Palabras prohibidas
Ha pasado un año de la guerra en Ucrania. Y Rusia ni siquiera le concede la denominación de guerra, porque de hacerlo le reconocería a Ucrania una soberanía que el Estado ruso no acepta. Así surge de un artículo publicado estos días en el Boletín de los Científicos Atómicos, una organización sin fines de lucro cuyo ícono es el Reloj del Apocalipsis, que hoy se encuentra a 90 segundos de la medianoche. Supongo que entienden lo que eso quiere decir.
De este lado del mundo pasa algo delirante. Los que vemos la invasión de Ucrania como una acción insensata y condenable (a mi juicio, una barbarie sin atenuantes) evitamos la palabra guerra; preferimos invasión. Así, le hacemos el juego a Putin, cuyo gobierno tiene prohibido llamar “guerra” a su “operación especial”. Los de la vereda de enfrente, en cambio, y de nuevo en franca contradicción con la postura que pretenden ventilar, se abstienen de hablar de una invasión. Según el Boletín, los que usan la palabra “guerra”, “ocupación” o “anexión” podrían enfrentar en Rusia una condena de hasta 15 años de prisión. Aunque hasta el propio Putin terminó por llamar a las cosas por su nombre en público, dos meses atrás. Y mientras tanto la locura bélica continúa.