Aunque la estética es su gran carta de presentación, la pickup de la marca japonesa cuenta también con sobradas aptitudes mecánicas, de comportamiento off-road, seguridad y confort para constituirse en una muy buena opción para un uso personalizado y recreativo
La chata más fachera que se vende en el mercado argentino". Esa es la gran carta de presentación de la Mitsubishi L200, que llegó al país en julio del año pasado. Podría sonar como un comentario superficial, porque teóricamente las pickups son "herramientas de trabajo", pero ya sabemos que en la Argentina se han convertido en mucho más que eso. De hecho pelean de igual a igual con las SUV en el terreno de la aspiracionalidad.
Las líneas agresivas, las proporciones bien balanceadas, los guardabarros marcados y (sobre todo) la trompa "robótica", le dan a la L200 una apariencia mucho más moderna y deportiva que sus competidoras. Completan el cuadro unas muy lindas llantas de 18" y muchos detalles cromados. Puesta en la calle, es un imán para todas las miradas.
Pero la L200 no es solo una "cara bonita". Tiene todas las capacidades y aptitudes requeridas para cualquier trabajo que se le requiera a una chata de 1 tonelada, y de hecho cuenta con un enorme prestigio internacional (sin ir más lejos, es la camioneta más vendida en Chile, un mercado muy abierto y competitivo). Para empezar, el motor turbodiésel 2.4 L de 181 CV de potencia y 430 Nm de torque, hace muy bien su trabajo, le permite una aceleración de 0 a 100 km/h en 10,7 s, pasar de 80 a 120 km/h en 8,4 s y tener un razonable consumo promedio de 10,4 L/100 km. Empuja bien en todo el rango de revoluciones y su tecnología simple y probada garantizan una alta durabilidad. La caja automática de 7 marchas acompaña con transiciones suaves, y hasta se da el lujo de ofrecer unas levas al volante para hacer cambios manuales en forma secuencial; todo un "touch" deportivo que también es útil en el off-road.
Como casi todas sus competidoras directas, tiene un esquema de suspensión independiente adelante y barra con elásticos detrás. En nuestras deterioradas calles urbanas y suburbanas es un poco saltarina, pero en la ruta va firme y con poco rolido en las curvas. La dirección hidráulica transmite buenas sensaciones, pero es un poco pesada (algunas de sus rivales ya incorporan dirección eléctrica). Fuera de la ruta y en condiciones de barro pesado el desempeño es excelente. Todo gracias a un eficiente sistema de doble tracción que incluye reductora y un tercer diferencial central, que permite jugar con la repartición de fuerza entre los ejes. Todo está gestionado por un sistema electrónico que reacciona según la adherencia del camino e incluye los modos seleccionables off-.road: mud/snow (barro/nieve), gravel (ripio), rock (rocas).
Por dentro, la L200 le hace honor a su origen japonés. Todo es agradable, sin exuberancias ni lujos, pero de muy buena calidad constructiva. El interior inspira solidez, algo clave para una pickup. Es muy confortable adelante, donde se destacan unos asientos ergonómicos de excelente sujeción, y atrás es una de las más amplias del segmento, con un respaldo bastante más inclinado que sus rivales (en las que generalmente se viaja bien "derechito").
En la dotación de equipamiento se nota su carácter de producto extrazona (viene importada de Tailandia), lo cual implica que para que el precio no se dispare tanto, tiene que resignar varias "amenitties". No es que venga "pelada", por supuesto: incluye tapizado símil cuero, sistema de acceso y encendido sin llave, climatizador automático bizona, control de velocidad crucero, retrovisor con atenuación automática y cámara trasera. Pero se extrañan sensores de estacionamiento, amortiguadores para el portón trasero y levantavidrios onetouch en las ventanillas de los pasajeros. Sí se destaca en la aireación interior, ya que además de las típicas salidas delanter as tiene otras en el techo para las plazas traseras.
El sistema de infotainment es efectivo por la posibilidad de espejar teléfonos, tanto para Android Auto como Apple Car Play. Pero no trae navegador propio y es algo rudimentario en cuanto a su propuesta gráfica. Igual que otros productos japoneses, da una leve sensación de aftermarket.
En seguridad no decepciona: trae 7 airbags (doble frontal, doble lateral, de cortina y de rodilla para el conductor),frenos ABS con distribución electrónica de frenado, anclajes Isofix para sillas infantiles, asistencia para arranque en pendiente, controles de descenso y de balanceo de tráiler. La posibilidad de circular con la tracción 4x4 en modo "latente", para que acople en caso de necesidad intempestiva también suma puntos. Solo le faltan ayudas a la conducción (como frenado automático, detector de cambio de carril o alerta de punto ciego), que ya son cada vez más comunes en su segmento y sobre todo en su rango de precios.
Y hablando de precios, la gama arranca en US$44.200 y esta versión full AT que probamos cuesta US$ 47.800. Estas cifras la ubican entre las pickups medianas más caras, aunque estos tiempos de mucho spread entre el dólar oficial y el paralelo pueden jugarle a favor.
Como conclusión, la Mitsubishi L200 es una gran camioneta, que puede competir en desempeño de igual a igual con los "peso pesados" del mercado local. Sí es cierto que como "vehículo de trabajo" no tiene la misma cobertura de servicio y la posventa de los fabricantes locales. Pero si se trata de un uso más personalizado, incluso recreativo, es una opción ideal.