos monocigóticos que crecieron separados, comparando la similitud con los que fueron criados juntos. El objetivo de la investigación era ahondar en el concepto de “heredabilidad” –en qué medida la influencia de los genes contribuye a la expresión de un determinado rasgo personal– ideado por Bouchard para calcular qué grado de diferencia en los gemelos era atribuible a la variación genética y qué parte a la crianza (ambiente) u otros aspectos.
Al analizar las respuestas de los gemelos en varios tests, los estudiosos notaron que aquellos que crecieron separados en la adultez manifestaban las mismas similitudes que los que se criaron juntos. Bouchard y sus colegas concluyeron que los factores genéticos tienen una gran influencia en los hábitos de comportamiento, lo que pone de manifiesto la influencia de la genética en el desarrollo personal.
Cabe destacar que, entre todos los casos de gemelos estudiados, llamó especialmente la atención “la pareja de los Jims” –apodo que se les brindó–. Nacieron en 1940 y fueron adoptados por dos familias distintas cuando eran bebés. Al reencontrarse 40 años después se convirtieron en un caso mediático resonante y decidieron participar en el estudio de la Universidad de Minnesota. Se les pidió que completaran las mismas pruebas que el resto y como resultado, las puntuaciones fueron notablemente similares en todas.
Cuando se les pidió que hicieran un dibujo, hicieron lo mismo. Bouchard quedó “asombrado” por los resultados de los gemelos, entre los que se reunían una gran cantidad de coincidencias: ambos se casaron y divorciaron de mujeres llamadas Linda. Se volvieron a casar con mujeres llamadas Betty, tenían preferencia por las matemáticas y la carpintería, pero rechazo por la gramática. Ambos recibieron formación para ser policías, bebían y fumaban de forma parecida, tenían el hábito compulsivo de morderse las uñas y padecían fuertes migrañas. Nombraron a sus hijos igual, pero con distinto apellido.
Por otro lado, Torralva añade que, si bien la genética es importante, parecería no ser la única variable que determina los talentos propios. “Tenemos la influencia del entorno también. Sabemos que la estimulación temprana o un ambiente educativo propicio desde chicos nutre y desarrolla el talento de un individuo”, enfatiza. Para la neuropsicóloga, la exposición a ciertas actividades, ambientes educativos y el apoyo familiar son cruciales para fortalecer las tendencias/preferencias/inclinaciones que luego decantan en habilidades.
“Se trata de una interacción compleja entre ambos factores. Hoy con certeza sabemos que el talento rara vez puede atribuirse solamente a la genética o al entorno; siempre es el resultado de la combinación de ambos”, añade.
Otro hecho que puede explicar la evolución del talento en un individuo es la neuroplasticidad, un proceso de aprendizaje neurobiológico que representa la capacidad del sistema nervioso de cambiar su reactividad como resultado de activaciones sucesivas. Su investigación se convirtió para los estudiosos del cerebro en uno de los más grandes y revolucionarios descubrimientos de los últimos años. “Hoy sabemos que podemos cambiar durante toda la vida y que nuestra personalidad, toma de decisiones y acciones dependen del input que estemos dando a nuestras neuronas. Por ende, somos capaces de entrenar nuestros talentos. De potenciar los que nos vienen dados de nacimiento y cultivar los que nos parezcan atractivos”, afirma Jackie Delger, neuropsicoeducadora y Life & Business Coach.
Delger hace énfasis en que existen dos descubrimientos científicos en torno del cerebro que son imprescindibles a la hora de hablar de talento. Según detalla, uno es que todos nacen con una serie de preferencias personales y estilos de pensamiento vinculada a un área del cerebro que les permite ser más eficientes en la ejecución de determinadas tareas. El segundo punto que resalta es que el área “eficiente” es tan competente que por naturaleza usa solo una centésima parte de la energía corporal comparada con las otras áreas del cerebro.
“Durante toda nuestra vida somos más eficientes cuando usamos una destreza administrada por el área preferente de nuestro cerebro, porque aprendemos más rápido y cometemos menos errores”, aclara Delger. Consecutivamente resalta que estos descubrimientos mencionados contradicen la popular hipótesis de que las personas con un mayor coeficiente intelectual (CI) podían aprender y hacer cualquier tarea bien y que quienes no, quedaban “condenados al fracaso”.
El poder del aprendizaje
Actualmente, esto fue reinterpretado por las ciencias de la educación en que cada persona tiene una preferencia y una capacidad natural para ciertas tareas y funciones y para otras no, independientemente de su nivel de inteligencia. “La habilidad consiste en escoger, usar y aprovechar las destrezas administradas por el área de nuestro cerebro que es más eficiente por naturaleza. De hecho, cuando el cerebro está funcionando así, cualquier trabajo se hace fácil e incluso divertido”, sintetiza la neuropsicoeducadora.
Coincide con lo mencionado Torralva quien, además, confirma que la práctica regular y la dedicación son componentes esenciales para desarrollar un talento incluso si alguien tiene de por sí la predisposición genética. “Esa habilidad no se cultiva ni se perfecciona si no se la ejercita. De no hacerlo puede terminar en la nada”, advierte. Asimismo, la neuropsicóloga añade que no se debe pasar por alto la importancia de las oportunidades de acceso a la educación y a la cultura ya que estas colaboran para desarrollar talento por mérito propio.
Anders Ericsson es profesor de psicología de la Universidad de Florida y mundialmente conocido como uno de los mayores expertos en el desarrollo de habilidades. Autor de best sellers, manifiesta en su obra Numero uno: Secretos para ser mejor en lo que nos propongamos que son necesarias 10.000 horas de práctica deliberada para que una persona domine una actividad específica y pueda ser considerada “un maestro”. En el libro, Ericsson repara en que su hipótesis no es una regla fija dado que en el camino a ser habilidoso pueden influir factores genéticos, de entorno, familiares o de educación. Pero sí asegura que “ya no existen limitaciones de nacimiento”.
A más horas dedicadas a la perfección de un conocimiento, mayor excelencia, considera el experto. Michael Howe y Harold Schonberg son dos investigadores que, basados en la teoría de Ericsson, decidieron analizar la precocidad de Wolfgang Amadeus Mozart para convertirse en un “genio” de la composición musical. El compositor austríaco empezó a aprender música desde que tuvo uso de razón bajo la tutela de su padre y su hermana, ambos músicos. Comenzó a componer a sus siete años y a los veintiuno, los estudiosos estiman que acumulaba más de 10.000 horas entre composición, práctica y conciertos.
Una historia similar se repite en uno de los padres de la modernidad: Bill Gates. El fundador de Microsoft contó en reiteradas ocasiones cómo atravesó su infancia y adolescencia trabajando arduamente para alcanzar sus metas. Consultado por esta cuestión en una entrevista, Gates dijo que en “todas las historias de éxito hay pequeños elementos diferenciadores”. Según expresó, “se trata de establecer círculos constantes de trabajo en los cuales en el 90% de los casos el trabajo va a ser rechazado. Se tiene que tener la suficiente suerte y ser especialmente fanático de una idea para continuar hasta el final”.
La nueva era
Desde siempre las escuelas miraban lo homogéneo, pero hoy en día el sistema educativo hace que los niños y jóvenes piensen desde un lugar de protagonismo, considera Darío Alvarez Klar, fundador de la Red Educativa Itinere que cuenta con colegios en la Argentina y Uruguay y presidente ejecutivo del HUB Educación & Innovación. Para él, este nuevo paradigma en la educación colabora con el cultivo del talento. “Hoy las propuestas educativas dan espacios electivos y buscan formas para que los chicos puedan explorar. No todos aprendemos de la misma manera ni nos interesan las mismas cosas”, dice.
Alvarez Klar cree que muchos de estos cambios tuvieron que ver con la Unesco y con instituciones internacionales similares que en los últimos años focalizaron su trabajo en modificar esas creencias limitantes sobre la adquisición del talento.
“Hay que generar formatos eclécticos en el aprendizaje porque si te quedás en una vereda, le quitas posibilidades a los chicos”, afirma. En concordancia con lo propuesto por Delger, también asegura que el enfoque homogéneo que asocia las habilidades y el talento con un alto coeficiente intelectual es obsoleto. “Ya se demostró hace bastante que el coeficiente intelectual alto puede colaborar en la fácil comprensión de áreas como las ciencias duras, pero también puede traer limitaciones en los aspectos emocionales o sociales que otros sí pueden tener más desarrollados”, dice.
Una reflexión que deja: “Nunca estuve a favor de los cuadros de honor. Te premian por las altas notas, pero ¿qué pasa con la personalidad de uno, su manera de ser, sus habilidades artísticas, sociales o deportivas? Son dejadas de lado”.
“Hoy llegó el momento de despertar los talentos que nos hacen únicos”, agrega Delger. “Todos somos portadores de tesoros enterrados. Es como una semilla interior, para que florezca hay que ponerla en una maceta y cuidarla. Estos talentos nos fueron dados por una razón y creo que es hasta nuestra obligación desarrollarlos”, destaca. Para la neuropsicoeducadora, solamente actuando con ellos y a través de ellos se aprende a desarrollarlos y utilizarlos de una mejor manera.
Xesco Espar, exjugador español de handball y licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en la Universidad de Barcelona, es un atleta consagrado que debutó en las categorías inferiores del FC Barcelona y alcanzó la cima de su deporte.
“Cuando llegué al Barça me di cuenta de una cosa: de los malos era el bueno, pero de los buenos era el malo. Entonces como no era tan bueno para estar en ese equipo me enfoqué en pasar a entrenar a los juveniles”, cuenta en una entrevista para el ciclo Aprendemos Juntos de BBVA. “No cambié mi objetivo, cambié el vehículo”, asegura. Lo más difícil era ganar la copa europea y gracias a las habilidades que desarrolló con los años, pudo alcanzarlo como entrenador. Para Espar ante los desafíos no hay que bloquearse, sino que hay que cambiar el camino.
Una característica que presentan las personas talentosas es que suelen estar por encima de la excelencia. “El significado de la vida es el de darnos cuenta que todos poseemos talento y que nuestro deber es tomarlo, hacerlo crecer y ponerlo al servicio de la sociedad”, expresa Espar.
Diez hábitos para mantener el éxito
Xesco Espar, exjugador y entrenador de handball y licenciado en Ciencias de la Actividad Física, resalta cuáles son las 10 rutinas indispensables de las personas extraordinarias.
- Ambición: La gente extraordinaria es ambiciosa, pero no por querer más cosas sino porque se esfuerza por ser mejor. “Es una ambición que se destaca por querer aportarle más a la sociedad”, dice Espar.2
- Excelencia: Procurar dar lo mejor de uno desde el primer momento cada vez que se enfrenta un nuevo desafío. Cualquiera sea la ocasión, lo importante es mantenerse siempre concentrado.
- Automotivarse: Quienes tienen este hábito no esperan a que venga alguien de afuera y les dé ánimo; llevan el fuego de la motivación por dentro de forma natural porque se dedican a lo que más les gusta.
- Entiende el fracaso: “Las personas extraordinarias que estudié fracasaron muchas veces y se dieron cuenta de que lo contrario de ganar no es perder, es no hacer nada”, señala. Superan los bloqueos y saben impulsarse desde el fracaso.
- Actuar: Son individuos que saben lo que significa e implica actuar. No dicen lo que piensan hacer, sino que directamente lo hacen. “La acción y la no parálisis son hábitos básicos de estas personas”, asegura.6
- Ser buena persona: Según señala, es mucho mejor y más rentable ser buena persona de verdad porque la gente tiende a apoyar más a quienes son de esta manera. Aunque hace una aclaración: “ser buena persona no es ser un bobo”.
- Trabajar en equipo: Una cualidad para conseguir lo que se desea en la vida es también ayudar a los demás a que sean exitosos. Una herramienta fundamental para lograr objetivos. Nada se logra de manera individual.
- Liderar: Se trata de ayudar a los demás a que crean más en sí mismos. Son personas que hacen crecer a su equipo y confían en su capacidad antes que ellos para lograr metas. Practican el liderazgo con autonomía.
- Tener coraje: Es el hábito que permite crecer, porque a pesar de tener miedo, implica arriesgarse. El coraje ayuda a abordar aspectos que uno se piensa incapaz de conseguir, pero que si pone la mente en eso, se abren puertas.
- Vivir el presente: Espar cree que la sociedad se divide en dos grupos: los soñadores, que planifican a futuro y los que viven en el pasado. Sugiere evitar acercarse a estos extremos y quedarse en el medio, es decir, en el ahora.
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