Por las malas de los primeros meses y las muy buenas del final, Juan Sebastián Verón es el personaje del año
No pudo convencer a los socios de la llegada de Foster Gillett, pero demostró que no hace falta tener peso en la AFA para ganar y que con rebeldía se puede
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No fue Gustavo Costas, aunque su Racing haya estado cerca de la final de la Libertadores y a punto de ganar una estrella local. Tampoco Juan Román Riquelme, aunque la agenda mediática lo ubica en el centro de escena permanentemente, pase lo que pase con Boca. Ni Angel Di María, de prestigio astillado tras la copa entregada a Central por un torneo que no era tal. Menos Marcelo Gallardo, claro, de decepcionante segundo ciclo en River por ahora. El personaje del año resultó Juan Sebastián Verón. Por las malas, que se le juntaron en los primeros meses, y las muy buenas del final, con su Estudiantes ganador y él, particularmente, erigido como el líder de la rebelión.
El 2025 termina con, entre tantos temas, la reducción de una sanción disciplinaria a Andrés Fassi, el presidente de Talleres que había tomado el lugar de principal opositor de la AFA y parecía querer usufructuarlo. Sucedió que, urgido por la lucha de la permanencia en primera y embebido en el contexto que dice que el no alineado sufre, Fassi agasajó a Claudio Tapia en Córdoba. Dejó de ser un rival que valía la pena suspender. Verón está solo. El resto no tiene espalda para manifestar diferencias o está agradecido y hasta atado por haber recibido favores con anterioridad.
Quedó dicho que no todo el año tuvo a Verón envuelto en aciertos. De entrada, no logró convencer a los socios de Estudiantes acerca de por qué le hubiese resultado conveniente al club firmar un largo acuerdo con Foster Gillett, un empresario estadounidense supuestamente acaudalado. Si Verón, uno de los presidentes de club de mejor imagen entre sus hinchas, no pudo llevar aquel tema a la asamblea correspondiente, cualquiera pudo haber razonado que los papeles del acuerdo no estaban firmes.
La inversión privada lo desvela. No habría que descartar que busque otra alternativa para la próxima temporada. Las causas pueden ser lógicas. En la mayoría de los clubes, el fútbol suele ser deficitario. Hay pocos recursos extraordinarios que equilibren los números. Todos caen en la venta de futbolistas, lo que desarma los planteles y lógicamente disminuye las ambiciones deportivas. Sin embargo, la asociación con un empresario todavía no encontró un punto medio entre los beneficios del que tiene la materia prima y el que pone el dinero. Un paso exitoso de Gillett en Estudiantes, que es más un club de ambiciones que uno de necesidades, hubiese contagiado a otros. Está claro que no lo hizo, más allá de que la AFA cobije, en primera y sobre todo en el ascenso, a varios clubes que a sus flacos ingresos les suman aportes externos que explican su esplendor.
El coqueteo con los empresarios y haberse enfrentado a la conducción del fútbol argentino acercó a Verón con el Gobierno nacional. En este punto vale extenderse. Verón suele decir que no tiene preferencia alguna. Describirse apolítico es una toma de posición. Pero en su caso lo que recuerda es que para su provecho supo juntarse con quien tenía poder en cada momento. En 2006, cuando era figura como jugador y Estudiantes luchaba para que la política le autorizara la remodelación de su estadio, se reunió con Néstor Kirchner en la Casa Rosada. Su campaña para presidente de Estudiantes en 2014 fue apoyada por Daniel Scioli, entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. En su libro “Presidente. Génesis y construcción política de Juan Sebastián Verón”, Juan Rubinacci recuerda que, en 2015, Mauricio Macri lo “mandó a medir” y “le ofreció la candidatura a intendente de La Plata, propuesta que el exfutbolista rechazó”. Su personalidad camaleónica y el provecho de situaciones del otro lado permiten pensar que no es que Verón sea mileísta sino que el Gobierno se hizo veronista.
Los resultados futbolísticos de Estudiantes fueron de menos a más: sin protagonizar el Torneo Apertura y la Copa Argentina, luego llegó hasta los penales contra Flamengo en la Libertadores, fue campeón en el Clausura y ganó el Trofeo de Campeones. Fuera del campo, Verón no siempre tuvo claro cómo proyectar la estructura. En mayo, promovió a Carina Magnabosco, una brasileña de quien no sobraban datos en su currículum, como una “aliada estratégica”. Y dos meses después, fueron los jugadores con los hinchas y no tanto la dirigencia quienes respaldaron a Eduardo Domínguez, el técnico luego campeón. Eso sí, el balance del año encuentra a Verón como el principal responsable de que se haya puesto en revisión un paradigma de época.

Luego del hartazgo generalizado y de Estudiantes campeón, tal vez los hinchas en general dejen de pedirles a sus dirigentes tener peso en la AFA. Quedó demostrado que desde la rebeldía también se puede. Que no hace falta la obsecuencia. Un título no es para cualquiera. Fundamentalmente se necesita un buen equipo, claro. Pero parecía que sólo podían ganar quienes estaban cerca de la mesa chica. Bien, después de meses y meses de que los árbitros fueran protagonistas principales, las competencias terminaron con aquellos como meros actores de reparto. Es cierto, ya habían sido eliminados Huracán, San Lorenzo y Gimnasia de Jujuy por actuaciones arbitrales polémicas. Pero debía suceder algo que se convirtiera en un posible punto de inflexión. El clamor popular y un presidente de club con espalda para rebelarse permiten imaginar un fútbol más saludable para 2026, aun con el riesgo de parecer inocentes.
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