Épica y con final feliz, la verdadera historia de "el señor de las moscas" supera la ficción
A veces, la realidad es menos cruel que la ficción y, también, más esperanzadora. Durante décadas, escuelas y universidades plantearon en diferentes asignaturas ensayos y monografías sobre El señor de las moscas (1954): la novela del premio Nobel William Golding protagonizada por niños, un relato moral y sociológico sobre el fin de la inocencia. Ahora, el historiador holandés Rutger Bregman publica una investigación sobre una tragedia de proporciones similares, ocurrida en 1965, un hecho que podría haberse convertido en una doble tragedia –el naufragio y las muertes de los niños–, y sin embargo devino una historia conmovedora que pasó casi inadvertida en su momento y que hoy invita a su relectura.
Un grupo de niños, luego de un naufragio, arriba a una isla desierta. Así, ajenos a todo cuidado y autoridad adulta, comienzan una épica supervivencia, no solo en la búsqueda de alimentos, sino en una contienda feroz por el poder, representado por el fuego. ¿El ser humano nace bueno y la sociedad lo pervierte? ¿Qué conduce a un ser humano hacia el mal? ¿Cuán libres somos? ¿Podemos elegir entre el bien y el mal o bien obramos presos de nuestras miserias? ¿Qué efecto tiene la ambición por el poder en nuestras acciones? ¿Cómo se construye un líder positivo? ¿Por qué algunas sociedades permiten el surgimiento de líderes autoritarios y avalan sus acciones? ¿El silencio y mantener los brazos cruzados ante la injusticia equivale a ser cómplice de los líderes despóticos? Immanuel Kant, Thomas Hobbes, Jean-Jacques, Mary Shelley, Hanna Arendt y Flannery O´Connor son algunos de los nombres que emergen en estos debates que se ubican en la naturaleza del hombre.
Sin lugar a dudas, el descubrimiento de Rutger Bregman, de 32 años, suma un nuevo y central argumento a esta cuestión. El diario británico The Guardian publicó el sábado el fragmento de una investigación que llevó a cabo Bregman contenida en su libro recientemente publicado en inglés. Humankind (2020) [Humanidad]. "Me empecé a preguntar: ¿alguna vez alguien ha estudiado lo que niños reales harían si se encontraran en una isla desierta?"
El historiador encontró el caso de un grupo de seis niños que en 1965, en Tonga, en un viaje de pesca, tras una tormenta, naufragaron en una isla desierta del Pacífico. Su primera medida, contarían luego, fue trabar un pacto de no agresión. Los niños fueron rescatados por un barco australiano un año después, comandado por el capitán Peter Warner, hijo de uno de los hombres más ricos de su país, un magnate de la electrónica. Bregman logró encontrar a Warner cinco décadas después y reconstruir el relato de aquel hallazgo.
Durante 15 meses los niños habían mantenido vivo el fuego, señal que llamó la atención del capitán, quien desvió el curso de su embarcación para acercarse un poco más a la costa desde donde un grupo de niños, con el pelo largo, nadaron con toda su energía hacia su salvación. Estos alumnos del internado católico de la ciudad de Nuku‘alofa, la capital de Tonga, Sione, Stephen, Kolo, David, Luke y Mano, tenían entre 16 y 13 años. Los chicos se quedaron dormidos en la embarcación y comenzaron a ser arrastrados a la deriva. La odisea duró ocho días sin agua ni comida hasta que llegaron a la isla de ‘Ata. La sorpresa de Warner fue encontrar allí una pequeña comunidad con una huerta, un sistema para conservar agua de lluvia (a partir de troncos ahuecados de árboles), un gimnasio, una cancha de bádminton, gallineros y un fuego permanente que se conservaba prendido desde hacía más de un año. Los niños se aferraron a la vida en comunidad y soportaron juntos una gran cantidad de adversidades. Aquel verano había sido tórrido y dada la escasa lluvia, padecieron sed. Uno de ellos además se quebró una pierna y todos respondieron solidariamente, realizando las tareas que él tenía asignadas. A medida que exploraban la isla se encontraban con más provisiones, como pollos y bananas. Cuando Warner los llevó de regreso a su ciudad, la vida en sociedad, con sus leyes, convenciones y protocolos, incapaz de acomodarse a excepciones, se tornó en contra de ellos y fueron condenados a prisión. Warner colaboró, desde su posición de poder (como adulto, como influyente ciudadano australiano y como hijo de un millonario) para liberarlos. Además, reconocido como héroe, comenzó en Tonga un emprendimiento de pesca de langostas y contrató a los seis adolescentes. Un final feliz que en una novela posiblemente hubiese sido tildado de edulcorado o inverosímil.
Golding, quien había participado en la Segunda Guerra Mundial y fue testigo desde el mar del desembarco en Normandía, y quien además conocía las aulas ya que se desempeñó como maestro, publicó esta novela/tesis sobre el origen del mal. En 1983 obtendría el Premio Nobel. Bregman destaca en su artículo que estudió la vida de Golding y que le sorprendió hallar cuán infeliz había sido: alcohólico, sumido en una depresión, violento con sus hijos e incluso que había confesado que entendía a los Nazis.
El señor de las moscas es un clásico de la literatura universal que genera fascinación en diversas generaciones y que pronto sumará una tercera adaptación cinematográfica dirigida por Luca Guadagnino, el realizador de la premiada Llámame por tu nombre. Pero este interés y curiosidad, quizá debiera ser revisado. "Es tiempo para un tipo diferente de historia. La verdadera El señor de las moscas es un relato de amistad y lealtad, una que ilustra cuánto más fuerte somos si nos respaldamos en el otro", concluye Bregman, quien brindará el 19 de este mes, a las 7 PM de Inglaterra, un chat en el sitio de The Guardian donde responderá preguntas de sus lectores.
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