Anthony Joshua aprendió la lección, boxeó desde lejos a Andy Ruiz y recuperó los títulos mundiales de los pesados
La reconquista del campeonato mundial pesado (AMB-FIB-OMB) por parte del inglés Anthony Joshua (107.500 kg) sobre el estadounidense Andy Ruiz (128.300 kg) en un combate anodino disputado en el Diriyah Arena, de Arabia Saudita, formó parte de un capítulo pálido e incipiente distante de todo el interés que había despertado.
Joshua ejecutó a la perfección una teoría fría y resultadista en donde los puntos claros logrados en la mayoría de los rounds –según LA NACION ganó 11 y perdió uno- le aseguraron recuperar lo que vino a buscar: la corona que Ruiz le había birlado en junio último. Impuso todas las lógicas que formaban parte del comentario previo del match: sus ventajas técnicas y experiencia internacional sobre las emociones y el corazón del californiano, que casi nunca pudo conectarlo. Joshua no pudo desprenderse de sus propios fantasmas e inseguridades anímicas porqué, quizás, todavía lleva en su alma el KO fresco que Andy le causó hace seis meses y evidenció estar todavía inmerso en un proceso de "cura espiritual".
El combate denunció el boxeo de salón, de alta esgrima del británico, y el estilo de peleador ordinario, con mucha grasa y poco músculo, que acompañó al norteamericano al cabo de 36 minutos. Y resultó totalmente indiferente para un público nuevo para esta disciplina. Los arábigos, que tienen poco boxeo, tuvieron un campeonato mundial pesado bajo una circunstancia anormal: la lluvia en la zona del desierto. Los turbantes, los rostros pétreos y barbados completaron los 15.000 asientos del lujoso recinto. No hubo escotes exuberantes: no hubo mujeres en el ring por motivos religiosos. Hubo un respeto total hacia el evento y los boxeadores. Ni siquiera los 2000 ingleses presentes pudieron establecer algún tipo de presión, cuando, al compás del estribillo de "Sweet Caroline", el peleador británico ascendió al ring.
Haciendo lo mínimo, Joshua, de 30 años, con 23 victorias (21 KO) y una derrota, volvió al sitial de los campeones. Piernas, distancia y jab. Solo eso fue suficiente para vencer. Sin embargo, la paradoja del análisis de este deporte, lo aleja de los sitiales de primacía, en consumo de los promotores e interés del público, que quedaron reservados –absolutamente– para el norteamericano Deonaty Wilder y el británico Tyson Fury. Un duelo ya estipulado para el 22 de febrero próximo en Las Vegas, por el cetro del Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Además de un deporte, el pugilismo es un espectáculo y Joshua omitió colocarle riesgo y lucimiento a su victoria.
¿Que pasó Andy Ruiz?
Su sobrepeso le quitó sorpresa, llegada y puntería y fue consciente, tras ser cortado en su ceja izquierda por el primer derechazo de su rival, que esta vez todo sería distinto. No tuvo ideas y su falta de velocidad lo sumergió en una opacidad combativa decepcionante. Se bloqueó temperamentalmente y su "corazón de león" latió muy poco. Más que nada por el recuerdo del KO anterior que le había propinado a Joshua, en el Madison Square Garden. No pudo eyectar su figura de "campeón cenicientas" al primer plano.
Seguirá siendo una atracción para el show del boxeo, pero sus sueños de "Rocky" Balboa se enterraron en las dunas de Diriyah. Sería absurdo pensar en una tercera pelea inmediata con Joshua, después de este trámite. Pocos se entusiasmarían para volverlos a ver ya. Habrá que esperar. Tiene 30 años y un récord positivo de 33 éxitos (22 antes del límite) y dos reveses.
Todos esperábamos una redención deportiva de Joshua, de otra manera. Quizás, con el sacrificio que entregó Muhammad Alí cuando volvió a ser campeón ante Leon Spinks, que lo había sometido en modo increíble en 1978. Pensamos, también, en que podía aplicar un cruzado venenoso como aquel que Lennox Lewis le propinó a Hasin Rahman, en el desquite de una de las sorpresas del siglo, en 2001. Pero nada de ello ocurrió.
El resultado es el mandamiento principal del deporte profesional del planeta tierra en el Siglo XXI. Sin embargo, el campeón mundial de los pesados debe ser un gran artista en el ring. Y Joshua, pese a su inobjetable victoria, fue sólo un actor de reparto.
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