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El japonés Naoya Inoue, ganador de cuatro títulos mundiales en pesos diferentes (desde 48,900 kg hasta 55,300 kg) y considerado el mejor boxeador universal del momento –al menos, para este cronista-, repetirá una estrategia que le resultó favorable tras su última retención mundialista: exponer su corona casi al mismo tiempo en que lo hace su firme competidor por el liderazgo boxístico, el mexicano Saúl Canelo Alvarez; forzando una ruda porfía sobre quién lo hizo mejor y quién mantiene la hegemonía absoluta en este deporte.
Así ocurrió la última vez. Mientras Canelo era abucheado tras batir a William Scull, en Riad, el 3 de mayo último, Inoue era ovacionado al batir a Ramón Cárdenas, en Las Vegas, un día después.
Ahora, Naoya irá por lo máximo en suelo nipón, en Nagoya, el próximo domingo 14, ante un retador esquivo y complejo: Murodjon Akhmadaliev, un uzbeco ganador de 14 peleas (11 KO) y una derrota.
En la noche previa, Canelo y el múltiple campeón estadounidense Terence Crawford afrontarán el choque más esperado del año. Como siempre ocurrió en los combates del azteca todo transitará entre lo estoico y lo decepcionante, entre lo épico y lo abúlico, entre la ovación y el silbido. Sin término medio.
Tal paralelo entre ambos cotejos exaltará, además, un contraste peculiar: Canelo vs Crawford consumirá millones de dólares por doquier en un estadio pomposo para 65.000 espectadores, Allegiant, una de las últimas maravillas arquitectónicas de Las Vegas. En cambio, Inoue vs. Akhmadaliev, por el cetro supergallo unificado, estará aferrado a un íntimo rito pasional y sensible para el púgil japonés, quien tributará su faena en honor a sus dos colegas fallecidos en el ring el 2 agosto pasado en Tokio: Hiromasa Urakawa y Shigetoshi Kotari, en lo que constituyó la jornada pugilística más desgraciada en cien años de historia.

Y este claroscuro o contraposición entre la riqueza material y la ofrenda espiritual que diferencian ambas carteleras pesará –también- a la hora del balance final entre lo hecho por uno y otro para recomenzar los comentarios sobre la postura de N°1 del pugilismo mundial.
El debut del estadounidense Dana White, indolente y soberbio mandamás de la UFC –la compañía mas importe en la organización de artes marciales mixtas en Estados Unidos- como productor general de una gran velada en Las Vegas, provocó dos grandes decepciones en el genuino ámbito pugilístico: 1) excluir a México de la televisación del match por canales abiertos y gratuitos (Televisa y Azteca TV), proponiendo la emisión internacional a través de Netflix –servicio de streaming pago por suscripción- y además, imponer al Consejo Mundial de Boxeo la reducción de 12 a 10 rounds, en el límite del combate coestelar por el cetro supermediano interino entre los invictos Christian Mbilli, y Lester Martinez.
En contrapartida a toda esta altanería, Inoue, de 32 años, ganador de sus 30 peleas (27 KO), callado y tímido, más allá de la notoriedad que lo convirtió en uno de los tres deportistas más populares de Japón junto al beisbolista Shohei Ohtani y el patinador Yazuru Hanyu, subrayó sobre su presunto avance hacia el peso pluma que todo está en manos de sus sabios representantes: Bob Arum, estadounidense de 93 años, y Akihiko Honda, de 77 años, ratificando su admiración por los veteranos representantes que suman entre ambos 170 años.
Inoue combina la técnica con el remate y se basará en ello para mantener su supremacía y obligarnos a madrugar para verlo por televisión como acaeció en sus últimas peleas. Será un placer para nosotros y una obligación llena presión para él.




