La Buena Medida, el tradicional bodegón de La Boca, corre riesgo de cerrar
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Como si fuera un faro de alta bohemia, el bar La Buena Medida abre a duras penas todos los mediodías iluminando las historias de un barrio de La Boca que ya se ha ido. A pocos metros de la esquina donde se asienta este boliche un grupo de muchachos en 1905 fundaron el club, Boca Juniors. El mismo año y casi en el mismo lugar abrió sus puertas este notable bodegón que hoy se debate entre continuar o cerrar.

“Si las cosas no mejoran este año, vamos a tener que tirar la toalla”, afirma con determinación y algo de tristeza, Tony Schiavone, “El Tony” para todos, dueño del bar. “No me preocupan tanto los aumentos de tarifas como la falta de trabajo, la gente ya no viene a comer. No hay trabajo”, asegura.

Ubicado en la esquina de Suárez y Caboto, frente a la emblemática Plaza Solís, donde está la piedra basal del Club Atlético Boca Juniors, la sensación es de una batalla perdida. “Me duele decirlo, pero el barrio que yo conocí no es éste. Antes cuando había un incendio, todos corríamos a ayudar, ahora se acercan para robar, en las sudestadas el vecino que vivía arriba hacía lugar para guardar los muebles del que vivía abajo. Esa solidaridad se perdió”, sostiene Tony. Con el cambio de identidad barrial, se fueron los hábitos que marcaban la personalidad boquense, los bodegones como La Buena Medida no han resistido y debieron cerrar. “Cambió el dinero, que hoy ya no tiene valor”, determina quien nació en el mostrador y se cansó de ver el salón con sus mesas llenas de vecinos.
La Buena Medida, en sus comienzos, fue un almacén de ramos generales. Entonces La Boca era como un pueblo apéndice de la ciudad de Buenos Aires. Los inmigrantes llegaban y se establecían en conventillos que eran fabricados con los restos de los barcos.
Genoveses, rusos y árabes se mezclaban en las calles de un barrio en donde el español era un idioma extraño. Esa mezcla fundó al barrio y abonó el crecimiento del país. Luego vendría Quinquela Martín y le pondría color a este universo variopinto que encontró un refugio en las cantinas y en los bodegones. “Eran las tres de la mañana y las familias paseaban por el puerto, esperando que pasara el Vapor de la Carrera que cruzaba el río hasta Montevideo”, recuerda Tony, mientras su mirada se posa en las calles abandonadas del barrio.

El movimiento del puerto era incesante, había barcos de pesca japoneses que traían centolla del Sur, su abuelo tenía un puesto de venta de melones frescos, el Ministerio de Obras Públicas estaba en la isla Demarchi y las balsas regresaban repletas al fin del día, con gente que antes y después iba al bodegón. “Acá lo típico era que antes de laburar, a las seis de la mañana te pedían un chop con un sándwich de crudo y queso. Cuando me encuentro con esta realidad, no la puedo creer”, se entristece Tony.
Toda esa historia se resume en esta esquina que puede cerrar si la realidad no le muestra una mejor cara. “El aumento de tarifas es el principal problema. Este bar está dentro de los Notables, pero no tengo ningún beneficio. Estos conventillos hay que mantenerlos, el bar está caído, la cocina, los baños, el salón, necesito que me den una mano porque trabajar así no me gusta”, enfatiza Tony.

Bar Notable
Un gran pedazo de la identidad boquense se conserva en estas paredes. “Este bodegón no puede cerrar, tendría que tener una oportunidad”, dice su dueño, envuelto en el silencio del salón. En la Buena Medida se puede comer cazuela de calamares, albóndigas con puré o un churrasco con fritas, platos que comían los inmigrantes y que aquí aún se sirven. “Por suerte quedan clientes fieles, que todavía vienen a tomar el aperitivo”, confiesa Tony. Pero no basta, a fin de mes, las boletas de servicios ponen en jaque al restaurante.

El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene leyes que protegen los bares como La Buena Medida. La Ley N° 5213 establece un régimen de Promoción de Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables y la Ley 37/98 creó la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables. “Para nosotros es fundamental que estos lugares se mantengan abiertos, trabajamos para incluirlos en circuitos de recorridas patrimoniales que visitan lugares periféricos de la Ciudad”, comenta Silvia Rickert, subgerente de Gestión Patrimonial y Arqueológica. “Tenemos 86 bares notables a los que ayudamos con subsidios y espectáculos”, afirma la funcionaria. Cada quince días se junta la Comisión para debatir cuestiones referidas a estos espacios. “Siempre hemos ayudado a La Buena Medida”, concluye Rickert.
La magia del lugar ha atrapado a cineastas. En la buena medida se filmó una emblemática escena de la película Un Oso Rojo( Adrián Caetano, 2002), en la que Julio Chávez -el Oso- le pide dinero al Turco, el legendario ilusionista René Lavand, que está sentado a una mesa que parece no haberse movido desde entonces.

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