“Acá no tenemos nada”: tras los pasos de Australia, la Ciudad llevará el debate sobre menores y redes al ámbito nacional
El gobierno porteño convocó a una ronda de expertos y planteará la necesidad de poner en la agenda política la protección digital en el Consejo Federal de Educación
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“Hay niños caminando hacia una pileta sin cerco. Tenemos que levantar ese cerco”. Quien habla es la ministra de Educación de la ciudad, Mercedes Miguel, que ayer convocó a una mesa de expertos para avanzar en varios frentes en el desarrollo de medidas de protección digital infantil. En un encuentro que se realizó en el auditorio del ministerio, Miguel anticipó que la semana próxima presentará ante el Consejo Federal de Educación –que nuclea a todos los ministros de esa área de las 24 jurisdicciones, con la coordinación del secretario de Educación, Carlos Torrendell– una iniciativa para impulsar de forma conjunta a nivel nacional un programa de acciones consensuadas, que contemplan desde cambios normativos, mayor investigación y hasta la evaluación conjunta de medidas de restricción similares a las que están impulsando por estos días otros países, entre ellos, el más extremo, Australia, que prohibió los celulares y las redes sociales a menores de 16 años, con sanciones a las empresas que no lo hagan cumplir en sus plataformas.
“Otros países tienen leyes nacionales de regulación del uso del celular y también de las redes sociales, donde se establecen condiciones para el acceso de niños y adolescentes. Acá no tenemos nada. Desde el inicio de nuestra gestión, nuestra agenda estuvo muy marcada por medidas de protección de la vida digital, desde la prohibición del uso de celulares en primaria, la regulación en secundaria, el bloqueo de sitios de apuestas y de Roblox desde los colegios. Pero no se trata de estar a favor de la prohibición o en contra de la tecnología. Una cosa es la alfabetización digital y otra es darle carta libre a un modelo de negocios que no podemos ver cómo funciona y que trabaja para que los chicos pasen la mayor parte del tiempo ahí”, apuntó Miguel en una mesa en forma de U de la que participaron unos 30 referentes a nivel nacional, entre investigadores del Conicet, Flacso, Unicef; representantes de organismos responsables de la protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes; y especialistas.
“La evidencia internacional indica que los problemas derivados de la ausencia de verificación de edad hace que servicios comerciales destinados a adultos sean utilizados masivamente por menores sin barreras significativas. Sin embargo, esta ciudad y la Argentina aun no cuentan con una política pública integral el términos de protección digital infantil”, dice el documento presentado ayer.
Desde el ministerio explican que lo que se llevará al Consejo Federal de Educación la semana próxima es un planteo amplio de la temática, no serán proyectos de ley ni de reformas. “Será un aporte para poner el tema de la protección digital infantil en agenda, con la idea de armar una mesa regional, porque consideramos que es un problema de la región”, se detalló.
La convocatoria de la mesa de expertos de ayer fue un puntapié inicial para buscar avanzar en el debate e intentar alcanzar consensos en la protección digital infantil, término que se sintetizó como “PDI”, un concepto que la ciudad quiere instalar y en el que se quiere forjar cómo impulsora de la discusión.
Según se informó, el año próximo se avanzará con el desarrollo de protocolos. También se anticipó que ya se iniciaron conversaciones con representantes de las plataformas y empresas que manejan las redes sociales. En el encuentro, Miguel destacó que el libro Generación Ansiosa de Jonathan Haidt fue una de las inspiraciones para impulsar esta política. Allí, el autor propone 14 años como edad mínima de acceso al primer celular y retrasar hasta los 16 el uso de redes sociales. “Son 400 páginas de pura evidencia empírica del daño que generaron los celulares y las redes sociales en la salud mental de los adolescentes”, dijo la ministra.
Sobre ese punto, algunos de los investigadores presentes señalaron que esa evidencia se enfocaba en lo que ocurría en Estados Unidos, pero que no existía evidencia local del impacto. En función de este planteo, la ministra anticipó la decisión de que el próximo año se trabaje en el ámbito de las escuelas porteñas para empezar a generar información propia sobre el impacto que tienen las redes sociales en los adolescentes y en los niños, asegurando que aquellos que impulsan investigación en distintos entes y organismos podrán avanzar con trabajo de campo para generar evidencia estadística.
¿Sirve prohibir?
¿Australia sí o Australia no? Si bien ese no fue el eje del debate, gran parte de las exposiciones de los expertos giraron en torno de si sirve o no prohibir, con medidas muy fuertemente restrictivas. Las opiniones estuvieron divididas, aunque el gran consenso fue que el daño existía, era real y que algo había que hacer.
“Protección, si. Restricción, no”, se pronunció Santiago Siri, un conocido divulgador tecnológico, emprendedor, especialista en IA. “Cuando yo era chico me iba bastante mal en el colegio, porque había aprendido a programar y me quedaba hasta las 3 AM programando, entonces mi papá me escondía la zapatilla de la compu. Me estaba restringiendo aquello que a mí me conectaba con el mundo y que como adulto fue mi gran habilidad, yo estaba desarrollando habilidades creativas y el mundo adulto no lo veía así. No creo que tengamos que ser proteccionistas, sí que tenemos que lograr hacer una diferenciación de contenidos; eso requiere formación de los adultos, sean padres o docentes. Hace un tiempo le pregunté a un experto cuánto tiempo requiere que la población aprenda a manejar su privacidad en internet. La respuesta fue que va a llevar lo mismo que llevó incorporar en la población los hábitos de cuidados sanitarios cuando el agua corriente y las cloacas llegaron a las casas”, dijo.
Fabricio Ballarini es director del departamento de Ciencias de la Vida en el ITBA en investigador del Conicet en aprendizaje y memoria. “Si bien mi enfoque es otro, desde 2021 vengo haciendo investigaciones en colegios. Ante el aumento de autolesiones, sondeamos autopercepción de ansiedad, falta de sueño, anhedonia (la incapacidad de disfrutar de lo que se hace), entre otros. Y lo cruzamos con datos de aprendizaje. El uso de celulares y redes sociales quedó en el centro: si bien no se puede justificar científicamente la causalidad, resulta evidente la correlación”, apuntó.
“Entre los 11 y los 12 años, los chicos están en redes sociales. Desde esa edad va aumentando una hora por año del tiempo diario en pantalla, hasta llegar a los 16 años, cuando pasan cinco horas y 45 minutos diarios. La mitad de ese tiempo es TikTok. En promedio, además, cada año que pasa sube una hora el promedio general. Los niveles de ansiedad y depresión duplicaron el promedio en aquellos que pasaban más de seis horas diarias. Y el 40% de ellos son adictos al celular. Si dijéramos adictos al alcohol, a las drogas o al cigarrillo, nos preocuparíamos más. Pero es lo mismo, es un mecanismo que alteró el circuito de recompensa del cerebro. No puedo dejar de verlo como algo nocivo”, advirtió Ballarini. Y aportó que les fue imposible hacer un grupo control (es decir, comparar los que usan celular contra los que no), porque en esa edad prácticamente no encontraron chicos que no lo tuvieran.
Carolina Duek, investigadora del Conicet, especialista en educación, infancias y vínculos digitales, habló de la importancia de tener datos. “Analizamos el libro de Haidt con mi equipo y encontramos mucha evidencia sólida, pero es toda información de Estados Unidos. Tenemos que tener datos propios y sobre todo incluir la voz de las infancias en la investigación”, propuso. “Hace poco, en un relevamiento en un colegio les preguntamos a los adolescentes qué les gustaba hacer cuando están conectados. Se sorprendieron de poder hablar de lo que quisieran, de que nuestra reacción no fuera explicarles que está mal. Entrevistamos a 900 chicos. Encontramos que, para muchos, dependiendo del nivel socioeconómico, el colegio es casi su único momento de conectividad. Les preguntamos qué actividades les gustaría que haya en la escuela: nos dijeron yoga, juegos de mesa, mindfullness. Podemos simplemente prohibir Roblox y otros, o podemos pensar una política más integrada. Lo que los chicos expresan es que para ellos el celular es un refugio frente a la propia soledad. Solemos decir que la mediación parental es fundamental en este tema, pero tenemos que pensar en qué medida el mundo laboral y social habilita esa presencia. Porque el celular y las redes parecen estar ocupando lugares y funciones en la vida de estos chicos. ¿Quién o qué las ocupa si los sacamos?”, expuso.
Marcel Czarny, directora de Chicos.net, aportó: “No estoy de acuerdo con la prohibición, porque se deja afuera a los más vulnerables. Hablamos del deporte, del acompañamiento de los padres. ¿Todos tienen esa posibilidad? En estos días vemos videos de adolescentes australianos angustiados por perder su perfil en redes sociales, diciendo ‘Me quitaron mi vida’. En un momento, les tiramos el celular por la cabeza, nosotros como adultos se los dimos cuando eran chicos y ahora decidimos que tenemos que sacárselos. Nos debemos un debate más profundo sobre el tema”.
Algoritmos, IA y deportes
Corina Rogovsky, investigadora de Flacso, se pronunció a favor de generar bordes o límites, en la protección digital infantil. “Tenemos que dar el paso a exigir a las empresas transparencia en los algoritmos. En la Unión Europea y en otros países, estas protecciones están activas y tienen políticas de algoritmo distintas, tenemos que exigir lo mismo acá”, dijo.
“Lo positivo de lo que ocurrió en Australia es que movilizó a la opinión pública. Existe una distancia generacional enorme entre lo que los adultos pensamos que los chicos hacen y no hacen en internet y lo que lo que los chicos piensan que los adultos creemos. Es tiempo de que el mundo adulto se haga cargo de la época que generó”, consideró Santiago Stura, de Faro Digital.

Carolina Stanley, exministra de Educación y ahora asesora general del Ministerio Público Tutelar, comentó que en el último tiempo desde ese ámbito se hizo un relevamiento con más de 3000 adolescentes. “El 80% dijo que pasa más tiempo del que piensa en las redes, entre el 80 y el 90% dijo que le genera mal humor desconectarse. También contaron que usan las redes cuando se sienten solos, mal con ellos mismos o aburridos. Todas situaciones que las redes potencian. También aparecía como esta dificultad para poder decir ‘no sé’. Con la inteligencia artificial, sienten que tienen que tener respuesta a todo. No tener una respuesta puede ser la puerta para seguir preguntando, pero no para esta generación”, dijo.
La mayoría de los expertos que impulsaron investigaciones sostuvieron que el deporte es el contrapeso real a la tecnología. También surgieron allí la necesidad de propuestas accesibles a todos para hacer actividad física en el tiempo libre y a pasar tiempo con otros en espacios verdes.
Cora Steimberg, especialista en educación de Unicef, recordó los últimos datos disponibles en el país. “Según la última encuesta nacional, el 95% de los niños, niñas y adolescentes de entre 9 y 17 años tiene celular. No varía según nivel socioeconómico. La edad de acceso es a los 9,4 años. Uno de cada tres se encontró personalmente con un extraño que conoció en la web y, de estos, uno de cada tres con un adulto. Aquí vemos los riesgos del diseño de las redes sociales. El 27% dijo que accedía a contenidos sobre cómo quitarse la vida, cómo estar en forma y adelgazar, y cómo hacer plata fácil. Además, la mitad reconoció que hace un uso problemático de la tecnología y que no logra manejar su capacidad de desconectarse. En todos los casos, cuando existía mediación de los padres, el riesgo bajó un 40%”, describió.
“Las plataformas están diseñadas para el exceso. No usarlas en exceso es una anomalía. Las horas y la atención de la infancia está siendo disputada por las redes”, sentenció Lucía Fainboim, consultora en ciudadanía y crianza digital. “Hay algo de la infancia que molesta, que sean niños, que hagan ruido, que peleen. Algo de eso queda apaciguado cuando le damos un celular a un niño pequeño. Hoy vemos en series como Mad Men un obstetra fumando cerca de una embarazada y pensamos qué horror. Ojalá que en unos años veamos la imagen de un adulto dándole un celular a un niño y nos genere lo mismo. No demos por ganadas muchas de las batallas que todavía tenemos que dar. Lleguemos a acuerdos sobre la prohibición o restricción, en base a la evidencia”, concluyó.
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