Rock y Borges: Luis Chitarroni póstumo en dos novedades editoriales
Un ensayo fragmentario sobre el “Borges” de Adolfo Bioy Casares y un volumen con notas y reseñas de discos para revistas iluminan la trayectoria del escritor, editor y académico fallecido en 2023
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Dos nuevos libros póstumos del escritor, editor y académico Luis Chitarroni (1958-2023) se distribuyeron en librerías este año: La ceremonia del desdén (Mardulce, $ 25.000) con comentarios iluminados (así como pícaros epigramas) inspirados en el Borges de Adolfo Bioy Casares y Notas y reseñas sobre rock (Hiperbórea, $ 28.500), con notas sobre músicos como Joni Mitchell, Phil Collins y Elton John y comentarios de discos que el autor había publicado en su juventud. Ambos contaron con la autorización del hijo del autor, el traductor y escritor Pedro Chitarroni.
La ceremonia del desdén -un ensayo fragmentario que incluye anécdotas del universo cultural del siglo pasado y curiosos detalles tipográficos- nació de un largo intercambio de mails sobre el Borges de Bioy Casares entre Chitarroni y el escritor y editor Damián Tabarovsky.
“En ese contexto, le ofrecí que escribiera el libro -cuenta Tabarovsky a LA NACION-. Así que es ‘técnicamente’ un encargo de Mardulce, que Luis venía trabajando a muy buen ritmo, hasta que enfermó. Cuando murió, su hijo le pidió a Edgardo Scott que revisara el texto, y Scott trabajó al cuidado de la edición. Pero el texto de Chitarroni ya estaba igualmente listo para la publicación. La enfermedad y posterior muerte de Luis atrasó todo, obviamente”.
Tabarovsky había sido el editor de Peripecias de no: diario de una novela inconclusa, segunda novela de Chitarroni. “Tal vez su obra maestra -observa-. La ceremonia del desdén es un libro hermoso y para Mardulce editar a Chitarroni encarna buena parte de lo que es Mardulce. Estamos muy orgullosos de ser los editores del libro”.
"La ceremonia del desdén es un Chitarroni puro: erudito, no menos que Borges y Bioy; y juguetón, digresivo y caprichoso, un prodigio de inteligencia, que va más allá de Borges y Bioy para desembocar en una reflexión sobre el estatus de la propia vida literaria”, asegura Tabarovsky, y anticipa que leerá Notas y reseñas sobre rock. “Estuve de viaje cuando salió, recién ahora lo recibí; leí todo lo que escribió Chitarrroni”.
Edgardo Scott escribió, además de las notas al pie, el prólogo. “Cuando Pedro Chitarroni me escribió para que ayudara con los archivos, papeles y libretas de su padre, no bien nos vimos le pregunté y comenté de La ceremonia del desdén –dice Scott a LA NACION–. Recuerdo meternos y mirar en su máquina, y ver su pantalla de inicio como un palimpsesto, ir moviendo las carpetas hasta dar con ese título, como si halláramos un tesoro escondido. Como cuento en el prólogo, yo sabía del libro, como otros amigos, pero no sabía en qué grado de realización estaba el manuscrito. Y si bien tuve que descartar algunos pasajes que eran como recordatorios para eventualmente escribir sobre ‘eso’ algún día y hacer un montaje de las diferentes entradas, tanto la forma general como la definición de la mayoría de los pasajes ya estaba lograda con esas dosis parejas de precisión y misterio que tenía la escritura de Chitarroni”.
Notas y reseñas de rock estuvo al cuidado de Diego Zappa y Guillermo Piro, y tiene un prólogo del investigador y profesor Ricardo Ibarlucía y un texto de contratapa del escritor Rodrigo Fresán (que lo define como “un libro pegadizo” y “una refrescante set-list para cantar en ducha larga”). De todos los libros de Chitarroni este es el que, por ahora, revela el estilo de su escritura juvenil, donde germinaban el gusto por los cultismos, el dato inesperado y la cultura británica.
“Reúne una serie de notas en clave biográfica y reseñas de discos de rock que Luis Chitarroni publicó en la revista Audio Universal a comienzos de los años ochenta –dice Zappa a LA NACION–. A eso se le sumó una sección con notas que Luis escribió para la revista Esculpiendo Milagros en los años noventa [dos de ellas en colaboración con el periodista Daniel Renne]. Originalmente no pensábamos incluir ese material y fue su prologuista Ricardo Ibarlucía quien nos convenció de hacerlo. Visto el resultado final, queda claro que tuvo razón”.
En el prólogo, Ibarlucía establece una relación entre la música y la obra literaria de Chitarroni, en especial sobre su primera novela, El carapálida. “Ricardo le adjudica al rock una gran importancia en la ‘conformación de su sensibilidad estética’ –señala Zappa–. La dispersión de sus notas sobre música en distintos medios habla a las claras de la importancia que tenía para él. Supongo que el lector ideal del libro es alguien como el propio Luis: un lector que sea también un melómano y que tenga una sensibilidad tal que le permita establecer conexiones entre la música y otras formas de arte. Y por supuesto el público de rock”.
Gustavo Curto, amigo y compañero de Chitarroni en Audio Universal, fue quien sacó la foto del joven escritor en la redacción de la revista y el que la acercó a los editores de Hiperbórea.
Dos fragmentos de los libros póstumos de Chitarroni
De La ceremonia del desdén
“El desprecio como una generalidad abstracta dispuesta a reducirse en la factoría indiscutible del desdén. Esa fracción arbitraria y suplente del desprecio: el desdén”.
“Si por un rato nos distrajéramos (apartáramos) de la malevolencia personal y de los chismes y los ejercicios de ingenio, de cierta truculencia dramática y cierto escepticismo de declinación de la jornada, ¿encontraríamos por fin una estética? No, probablemente. A pesar de su afanosa desobediencia institucional, a pesar de la renuncia a dar por válidos los juegos y tacañerías (tamañerías: Lisandro Segovia) de la vanguardia -o acaso por atarlos, anudarlos frente a frente, en ‘espejo, mirándose’-, el contubernio que plantean Borges y Bioy no rechaza ‘la literatura’ como la tradición de la literatura ni se opone a su enseñanza. Cree que la transmisión (de alarmas, de chismes, de censura) puede precaver a los cofrades, a los otros miembros de la secta… del Fénix (?). A la sazón, no alcanza con esa larga serie de prejuicios para confirmar, o definir o redefinir un cuerpo elemental y necesario de la literatura”.
“¿Cuál es el tiempo libre de Borges?, pero, sobre todo, ¿cuál es el tiempo libre de Bioy? ¿El diario? Se llega a una conclusión: gracias al diario, ninguno de los dos tiene ‘tiempo libre’”.
De Notas y reseñas sobre rock
“Lo que vulgarmente entendemos por el apogeo de una estrella de rock’n’roll, lo que el cine, las revistas, todos han convenido que debe ser el sitio más alto de alguien consagrado a cristalizar, en un escenario, la colección de fantasías, esperanzas, frustraciones, incredulidades de la audiencia, aparece como un borde fluctuante, la frontera de algo incomprensible, el punto de apoyo del destino para impulsarse. El periodo en que Janis [Joplin] reinó, de 1968, digamos, a 1970, fue una ráfaga de eventos extraordinarios donde fulgura, como centro evocable más cómodo a la memoria, el atribulado lodazal de Woodstock”.
“John Cale es legendario por varios motivos. Uno de ellos es su tratamiento de las medidas, que al alcance de las manos de Cale se convierten de inmediato en distancias. Lo más curioso es que tales distancias se estrechan en una digitación ordinaria. El músico por antonomasia de Velvet Underground no es, como Frank Zappa, un repertorista. El héroe oculto del grupo mítico reina en un espacio menos rico y menos limitado que el que domina a su exsocio Lou Reed. A este lo cercan los fantasmas isabelinos que riman sus metáforas en la oscuridad de un idioma que no necesita acompañamiento musical paa atenuar un silencio igualmente elocuente; lo empobrecen solo los lugares comunes de una experiencia que suele encontrar sus rimas mientras el dealer no está”.
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