La importancia de inculcarles el valor de las cosas
A principios del siglo XX, en los colegios se usaba la Caja Nacional de Ahorro Postal. Con las monedas conseguidas, aquellos niños compraban estampillas, y así iban introduciendo la idea del dinero.
Hoy, en un contexto completamente diferente, ¿cómo se les enseña a los chicos a comprender el valor del dinero? ¿Desde cuándo podemos dárselo? ¿Existe la posibilidad de ahorrar?
Hay una premisa clara: es interesante inculcarles desde muy pequeños el concepto del valor de las cosas. Los hijos ven a sus padres ir a trabajar y en ese trabajo se obtiene el dinero, que será destinado para gastos relacionados con la casa, el alimento, la escuela y, en la medida de las posibilidades, los placeres o gustos. Todo tiene un valor: ¡el dinero no está tirado en la calle ni nace de una planta!
Un buen recurso es darles un dinero semanal para que desde pequeños comiencen a organizarse, por ejemplo, en el quiosco del colegio. Y la idea de la mensualidad es de mucha ayuda para los padres.
¿Cuándo empezar? Desde el momento en que ya pueden sumar y restar. Luego se irá ajustando según la edad. ¿Cuánto darles? Lo suficiente como para que sobre algo para sus gustos, además del gasto que él o ella administrará (una rifa, un útil escolar perdido). Y si hay algo a lo que no puede acceder, la idea es que con esfuerzo consiga lo que le falta la próxima semana. Así se trabaja la responsabilidad, la frustración, la paciencia y la perseverancia.
La mensualidad se entrega cuando se pacta, y los ahorros son siempre del niño o adolescente.
Que nos acompañen al quiosco y aprendan a elegir o que vayan solos al almacén o a la ferretería con un encargo sirve para que tomen conciencia de la importancia de pedir, entregar el dinero y esperar el vuelto.
Y, por sobre todo, hay que tener muy presente nuestra conducta como padres frente al dinero y el consumo. Si nuestro modo de relacionarnos con este bien es desprolijo, impulsivo, excesivo, sin dar prioridades, ellos observarán y es posible que lo imiten. No olvidemos que la sobriedad es una gran virtud.
Licenciada en Educación