
María O’Donnell: “Milei usa un lenguaje de vestuario de varones”
En una entrevista con Pablo Sirvén para el ciclo Conversaciones en LA NACION, la periodista analizó la relación del Presidente con la prensa, su lenguaje de insultos, el rol de las mujeres en el gobierno y cómo conviven el periodismo y el streaming

Como bien dice Pablo Sirvén, “es una de las voces más reconocidas de la mañana radial”. Actualmente, María O’Donnell conduce De acá en más en Urbana Play y Tarde para nada en Radio con Vos, pero su trayectoria va más allá del ‘éter’. Periodista, presentadora, politóloga y escritora de libros como Propaganda K, Born y Aramburu, María es la gran protagonista invitada de esta nueva entrega del ciclo Conversaciones.
- Magdalena [Ruiz Guiñazú] decía que tenía un secreto: se dormía fácil en cualquier horario. ¿Vos a qué hora te despertás?
- Yo tengo esa gran ventaja. Acomodo la siesta con mucha facilidad, me duermo con mucha facilidad; lo que me ayuda muchísimo. A veces duermo siestas un poco más largas o un poco más cortas, pero me cuido de dormir, mínimo, siete horas por día. Vivo muy cerquita de la radio y dejo todo listo. Salgo milimétricamente de mi casa.
- ¿En algún punto te acostumbrás?
- Es duro el momento del despertador, como que siempre irrumpe en el medio de la noche. La manera de salir de la cama o del sueño es un poco abrupta, pero hay algo en la rutina que es lindísimo, como una adrenalina que me va llevando.
- ¿Cómo anda Corea del Centro?
- Corea del centro anda… Fue en el momento de la transición del kirchnerismo al macrismo, cuando nos decían Corea del Centro despectivamente. Lo hicimos en Net TV con [Jorge] Fontevecchia, apropiándonos de cierta idea de la tibieza, como si el periodismo tuviese que tomar partido a los gritos. Uno siempre toma partido, elige qué contar, cómo contar y demás, pero la idea de generar más hinchadas que audiencias, es algo más propio de este tiempo.
- En un momento donde se empezaron a sesgar las audiencias, fue muy desgraciado para los ‘coreacentristas’ porque no terminaban de contentar a nadie.
- Ese era el punto, y nos decían tibios. Por el contrario, yo creo que era un lugar más solitario, de alguna manera, en términos de no habitar ninguna tribu con una gran hinchada. Tiendo a creer que el periodismo es fundamentalmente cubrir lo que está pasando en este momento. Me parece que nuestro foco siempre debe estar sobre el poder de turno. Acá nos tenemos que concentrar, o sea, tenemos que ver qué es lo que está pasando fundamentalmente ahora.
- ¿Qué le está pasando al presidente Milei? ¿Por qué esa obsesión particular con vos?
- Creo que la obsesión es más general. Milei nunca se molestó demasiado con los periodistas kirchneristas. Como que se reformuló de esta idea anticasta; ahora tiene un discurso mucho más anti K, la polarización contra el kirchnerismo, antiperonista, antikirchnerista, que es más nueva. Pero él no estaba muy preocupado con eso.
Yo noto que, a veces, se irrita mucho cuando escucha una voz discordante en esos espacios que siente que son más afines a él. Me parece que tiene obsesiones más grandes, donde ve cosas que lo le gustan en lugares que él consume. Creo que eso le despierta un enojo particular.
Siento que ahora está tratando de moderarse un poco, pero hay algo en el tipo de diálogo que es muy masculino, las metáforas sexuales… como si fuera una conversación de varones, de vestuario de varones, de fútbol. Me parece que choca más con la mujer, o sea, es más brutal cuando ese lenguaje aparece en la discusión con una mujer, porque no pertenece a ese tipo de diálogo.
- ¿Por qué esa persistencia con las mujeres, siendo que él depende y reconoce en su hermana, Karina Milei, a un superior al que llama “el jefe”?
- Es raro, ¿no? Porque también uno piensa en Sandra Pettovello, Patricia Bullrich, Karina Milei. Ves que hay mujeres en lugares predominantes, con mucho poder; salvo el equipo económico, que no entra una mujer ni que se equivoquen… La macroeconomía, sobre todo en medios, es muy masculina.
- ¿Cómo evalúas ese contraste, ese desdén hacia las mujeres que no están de su lado? ¿Cómo se compatibiliza, siendo él tan dependiente de una mujer como su hermana?
- Uno ve que está rodeado de personas, se nota que hay mujeres que ocupan roles importantes en su vida. Pero uno ve también, por ejemplo, el armado de listas y a qué tipo de mujeres le dan lugares de privilegio. En muchos casos, y yo no tengo nada en contra, francamente, son mujeres que vienen más del mundo del espectáculo. No me genera un problema de ninguna índole a priori, pero es cierto que las mujeres que rodean al poder de Milei o las diputadas y demás, vienen mucho más del mundo del espectáculo, o de otro tipo de cuestiones, que de actividades propiamente ligadas a la actividad política o a la economía.
- ¿Qué sentiste cuando te empezó a insultar en las redes?
- Al principio me sorprendí. Creo que todos nos sorprendimos, como que todo está corrido. Que un presidente insultara, con este nivel de insulto, de burla, a un periodista, antes hubiese generado una reacción mucho más corporativa o colectiva. La burla, el bullying, es algo que este presidente hace permanentemente.
- ¿Cómo está hoy el periodismo?
- Hay una crisis estructural. Estamos en un momento de transformación donde la tecnología juega un rol muy importante, donde hay un desfinanciamiento de los medios. Estamos en un momento de gran transición, muy acelerada por los cambios tecnológicos, por la diferencia de consumo de medios, segmentadísimo. Creo que tiene mucho que ver con estos escenarios políticamente tan polarizados que estamos viendo en el mundo. La idea de que no te atravesás con nada que desafíe tu propia creencia.
- Es lo más peligroso, porque no te podés poner en el lugar del otro.
- No, porque siempre vas buscando pares o colores que son parecidos al tuyo. A la vez, también me parece que la verdad ya no tiene importancia, o sea, hay un sentido de verdad que no importa mucho, no hay un valor asignado. No hay un valor real a la verdad. Tampoco hay una única verdad, todos tenemos sesgos.
Estamos en un momento en el cual las reglas de juego, de lo que antes era inadmisible, por lo que antes se pagaba un costo, no existen más. A la vez, una cosa que a mí me gusta, es que las redes nos dan a los periodistas la posibilidad de generar contenidos o audiencias menos mediatizadas por el medio para el cual trabajás.
Siento que el periodismo está muy cambiado. No me gusta. O sea, lo que veo del periodismo político me saca, me aburre. A mí no me interesa lo que tiene poco matiz. Extraño las entrevistas. Me encantaría tener una entrevista, una conversación, notas con un poquito de tensión, con contrapunto. Hay poco periodismo: montarse mucho a favor o en contra, predeterminado según quién habla. A mí me resulta todo muy previsible y, en el fondo, es un ejercicio poco periodístico respecto de nuestro rol. Tenemos que incomodarnos nosotros mismos. La radio FM te da esa posibilidad, son audiencias menos polarizadas que, finalmente, son los más. Lo que pasa es que los otros son muy ruidosos.
- ¿Qué es lo que se hace en la Academia Nacional de Periodismo?
- La academia es un lugar muy particular porque también, internamente, discutimos qué rol tiene que tener una academia.
- ¿Llegaron a alguna conclusión?
- No. Nos reunimos una vez por mes bajo la presidencia de Joaquín Morales Solá, tratando de discutir, también, qué rol tiene que tener una academia en un momento como este. Si la academia discute cosas vinculadas al oficio, en general, si hablás de la situación de los periodistas, de la situación de los medios... Te diría que hay una discusión interna bastante grande, interesante, rica.
- ¿Qué te trajo hasta acá, a este momento de la vida?
- Amo mucho este oficio. Todos los días tengo ganas de descubrir por dónde ir, cómo hacerlo. Carlos Ulanovsky dice que la radio siempre te da revancha pero, a la vez, lo mejor que hiciste fue ayer. Como que al día siguiente tenés que volver a hacerlo. Hay algo de no estar conformes, de estar siempre buscando…
- ¿Le perdiste el entusiasmo?
- No, cero.
- Tu padre, Guillermo O’Donnell, estudiaba mucho la sociedad, la política. ¿Te imaginás que podría llegar a pensar de este momento?
- Como politólogo, mi viejo estudió, primero, las dictaduras, después las transiciones a la democracia. Fue muy de sistematizar momentos. Después hizo transiciones a la democracia comparadas y fue de los primeros politólogos en pensar que la democracia no es solo votar cada dos años o que no todas las democracias son iguales a otras. También la idea de que las democracias no solamente mueren a través de golpes de estado.
- Está muy de moda la “democracia de baja intensidad”.
- Es una de las categorías de mi viejo. La idea de desconectase, que cada vez vota menos gente, se engancha menos gente. Y los pocos que se enganchan son los que dominan la agenda porque el resto es una especie de mayoría silenciosa, ya que tampoco le ha dado tanta satisfacción la democracia o no estuvo privado de la democracia, entonces no la valora tanto. La idea es que los desafíos vienen desde adentro, de las propias democracias, que ya no es un golpe de estado que viene de afuera.
- ¿Estás trabajando en algún libro?
- Estoy haciendo un libro más de divulgación sobre Montoneros. Me metí un pasito más en la divulgación.
- La pregunta sesgada de ahora sería, ¿a favor o en contra?
- Justamente, me parece que lo importante es tratar de recrearlo en ese momento y con todos los elementos. Lo que fue realmente en su contexto que, efectivamente, había un uso de la violencia armada, no es que había un idealismo, no es que luchaban por la democracia. Es una generación que luchaba por otros valores, con otras armas, por otro sistema, con la particularidad, en la Argentina, que eso se montó sobre los 18 años de proscripción del peronismo. Entonces, la principal guerrilla, la fuerza que acá tuvo Montoneros, no la tuvo en casi ningún otro lugar del continente en aquel momento, porque Montoneros se mete en la tradición del peronismo, puja con Perón, por la vuelta de Perón.
- Se declara clandestino en el seno de un gobierno peronista.
- El peronismo tiene una interna desde el momento en que gana [Héctor José] Cámpora. Perón empieza a pedirles que dejen las armas, pero los montoneros no terminan nunca de dejar las armas y vuelven a la clandestinidad con el gobierno de Isabel, ya muerto Perón. Me parece que es una discusión donde se eligen pedacitos, y yo trato de contar la historia en su contexto.
Cada autor va encontrando un pedazo que dialoga con el momento actual para contar los años setenta de una manera determinada. Ese es mi esfuerzo.









