
De la tele al trono: el camino de Furriel hasta convertirse en rey de Shakespeare
Mariana Arias entrevista a Joaquín Furriel en el ciclo Conversaciones, el artista reflexiona sobre el significado de interpretar los grandes clásicos, la importancia de la verdad en la actuación y su visión sobre la crueldad humana en tiempos modernos
“Lo que me trajo hasta acá es la perseverancia en la búsqueda de ese espacio de libertad y de felicidad que para mí es la actuación”, dice Joaquín Furriel que, en estos momentos, interpreta el personaje principal de La verdadera historia de Ricardo III, en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín. Desde su adolescencia, descubrió que la actuación era su verdadera pasión; y el cine, las series, sus años de galán en la televisión… el camino para poder ejercitar esa libertad de elección sobre sus proyectos, alternando el mainstream y el prestigio. Desde el taller de teatro de Adrogué donde dio sus primeros pasos actorales a los 13 años hasta su formación en la Escuela Nacional de Arte Dramático, Joaquín recorrió un largo camino, el mismo que no deja de explorar. En esta entrevista con Mariana Arias para el ciclo Conversaciones, habla de esos comienzos, de la relevancia de la obra de Shakespeare en este presente convulsionado y mucho más.
- ¿Qué te trajo hasta acá?
- Cuando tenía 13 años encontré un espacio de creatividad y de mejor conexión con la gente. Cuando actuaba podía mirar más a los ojos –antes me costaba–, y quizás, el permiso que me daba la ficción, me permitía exponerme más, mostrarme más y conectar mejor con mis compañeros y compañeras. Creo que eso me resultó muy placentero. Tener un permitido en mi vida, donde me puedo conectar de una manera tan íntegra, al día de hoy me sigue resultando un espacio donde me pasan cosas que, en la vida fuera de la ficción, cuesta más que me sucedan. Cuando reconocés un espacio que te provoca felicidad por tu identidad, sentís que vas encontrándole un sentido a la vida, algo por lo cual te dan ganas de despertarte. También es una profesión que te hace crecer humanamente porque estudiás el comportamiento humano; sos un como un antropólogo de la especie humana, de las emociones.
A los 18 años tenía la certeza de que era un espacio que quería tener, entonces me vine a la Capital a estudiar al conservatorio –en aquel momento, la Escuela Nacional de Arte Dramático, hoy la Universidad Nacional de las Artes–; y esos cinco años fueron muy importantes para mí, por el marco pedagógico que tuve. Fueron cinco años esenciales para ir formando una identidad estética y ética. Y lo maravilloso de toda esa experiencia es que, sin saberlo, también me sirvió como red. Una red (de personas, de maestros) que, al día de hoy, me sigue nutriendo. Lo que me trajo hasta acá es la perseverancia en la búsqueda de ese espacio de libertad y de felicidad que para mí es la actuación.
- Siempre buscaste que la popularidad de la televisión te diera el espacio para poder hacer cosas que tuviera más prestigio. ¿La intuición te llevó por ahí o fue un plan?
- Fue un plan. Creo que sería muy bueno que en las universidades, en el último año, se diera inserción laboral, porque uno estudia y es como una caja de Pandora maravillosa donde estás súper contenido y donde todo es ideal, por la hermosa libertad de no tener que entrar en el terreno productivo, por llamarlo de alguna manera. Pero cuando salí del conservatorio dije: “Bueno, y ahora, ¿cómo hago para vivir como actor?”. En aquel momento, la ficción en la televisión era muy importante, mayoritariamente novelas. Eran los años noventa y había un tipo de hegemonía estética en la que yo no entraba.
Lo que sí me pasó, cuando empecé a hacer televisión, es que tuve muy buenos consejeros, cercanos, para entender que la popularidad era muy buena si uno sabía para dónde llevarla. Y una de las primeras cosas que noté fue que, económicamente, la televisión me daba una capacidad de ingreso que me permitía, por ejemplo, hacer el tipo de teatro que a mí me gustaba mucho; y nunca relacioné el teatro a ningún tipo de especulación económica.
- O sea, no vivías del teatro, vivías de la televisión.
- Al día de hoy, yo vivo del cine, de las series, de la televisión, de los años que trabajé como galán, de mis ahorros, de cómo pude invertir el dinero y ser muy austero y cuidadoso, justamente, para poder tener libertad de elección en mis proyectos. Invierto bastante dinero en mi formación. Me gusta seguir formándome, estudiando.
- ¿Por qué es importante hacer Shakespeare hoy? ¿Qué trae a la actualidad?
- Shakespeare escribió sobre la dimensión humana, sobre nuestra especie; no escribió algo que era cotidiano en su época. En este caso, la historia de Ricardo III, que es el último rey de la dinastía York, el último rey que muere en un campo de batalla; cuando muere se termina esa dinastía y vienen los Tudor. Shakespeare escribe la obra cien años después de la muerte de Ricardo III y la sitúa al final de la Alta Edad Media para hablar del poder, la maldad, la tiranía. Por supuesto, está hablando de lo que está pasando en su momento, pero lo lleva a otro lugar para no tener problemas con la reina Isabel.
Pensando en qué obra iba a hacer después de Hamlet, que para mí fue un poco una conclusión, de los textos que iba leyendo, Ricardo III era el que más me iba quedando y más me daban ganas de volver a leer. Hace un tiempo tengo la sensación de que el mundo occidental entró en una crisis de certidumbre. La verdad empezó a perder valor, ya no existen dos sistemas económicos como hasta el año 1989, cuando cae el muro de Berlín, sino que empieza a haber un solo sistema con variantes. Y dentro de esa situación, en la que hoy todo Occidente está observándose, en Ricardo tercero había un montón de textos que me parecían interesantes; pero lo que más me interesaba del personaje en sí mismo, que me parecía muy contemporáneo, es la soledad que tienen los tiranos. Cómo, a medida que van acumulando poder y más poder, se van encerrando y manteniendo más paranoia del entorno y van matando de diferentes maneras, simbólicas o, en el caso de Ricardo III, muertes físicas. Y cómo el personaje termina totalmente solo, prácticamente divagando en la última escena. Me interesaba mucho ese recorrido, investigar, y meterme en la dimensión de la crueldad, de la maldad.
- ¿Cómo es interpretarlo en cada función? ¿Qué te pasa en el cuerpo y en el alma?
- Yo tengo un vínculo deportivo con la actuación, quizás porque mi papá me llevaba a mí a teatro y a mi hermano a fútbol, y después, cuando nos iba a buscar y volvíamos, hablábamos con la misma terminología. La sensación que tengo cada noche, cuando estoy por empezar la función, es saber que durante dos horas voy a estar jugando el partido y la puesta de Calixto Bieito, que es uno de los mejores directores del mundo, es muy física, con emociones muy primarias y te impulsa a que seas muy creativo cada noche; no está nada establecido. De hecho, hay un monólogo que todas las noches lo digo de manera diferente. Tengo varios textos memorizados y, según lo que me va apareciendo cada noche, los voy diciendo. Tengo la tranquilidad creativa de que cada noche va a aparecer lo que tiene que aparecer.
- “Mi reino por un caballo”. ¿Tu caballo sería tu profesión, tu pasión, todo lo que le pusiste a tu trayectoria como actor? ¿Qué entendió tu hija Eloísa de este momento de Ricardo III?
-Lo que siempre comparto con ella es que lo mío es un trabajo, soy un laburante, soy un actor que trabaja como actor y, como muchísima gente, nos levantamos y trabajamos; es lo que lo que estamos acostumbrados a hacer. En mi caso, a mí me gusta sentir que lo mío, el trabajo que estoy haciendo, puede tener algún significado para alguien. Yo estoy para entretener, me coloqué en el lugar de los que entretenemos y buscamos diferentes tipos de entretenimientos.
- ¿Dejaste un montón de cosas para ponerlas al servicio de esta pasión?
- Yo siento que uno puede entender la vida como a cada uno le sienta y, en mi caso, tengo un vínculo de placer, pero mi placer está en la exigencia; yo siento placer cuanto más exigido estoy. Siento que mi hija, que está por terminar el secundario y empezando a ver cuál va a ser su recorrido en la vida, comienza a entender de una manera mucho más lúcida porque su padre, muchas veces, no está, o ve que está estudiando, leyendo, haciendo esto o lo otro. Puedo estar un poco más disociado. Y cuando vino a ver la obra lo entendió.
Yo he tenido que relegar muchas cosas de mi vida, felizmente, no me quejo, pero entiendo que todo no se puede. Con los años fui aprendiendo. Arranqué en la adolescencia, por ejemplo, sin ir a jugar al fútbol los fines de semana para no lastimarme porque hacía teatro. Y ya ahí empecé a tomar algunas decisiones, y al día de hoy también. Me ocupa mucho tiempo lo mío.
- ¿Qué parte de tu infancia volverías a vivir?
- Previo a la a la pubertad, esa etapa cuando nos mudamos a una casa donde cerca había muchos lotes, una zona del conurbano que todavía no se estaba urbanizando tanto. Me acuerdo de hacer casas con mis amigos del barrio en uno de los lotes o armar canchas de fútbol en otro para jugar. Fue una etapa muy linda.
¿Qué canción te emociona más?
- Ni idea, soy muy ecléctico. Pero más que las canciones, a mí me gusta mucho el Quinto concierto de Beethoven; me gusta más la música clásica. Escucho mucho rock, pop o música alternativa, música contemporánea también.
- ¿Qué te da bronca con facilidad?
- Llegar tarde.
- ¿Qué te hace reír con ganas y sin culpa?
- Cuando se destruye algo de lo que se arma. En mi caso, yo tengo Instagram –la única red social que tuve en toda mi vida– y no me interesa lo que publica, voy directo a los comentarios. Lo que amo de nuestro país es el nivel de inventiva, de creatividad en la hijaputes; me parece que somos buenísimos. Cuando hay una noticia de esas que decís “Qué estupidez es esto”, leer lo que la gente escribe me hace reír muchísimo.
- ¿Qué rasgo de tu personalidad te enorgullece?
- La perseverancia, creo.
- ¿Vas a dirigir?
- Se tiene que dar de manera natural, pero me doy cuenta de que, hace ya un tiempo, cuando voy a ver películas u obras de teatro estoy más pendiente de las decisiones de dirección que de los trabajos interpretativos. Quizás eso ya es un indicio.









