
Un hogar donde crecer y volver a sentirse en familia
Querubines brinda cobijo a 40 chicos
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Después de unos minutos de estudiarse detenidamente, se acercó en silencio y se tomó de la mano de la periodista. Fue una prueba inequívoca. Y esa muestra de confianza alcanzó para que otros chicos la imitaran. Quedó clarísimo que a los chicos de la asociación Querubines les sobra cariño para compartir.
En tres casas, dos en Béccar y una en Olivos, 40 chicos encontraron una segunda oportunidad: la de escribir una nueva historia en una familia que, aunque sea prestada, ayuda a curar las heridas de un pasado complicado.
Tienen entre cinco meses y 18 años, pero cargan con biografías que no ahorran capítulos de abandono, maltrato, abusos. Por eso es tan importante que vivan en familia y que aprendan a relacionarse sanamente.
Los chicos llegan derivados de juzgados y tribunales de menores. Y se quedan lo que haga falta. Los tiempos, se sabe, en estas historias son impredecibles. "Viven aquí hasta que se resuelve su situación familiar o hasta que se van para vivir con una familia sustituta. Otros se quedan hasta que son mayores de edad. Tratamos de armar un proyecto de vida para cada uno", cuenta la coordinadora de los hogares, Adriana Di Vito.
"De todos modos, tratamos de que no estén mucho tiempo acá para no vulnerar todavía más sus derechos. Si hay familia, enseguida se trabaja en ese vínculo para que puedan volver. Pero a veces la tarea se complica porque no tenemos respuesta de la familia", lamenta Di Vito.
Hay una regla de oro: los grupos de hermanos no se separan. Ya bastantes cosas perdieron como para perder un vínculo tan cercano... Así que en los hogares hay grupos de seis, de cinco, de cuatro y de tres hermanitos. Lo mismo vale para el egreso: si llegaron juntos, no se van solos.
"Nos fijamos en la historia de cada chico, tratando de encontrar el vínculo menos deteriorado, ya sea de padres, abuelos, tíos, vecinos. La reconstrucción es distinta en cada caso", asegura Di Vito.
La coordinadora no tiene reparos a la hora de hablar de responsabilidades. "Queremos que la sociedad tome conciencia de que la niñez en peligro es responsabilidad de todos. Queremos que la sociedad conozca qué le pasa a un chico cuando están vulnerados todos sus derechos", afirma.
"¿Desde dónde los cuidamos sabiendo lo que piensa la sociedad del sida, donde falta conocimiento y nos asustamos por ignorancia?", se preguntó Di Vito. "En 1999, estábamos viendo cómo crecía la cantidad de chicos que quedaban huérfanos porque sus padres morían de sida y no había una red familiar que los contuviera -recuerda Di Vito-. Queríamos generar espacios para que estos chicos en estado de vulnerabilidad social fueran contenidos."
Rápidamente vieron que el sida era un ingrediente más en estas vidas difíciles. Estos chicos estaban en estado de riesgo social, más allá de la enfermedad. "Y un chico en esa situación de vulnerabilidad no puede esperar los tiempos de la Justicia. Hay que salir a resolver ya. Garantizarles un presente digno para que tengan un futuro", se emociona la coordinadora.
No se olvidan de la primera nena que llegó en 2002. Como tampoco se olvidan de los que llegaron después.
Tejer lazos rotos
En este desafío de reconstruir tantos lazos rotos fueron encontrando aliados. Desde la ayuda del municipio de Vicente López, que les presta una casa, hasta el apoyo de los que ayudan a pagar los alquileres de las otras dos propiedades y los voluntarios que hacen posible el trabajo con los chicos.
"Son pequeños hogares para cuidar el ámbito familiar, ya que se trabaja desde lo vincular como si fuera una familia ampliada", señala la coordinadora. Por eso, además de la escuela, los chicos reparten sus días entre actividades deportivas y recreativas, además de la terapia que cada uno necesita.
"La respuesta de los chicos es increíble, están completamente integrados y son una familia", cuenta Carlos Arias, padrino del hogar. Un voluntario que llegó un día, invitado por su esposa, y nunca más se fue. "Me voy tan alimentado, con tanta energía. ¿Cómo no hacer algo por ellos si ellos me curan ?", confiesa.
Siendo una familia tan numerosa, es evidente que se necesitan muchas cosas. Un secarropas, cuatro estufas, toallas y pañales, frazadas y sábanas, colchones, alimentos, pintura, mano de obra que colabore con el mantenimiento de la casa y ayuda para construir dos habitaciones más.
La lista es larga. Y, sin embargo, Adriana y Carlos hacen hincapié en un pedido: "Lo que más necesitan es la ternura para conformarse como sujetos", dice ella. "Necesitamos colaboradores para pasar un rato con ellos, para acompañarlos al médico o ayudarlos con la tarea", agrega él. Para ayudarlos: 4747-7012 o www.querubines.org.ar
"La indiferencia a la situación en la que viven es la peor de las violencias. Creo que, como sociedad, es tiempo de hacernos cargo", invita la coordinadora.
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