Una muerte dudosa a menos de un mes de un crimen conmocionante enciende el misterio en los bosques de Palermo
Un cadáver sin identificar fue encontrado el día de hoy en la laguna Victoria Ocampo
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En menos de cuatro semanas, la Plaza Sicilia, situada junto al Jardín Japonés, en el corazón del parque Tres de Febrero, fue escenario, nuevamente, de una muerte.
En ese enclave de Palermo Chico, el 30 de agosto pasado, el ingeniero civil Mariano Barbieri fue asesinado cuando cruzó hasta ese vergel para hacer una meditación a la luz de la luna y un delincuente que “rancheaba” en la zona lo acuchilló en el corazón para robarle el celular. Hoy, con las primeras luces del día, vecinos que caminaban por el lugar vieron que un cuerpo exánime que asomaba en las aguas del lago Victoria Ocampo, a no más de medio metro de la orilla.
Según las primeras estimaciones de los médicos legistas, esta vez no se habría tratado del producto de un acto criminal. La presunción es que el muerto podría haber sufrido un ataque cardíaco antes de caer al agua. El hombre, de entre 40 y 50 años, aún no pudo ser identificado, ya que en sus ropas no se encontró ninguna identificación y nadie se presentó en alguna comisaría a reclamar por una persona desaparecida. Se presume que se trataría de una persona en situación de calle. La autopsia –que iba a comenzar a última hora de hoy– y un posterior cotejo de huellas podría ponerle nombre y apellido y establecer la causa probable del deceso.
Un efectivo dijo a LA NACION en el lugar: “Fue encontrado a medio metro de la orilla, no tenía documento, no tenía golpes, parecía un hombre normal, quizás le agarró un paro cardíaco. Se lo llevaron a hacerle huellas”. Los peritos estimaron que la muerte se habría producido durante la madrugada. Eso explicaría, parcialmente, que el hallazgo del cuerpo recién se haya producido cuando el sol comenzaba a calentar la mañana fresca y algo ventosa.
Movimiento uniformado
A las 14.30, más de 20 uniformados de la Policía de la Ciudad habían formado un semicírculo que separaba a los periodistas que cubrían el suceso del margen noroeste de la laguna, en la intersección de las avenidas Sarmiento y Adolfo Berro. En las inmediaciones había tres patrulleros, un colectivo y una combi de la fuerza, además de varios móviles de canales de TV.
La plaza sigue embarrada en los sectores donde soterraron el cableado de los postes de luz recientemente colocados tras el asesinato de Barbieri, hace 27 días. Al menos cuatro postes con cuatro faroles LED cada uno han sido colocados en distintos puntos del parque.
La mitad que da al centro-norte del perímetro de la laguna de cinco mil metros cuadrados, la más pequeña de Palermo, que se encuentra frente al patio de esculturas del museo Monumentos y Obras de Arte (MOA) estaba custodiada. Un camión de Bomberos de la Ciudad estacionado de culata contra la laguna, justo al lado de una glorieta, tenía las puertas abiertas; los efectivos de la Policía Científica acababan de subir el cadáver, envuelto en una suerte de sábana, sobre una camilla.
La plaza sigue embarrada en los sectores donde soterraron el cableado de los postes de luz recientemente colocados tras el asesinato de Barbieri, hace 27 días. Al menos cuatro postes con cuatro faroles LED cada uno han sido colocados en distintos puntos del parque.
Quienes paseaban por el lugar miraban con curiosidad y asombro el despliegue mediático y policial; la mayoría, sin entender el motivo. En la mitad y la margen sur de la laguna la historia era distinta. En la tarde primaveral, de cielo despejado, sol y algo de viento, muchos vecinos y turistas tomaban sol y mate, charlaban y hacían pícnic, e incluso practicaban yoga o dormían la siesta. Ahí nadie se había percatado de lo sucedido.
“No tenía ni idea de que encontraron a alguien muerto”, dijo a LA NACION Guillermo, un vecino de 36 años. Él y su mujer tomaban sol junto a su labrador cachorro a la orilla de la laguna. Cuando se anotició de lo ocurrido, especuló: “No hay profundidad acá, es raro”. Guillermo explicó que si bien hubo despliegue policial tras el asesinato del ingeniero civil, poco a poco se fue esfumando “No creo que dure mucho en esta ocasión”.
Allí cerca, en El Tambito, continuaban las obras de remodelación del inmueble. El Jardín Japonés estaba repleto de visitas, había una cola que iba desde el ingreso sobre Berro y se extendía dando la vuelta sobre Casares hasta mitad de cuadra.
Mirtha y Mariana, dos señoras jubiladas que frecuentan el parque para pasear a sus perros –dos caniches y un salchicha–, dijeron, con sospecha: “Para mí lo tiraron... nuestros perros nadan ahí y mirá lo que son. Es muy raro. Acá nunca pasó nada y de repente tenés dos muertos en menos de un mes”.
Ante el estado de la plaza, dijeron: “Pusieron faroles con luces y unas cámaras después de lo de Barbieri, pero no dan abasto. En la Noche de los Museos anduve caminando por acá y estaba bastante oscuro”. Las vecinas sienten que se mantuvo la presencia policial en la zona: “Veo regularmente autos, camionetas, cuatriciclos y gente de la policía patrullando”.
David, de 50 años y vecino de la zona desde hace cinco, opinó: “Pusieron más iluminación después del asesinato de Barbieri. Estaban los cuatriciclos y la policía, pero esta semana ya no vi a nadie. Se fueron”.
El vecino se mostró preocupado: “Me preocupan los chorros. Vi un video de uno el otro día en Recoleta. Si viene uno de gorrita y jogging estás robado, sonaste. Es así. Hay muchos pibes en la calle. Hay vendedores ambulantes que pasan las noches por acá, escondidos en los matorrales de la laguna. Otros están a la pesca para afanar. Te apuran. El muerto puede ser uno de ellos. Se pelean entre ellos. Vienen de todos lados”.
“Hay mucha gente acá, siempre. Son lugares tranquilos y familiares, pero pasan cosas, mirá esto... Y ayer hubo una persecución policial por acá cerca, anduvieron a los tiros”, explicó el vecino. Se refería al caso en el que dos motochorros le robaron la camioneta a un diplomático turco, hecho que terminó con uno de los ladrones abatidos.
Indignado, el hombre concluyó: “Lo que yo no entiendo es que durante la pandemia frenaban a todo el mundo acá, te pedían documento. No podías caminar o salir a trotar. Y ahora no hay nadie”.
Cristian, parrillero del puesto El Águila 1, el más cercano al sitio del hecho, le explicó a LA NACION mientras atendía a dos turistas brasileros que, en portuñol, le habían pedido algo para comer; “Acá pusieron más luz, pero sigue estando oscuro. Los ladrones que estaban del otro lado del lago se vinieron para este lado. No hay mucha presencia policial, esa es la realidad. El sábado anduvieron a los ‘corchazos’ acá cerca. Roban mucho, es turístico, se hacen un festín los delincuentes. Los extranjeros son ‘pollo’”.
Para cuando LA NACION se retiraba del parque, una hora después, de los 20 efectivos quedaban unos cinco, de los patrulleros uno y el colectivo se había ido. Los vestigios de lo sucedido eran escasos. El pasto de invierno en la zona estaba pisoteado por efectivos y periodistas, y una cinta roja y negra de la policía, partida, flameaba en la escena del crimen.
En la causa, caratulada de manera preliminar como “averiguación causal de muerte dudosa”, interviene la Fiscalía en lo Criminal y Correccional N°53, a cargo del fiscal Matías Di Lello, que espera para mañana el informe de la autopsia que comience a esclarecer el misterio de la muerte del hombre aún no identificado.
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