Gallardo, su autoexigencia en River y el viaje del esquema 3-3-2-2 al 2-6-2
Se sabe que Marcelo Gallardo es un entrenador exigente. Potencia a los jugadores, toma decisiones en función de las señales que le dan los partidos y sin tener en cuenta los nombres. Un juvenil le puede sacar el puesto a un experimentado; el capitán de hoy puede sentarse en el banco dentro de tres fechas. Así se hace respetar en River por un grupo que no se relaja (porque el que no corre o deja de esforzarse no juega) y que al mismo tiempo confía en su conductor por dos cuestiones.
Primero, porque hace lo que dice. Puertas para adentro mantiene la coherencia, baja línea a sus futbolistas y no se casa con nadie, por más que interiormente Gallardo sienta que hay jugadores que, por momentos, sean indiscutidos. Pero si algo no funciona busca modificaciones. Y la segunda variable por la que el entrenador es muy respetado puertas para adentro del vestuario es porque con el primero que es exigente el DT es con él mismo.
Quizás en otro contexto se hubiera quedado en Buenos Aires haciendo reposo, luego de la operación que sufrió por cálculos renales. Pero viajó y le sacó jugo a su estadía en Santa Fe con la modificación que hizo a los 28 minutos del primer tiempo. Cambio táctico: adentro Juan Fernando Quintero, afuera Martínez Quarta. Tuvo el detalle, eso sí, de hablar enseguida con Martínez Quarta: "Perdoname, lo tenía que hacer por el bien del equipo".
Matías Biscay, uno de sus ayudantes de campo, más allá de que demostró personalidad y condiciones para dirigir a River ante la ausencia del Muñeco, ¿hubiera hecho ese cambio táctico durante el primer tiempo?
Al margen de que el cambio le dio resultado, el análisis de centra en lo que el DT observó, en el momento de la decisión. Gallardo vio algo y, convencido de su intuición, actuó. Incluso, hizo mover a los posibles reemplazos (Quintero y Cristian Ferreira) desde los 16 minutos, por más que el cambio lo hizo a los 28. ¿Qué analizó el Muñeco? Que al 3-3-2-2 de River le sobraba un zaguero central ante el esquema 5-4-1 de Unión.
Tener a Martínez Quarta, Rojas y Pinola para controlar a Walter Bou era un exceso. Leonardo Madelón había sorprendido porque, hasta acá, casi siempre había jugado con dos puntas definidas. Pero cambió. Y por más que Gallardo les pedía a sus centrales que se animen a pasar al ataque con la pelota o rompiendo líneas de pase "hacia adelante", Suárez y Borré quedaban demasiado lejos de la posesión.
Con el ingreso de Quintero, River pasó a jugar 2-6-2, con Armani y solo Rojas y Pinola por detrás de la línea de la pelota; luego, Montiel y Casco abiertos y fijando las bandas. Y por el centro, a pura movilidad y rotación, Quintero, Nacho Fernández, Enzo Pérez y De la Cruz. Y arriba Suárez y Borré, entrando y saliendo continuamente. Aunque Enzo Pérez era el principal respaldo de Rojas y Pinola, no igualaba la línea de ellos a la hora de atacar.
De esa manera, pudo ejercer superioridad numérica y tener jugadores para filtrar pases y romper líneas defensivas. En el 1-1 de Nacho Fernández, es Quintero quien filtra el pase para Matías Suárez, aunque después la técnica del ex Belgrano haya hecho su aporte para sumar su octava asistencia en la Superliga (centro pinchado para el cabezazo de Nacho Fernández). Y Quintero fue clave también para el córner que ejecutó en el gol de Rojas.
River estaba presionado por el triunfo de Boca y porque empezó perdiendo. Pero Gallardo, aún en el 0-0, movió el banco a los 28 minutos del primer tiempo pensando en ganar. Si bien Unión lo había complicado con un par de avances y el muy buen delantero que es Walter Bou, lo que Gallardo observó en su viaje a Santa Fe es que su equipo tenía problemas para atacar, para generar situaciones de riesgo, para trasladar la posesión en gol. Esa modificación le sirvió para destrabar un partido complejo y volver sabiendo que le había sacado rédito a la excursión.
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