
Violencia de género
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El testimonio de Julieta Prandi duele. Es difícil dimensionar la soledad y angustia que debe haber vivido durante todos esos años hasta que logró romper el círculo de la violencia en el que estaba sumida, en el silencio, para pedir ayuda, primero y después para denunciar al hombre que la hacía vivir ese calvario y que, a la vez, era su esposo y padre de sus hijos. Ahora, solo queda esperar la sentencia, después de cinco años de aquella denuncia. Ella, sus abogados y una buena parte de la sociedad esperan una condena ejemplar, que sirva para que muchas mujeres que viven situaciones similares en silencio puedan romper ese círculo de la violencia. Porque no es sencillo. Ni poner en palabras lo que se vive puertas adentro del hogar, ni animarse a denunciar, ni sostener esa denuncia frente a presiones, amenazas o chicanas. Mucho menos, esperar los tiempos de la Justicia y lograr una condena.
Los especialistas en violencia de género explican que la historia de la modelo y conductora es un reflejo de la realidad de miles de mujeres que son víctimas de violencia dentro de sus propios hogares. Algunos números que pueden ayudar a dimensionar: en lo que va del año, 150 mujeres fueron víctimas de femicidios, solo 30 de ellas habían denunciado previamente al agresor. Significa que llegar a la denuncia no es nada sencillo para quien sufre violencia. Cuando esa denuncia efectivamente se produce, en promedio, pasaron seis años de calvario silencioso, hasta que por alguna situación la víctima pudo hablar. De cada 10 mujeres que sufren violencia, tres deciden contárselo a alguien y solo dos denuncian.
Pero casi en la mitad de los casos, después de la denuncia no sostienen la acusación, no porque hubiera sido falsa, sino por recibir presiones para retirarla o no insistir, desde amenazas físicas hasta económicas. Además, una mujer tiene tres veces más chances de morir dentro de su propia casa que cuando sale a la calle: el año último, el 76% de los homicidios que tuvieron como víctimas a mujeres fueron femicidios, según estadísticas de la Unidad Especializada del Ministerio Público Fiscal de la Nacion (UFEM). Solo el 24% fueron asesinadas en un intento de robo o como parte de una venganza, entre otros. En la mayoría de los casos, el victimario era o había sido pareja de la víctima.
¿Cómo salir de una situación de violencia doméstica? ¿Qué herramientas tiene una mujer? ¿Por qué es tan difícil salir y cómo se puede lograr hacerlo?
Fabiana Tuñez es fundadora de La Casa del Encuentro, una organización pionera en llevar el registro de femicidios nacional, desde antes del Ni Una Menos. Además fue directora del Instituto Nacional de las Mujeres durante el gobierno de Mauricio Macri, actualmente dirige la agrupación Las Julietas (por Julieta Lanteri). “De los 150 femicidios ocurridos este año, solo 30 tenían denuncias previas. Esto es así, porque para una mujer que vive una situación de violencia es muy difícil acceder a visibilizar la denuncia, porque tiene miedo que no le crean y que no pase nada, de quedar en la calle o no tener recursos económicos o emocionales para sostener lo que se le viene después. Hay personas que pregunten por qué no hiciste la denuncia. Se hace cuando se puede. Muchas veces, pasan años de calvario. Julieta Prandi lo explicó, ella esperó cinco años para un juicio. Los tiempos judiciales pueden ser muy largos. Y la mujer que denuncia tiene que tener la contención emocional, un buen asesoramiento jurídico y la situación económica para afrontarlo, algo que es en el contexto político actual cada vez más difícil, porque se promueven los discursos de odio contra las mujeres, la única campaña real es la que busca desacreditar a quienes denuncian y se desfinanciaron todos los programas de ayuda y asistencia. Hoy, en el 144, (la línea telefónica que atiende denuncias de violencia de género) trabajan la mitad de los operadores que antes, pasaron de ser 150 a unos 70. Y la realidad es que cada 30 horas una mujer es asesinada en un femicidio”, apunta Tuñez.
Y agrega: “Todas esas son las razones por las que la mayoría de las víctimas de violencia son víctimas silenciosas, que la mayoría de las veces no llegan a denunciar. Y el Estado no llega a enterarse que hay una situación de peligro. Hoy, cada 30 horas una mujer es víctima de un femicidio”.

“Hoy, la mayoría de las mujeres que sufren violencia no tienen acceso a un abogado, o a un psicólogo, o quizás no tienen en su entorno personas que las contengan y sostengan emocionalmente, sino todo lo contrario. Incluso cuando cuenta lo que está viviendo, se la desalienta porque de qué va a vivir. Estas situaciones no ocurren de un día para el otro. Fueron años en los que el agresor la fue aislando, sacándola de su círculo familias, social, laboral, para crear una total dependencia. Cuando una mujer puede poner en palabras lo que está viviendo ahí se termina el poder del agresor. El poder simbólico de dominación”, agrega Tuñez.
Natalia Gherardi es abogada y directora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género ELA. “Es habitual que sea muy difícil para mujeres de distintas edades que atraviesan violencia física, sexual o psicológica, llegar a la denuncia. Sobre todo, es muy difícil poner fin a esa situación. Muchas veces, muchas mujeres logran resolverlo y salir de esa relación. Muchas otras veces, no y es recién a partir de una denuncia. Por qué es tan difícil, porque lo que entra en juego es el proyecto de vida. El círculo de la violencia se monta sobre una dependencia afectiva y muchas veces también económica”, explica
Llegar a la denuncia, dice Gherardi, es una instancia que pocas mujeres logran en comparación con las que sufren la violencia. “De cada 10 que dicen haber sufrido violencia, tres deciden contarlo a alguien y solo dos denuncian”, explica. “No es sencillo denunciar. Está lleno de trabas, la Justicia no te acoge, te cuestiona más a vos que el agresor, te revictimiza. Y quienes eligen avanzar con una denuncia, muchas veces se encuentran con un laberinto judicial que es difícil atravesar sin un buen abogado y sin un contención emocional y un sostén económico”, explica.
Además, prácticamente es imposible para las mujeres que sufren violencia acceder a los planes económicos que apoyen a las víctimas, dice Gherardi. “En dos años cambió la percepción social, de algunos formadores de opinión y de quienes tienen responsabilidades públicas sobre cómo corresponde acompañar esos procesos y sobre cuál es el mecanismo de resolución para solucionarlo. Sin embargo, esto no refleja necesariamente la opinión de la población. En el último relevamiento que hicimos, más del 70% dijo que considera que es responsabilidad del Estado acompañar y asistir a las víctimas”, dice.
Mariela Labozzetta es la fiscal a cargo de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) del Ministerio Público Fiscal de la Nación. “Son minoría las mujeres que cuando sufren violencia intrafamiliar pueden hacer inmediatamente la denuncia. Porque no es algo que ocurre de un día para el otro. En general, primero se naturaliza, y crece paulatinamente. Empieza con violencia verbal, con una forma de hablar y va escalando, muchas veces pasan años hasta que llega a ser violencia física y sexual. En todo ese tiempo se fue construyendo una telaraña de manipulación. Después, el comportamiento es cíclico. Por eso se habla del círculo de la violencia”, sostiene.
En general, después de la agresión, viene un momento de arrepentimiento, cuando la víctima decide poner fin a la situación y el agresor dice estar arrepentido, pide perdón. “Eso se llama el momento de luna de miel, donde el victimario dice ‘no lo voy a hacer más’. Pero es solo una etapa. Muchas mujeres hacen la denuncia en el momento que tienen miedo, cuando sintieron que están en peligro, pero cuando vuelve ese círculo, dicen que quieren retractarse”, apunta Labozzetta. Y agrega: “El tiempo que pasa entre la denuncia y que se llega a un juicio en general es largo, por muchos factores. Las últimas estadísticas indican que tanto los delitos sexuales y como violencia doméstica son los que tienen mayor cifran negra”.
La Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia lleva casi 17 años de funcionamiento y año tras año, aumenta el registro de denuncias que llegan allí. “La tendencia es en alza, año a año aumentan los casos. En el primer trimestre de 2025, tuvimos un crecimiento del 9%. Y en promedio, cuando una persona se acerca por primera vez a denunciar lo hace después de 6 años de haber sufrido violencia. Y la incidencia de las denuncias falsas es muy baja”, explica María Emilia Sesín, secretaria letrada de la Corte Suprema, a cargo de la OVD.
“Eso significa que se prolongan muchos años de sufrimiento atrás de cada denuncia. Se ponen en juego muchas cosas en esta violencia. Aparece el pedido de perdón del agresor, la víctima le cree que puede cambiar, o siente el temor y la incertidumbre qué va a pasar, el factor económicos es muy fuerte. La edad de los hijos incide en la posibilidad de denunciar, incluso el hecho de tener o no hijos. Vemos que las mujeres que no son madres llegan antes y que las que tienen hijos demoran más años en denunciar. Eso lo refleja las estadísticas”, explica Sesín.
De las 4746 denuncias recibidas en los primeros tres meses de 2025, unas 53 por día, 2643 se convirtieron en presentaciones judiciales y las demás quedaron en consultas informativas. El 73% de las víctimas de las denuncias eran mujeres y el 43% de los agresores eran sus propias parejas. (Del total de 884 varones afectados, el 53% eran menores de 18 años). En el 95% de los casos, quienes denunciaron habían sufrido violencia psicológica; el 44% violencia física, y el 44% violencia simbólica. La violencia económica y patrimonial afectó al 30% y la sexual, del 7%. En el 26% de los casos, el riesgo era alto o altísimo.
“Quien sufre violencia está apartada de todo ese círculo que crea la persona administra los vínculos y genera una dependencia. Incluso este año tuvimos una persona que se animó a denunciar después de 68 años de sufrir violencia. Muchas veces, esa denuncia llega cuando los hijos son más grandes, o cuando la víctima percibe ese peligro inminente para su vida, o de sus hijos, o cuando por alguna razón el agresor comienza a resultar menos poderoso en la relación”, explica la directora de la OVD.



