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Por aquellas batallas-duelos con los Pumas en ventanas y, especialmente, en los Mundiales de 1999, 2003 y 2007, quizá del lado argentino no se pudo disfrutar a pleno de un jugador como el irlandés Brian O’Driscoll. El legendario número 13 estaba, sin motivo razonable y de rebote, en una especie de lista negra que encabezaba, por lejos, Ronan O’Gara, con quien Mario Ledesma, Felipe Contepomi y compañía saldaron cuentas varias veces dentro y fuera del césped. La fantástica victoria en París 07 que clasificó al seleccionado a los cuartos de final y dejó a los de verde sin nada, terminó de sellar esa rivalidad.
Precisamente después de ese partido que lo tuvo como uno de sus protagonistas principales, Felipe Contepomi recibió un mensaje en su celular cuando se cambiada en el vestuario. Era su compañero de equipo en el Leinster irlandés que lo felicitaba por el triunfo. Lo firmaba BOD, como se lo conoce a O’Driscoll desde que lo rebautizó un diario irlandés.
El sábado, O’Driscoll jugó su último test. El número 141, marca histórica en el rugby. Cuatro Mundiales, cuatro giras de los Lions, quince 6 Naciones. Y terminó su carrera como lo merecía: alzando la Copa del torneo por selecciones más antiguo. En un partido para el infarto que Irlanda casi lo pierde en la última pelota. Pero sobre todas las cosas, O’Driscoll se fue jugando en un primerísimo nivel, ganándose el lugar en la cancha y sin hacer uso de sus condecoraciones. Ahí estuvo parte del gran secreto de su brillante trayectoria: su reconversión permanente.
O’Driscoll sufrió el año pasado un golpazo a su condición de estrella indiscutible. El neozelandés Warren Gatland, el mismo que lo hizo debutar en 1999, con 20 años, en el seleccionado de Irlanda, lo dejó afuera de los 23 Lions para el partido crucial, el definitivo, con los Wallabies. De saco y corbata, lejos de algún desplante, O’Driscoll festejó como uno más el histórico triunfo del mítico combinado galés, inglés, irlandés y escocés en tierra australiana.
Aquel golpe actuó como un revulsivo para O’Driscoll. En noviembre jugó una serie espectacular con la selección de su país y estuvo a segundos de saldar la materia pendiente que le quedó a su carrera: ganarle a los All Blacks. Fue en un test maravilloso que todavía cuesta entender cómo hicieron los neozelandeses para llevárselo. Y en éste 6 Naciones brilló en Dublín en su último partido con la camiseta verde ante su público, llevándose una ovación en la goleada a Italia. Pero quedaba un peldaño más, muy complicado, en París, donde en 2000, con 3 tries suyos, había quebrado una racha de 28 años sin triunfos visitantes ante les bleus. El cielo estuvo de su lado, y el Trébol capturó el Mundial del Norte.
Su otra cuenta pendiente, además de los All Blacks, fue la de los Mundiales. Nunca pudo llegar a una semifinal. Dos veces se topó con los Pumas en el camino (1999 y 2007). Pero fue capitán de Irlanda y de los Lions y en el 6 Naciones logró el Grand Slam y la Triple Corona.
O’Driscoll ha sido un ejemplo de cómo sobrevivir con grandeza a los distintos cambios que fue teniendo el rugby en los últimos años. Un espejo que le puede servir, salvando las distancias, al rugby argentino, que viene transitando nuevos escenarios en busca de otros destinos.




