Miguel Angel Russo y la 'visita' de los barras: "No es bueno lo que pasó"
"Si Vélez gana el domingo no tiene que ver por lo que pasó, que quede claro", sentenció el técnico de Vélez
Con 59 años, Miguel Ángel Russo es el segundo director técnico de mayor edad en actividad en Primera División, detrás de Ricardo Rezza (67). En 28 temporadas de trabajo, debutó en 1989/90, en Lanús, disfrutó del reconocimiento por los múltiples éxitos y también sufrió derrotas que le dejaron marcas. Su presente es Vélez, en el que desarrolla un segundo ciclo, aunque la actualidad deportiva no le ofrece el mejor rostro. El club transita un período de transición, así lo definió con el presidente Raúl Gámez, cuando asumió, a comienzos de año. El campeonato económico y la promoción de juveniles son la matriz del proyecto. Los flojos resultados, sin embargo, demostraron una impaciencia que se reflejó en violencia, con el apriete de la barra brava al plantel. "No es común, y menos en Vélez, donde nunca tuve inconvenientes de este tipo. Los más grandes tuvimos que sobrellevarlo con calma. No recibimos agresiones ni nada por el estilo, pero tampoco fue pacífico. Algo nos superó y no hay que minimizarlo", manifestó Russo.
En los 18 ciclos que condujo, el DT protagonizó varios episodios de esa naturaleza. En 2013, en un partido entre Atlético Tucumán y Central, por la primera B Nacional, en medios de los incidentes entre la barra brava rosarina y la policía, Russo se acercó al alambrado y habló con el líder Andrés Pillín Bracamonte. Tres años antes, en Racing, soportó la presencia de alrededor de 100 barras, que fueron a pedir explicaciones por los magros resultados. Pero la situación más inverosímil se dio en 2002, cuando su nombre era el elegido por los dirigentes rosarinos para tomar las riendas del equipo. Pero debió esperar cinco años para dirigir a Central, porque fue resistido por los dos grupos que se dividían el control de la tribuna: los Chaperos y los Pillines. Tanto que al regresar a Buenos Aires, después de la reunión con los dirigentes, recibió amenazas telefónicas.
Un grupo de 20 integrantes de La Pandilla fue el miércoles pasado a la Villa Olímpica. Yamil Asad y Fausto Grillo fueron los principales blancos de los violentos que responden a Pedro Paz, líder de la barra. Russo y su cuerpo técnico fue testigo, pero su tarea no fue objetada. "Que las críticas vengan a mí, pero dejen a los chicos tranquilos. No por mí sino por el club. Esto lo repudio, no le hace bien al fútbol", advirtió el entrenador.
Una situación que se desmadró en una institución cuyo presidente, Raúl Gámez, admitió, en una entrevista con LA NACION, en enero pasado, que pacta con los violentos. "Lo hago para no pasar vergüenza y que después hagan lío y perjudiquen al club", sostenía. Una receta temeraria y que con los hechos a la vista, lejos está de funcionar.
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