El kiosco, parte del ADN de los argentinos
Desde un imponente local en una ciudad metropolitana hasta una pequeña ventana en Tilcara: los kioscos argentinos son tan versátiles como únicos en el mundo. Una muestra rescata parte de nuestra idiosincrasia nacional
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Le sucedió a cualquiera que haya viajado más allá del Río de la Plata: no existen los kioscos. O, al menos, no existen tal como los conocemos por aquí, como emprendimientos de todo tipo de tamaño y estructura, en donde se pueden conseguir desde golosinas hasta gaseosas, cigarrillos, figuritas coleccionables, preservativos, panchos, recargas de SUBE y hasta bebidas alcohólicas y DVDs con las películas en cartel pirateadas. Los kioscos pueden ocupar toda una esquina o apenas un pasillo; estar abiertos las 24 horas o cerrar a la hora de la siesta; ofrecer asientos con una pantalla de televisión o tener cajas de cartón amontonadas como mostrador. Son una pequeña empresa pero también el primer “rebusque” cuando el desempleo golpea a una familia y se abre la persiana de la ventana que da a la calle con un cartel escrito a mano.
“No hay una única forma de definir un kiosco para un argentino. Incluye desde una local mega diseñado e inspirado hasta una persiana, es un fenómeno que no se ve en ningún otro lugar del mundo”, le explicó a LA NACIÓN Hernán Tchira, uno de los curadores de la muestra fotográfica “Kioskos Argentinos”, que puede verse hasta el domingo 13 de noviembre en Plaza San Martín, en el barrio porteño de Retiro.
La exhibición acompaña la edición de un libro en el que queda plasmado este reducto tan local como familiar, que se ha visto transformado con los años sin perder su esencia. “Me gusta pensar a los kioscos como refugios. Los que somos más grandes recordamos que es el lugar en donde hablábamos por teléfono público o jugábamos al metegol. Es también un punto de encuentro con amigos, un sitio en donde si nos portábamos bien o nos iba bien en la escuela nos compraban un premio”, graficó.
Del rito de iniciación al kioskero emblema
Eduardo Sacheri, una pluma autorizada a la hora de describir el ADN argentino mezclando nostalgia con el pulso de los tiempos, escribió una semblanza de este ícono, destacando que el kiosco es un sitio en el que pasamos gran parte de nuestra infancia pero también el escenario de la transición hacia la madurez: es el primer lugar al que nuestros padres nos dejan ir solos.
“Y llega un día en que tu padre o tu madre te convocan, se toman un segundo para mirarte, como si te estuvieran midiendo. Te aclaran (porque se lo están aclarando a ellos mismos, a sus propias dudas) que tengas cuidado. Que mires al cruzar, que ojo con el colectivo, que estés atento a la chicharra de la barrera. Y vos entendés. Entendés que se acabó eso de ir de la mano. Que terminaron, por fin, las miradas fastidiadas de tus hermanos. Que terminó eso de ser un simple ladero en una misión que te desborda. Que las próximas palabras que va a soltar tu padre, o tu madre, mientras alarga un billete por encima de la mesa, son, ni más ni menos, las cinco palabras que estás esperando desde hace tanto, tanto tiempo: ‘Necesito que vayas al kiosco’”, firma Sacheri.

El emocionante texto es parte de la muestra y del libro, que recopila casi un centenar de imágenes, creadas en el marco de las celebraciones por los 65 años de la empresa argentina Arcor. “Pero no se trata de una pieza publicitaria, sino de un verdadero homenaje, que tiene a los kioscos en el centro de escena y que busca revalorizarlos“, aseguró Tchira.
Para el curador, el rescate del kiosco también debe incluir a su protagonista principal, el kioscero: “es una figura de alguien que tiene información sensible tal como dónde para un colectivo o qué nos conviene comprar, además de que en muchos casos se forman lazos de muchos años y uno puede decirle a un amigo: ‘no voy a estar en casa, ¿me dejás las llaves en el kiosco?’, por ejemplo. El kioskero del barrio cumple un rol único”.
¿Habrá kioscos dentro de 50 años o serán reemplazados por máquinas expendedoras o servicios de entrega online? Es difícil hacer futurología pero este ícono argentino sobrevivió a tantas modas que parece difícil que no pueda ser reconvirtiéndose.
“Lo que es parte tan fuerte de la identidad argentina subsiste siempre, más allá de los cambios y siempre habrá alguien dispuesto a abrir su propio camino. El kiosco es muy argentino porque los argentinos somos emprendedores. De hecho, pensá que cuando alguien tiene un trabajo alternativo o empieza una actividad lateral decimos ‘abrió un kioskito’. Es la marca del emprendedor, que logra superar obstáculos aunque todo lo que tenga sea una persiana...”, concluyó Tchira.
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