River perdió el fuego sagrado y Marcelo Gallardo compite todo el tiempo contra su estatua
Tras la eliminación de la Copa, donde sólo ganó tres de sus 10 partidos, el plantel millonario está bajo la lupa, obligado como nunca
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El dolor de ya no ser. River ha perdido el fuego sagrado que lo definía en los momentos de riesgo. Ya no se alimenta de la adrenalina de la instancia decisiva. No saca a relucir ese aura ganadora que aparecía cuando quedaba contra las cuerdas. El hincha no tiene más esos argumentos que abundaban para creer ciegamente. Hoy el equipo acumula golpes en los duelos cruciales y no logra salir de ese bucle negativo. En el banco está Marcelo Gallardo, su técnico más ganador, el que cambió la historia moderna y seguramente el más capacitado para liderar el rumbo futbolístico. Pero ni siquiera el Muñeco está fino a la hora de decidir, elegir y planificar. Y la sensación es que compite todo el tiempo contra su estatua emplazada en la Avenida Figueroa Alcorta. Su definición de ser un equipo “en construcción” a finales de septiembre hoy lo expone y lo responsabiliza. Porque River no pudo nunca dar ese salto de confianza que se esperaba. Y ahora la reacción debe ser inmediata: el domingo jugará contra el líder Riestra y el próximo jueves se cruzará con Racing por la Copa Argentina. A todo o nada.
“A ver si nos entendemos, los jugadores y la popular... ustedes matense en la cancha, que acá en la tribuna los vamos a alentar. Pongan más huevo, pongan más corazón…”, fue el grito de los dos mil hinchas de River en el Allianz Parque cuando ya se había retirado la parcialidad local y los jugadores millonarios cruzaron el campo para volver al hotel. El público apuntó contra un plantel que una vez más volvió a quedar en la mira por la acumulación de frustraciones. Perder contra Palmeiras en cuartos de final de la Copa Libertadores en Brasil es una posibilidad. Pero el arrastre y las formas potencian el dolor: el 5-2 global volvió a exponer errores y desatenciones evitables y reiteradas. En San Pablo se hizo presente la actitud, pero se ausentó la concentración, la inteligencia y la efectividad en un segundo tiempo que lo condenó.
El millonario aún no pudo gritar campeón desde que regresó Gallardo en agosto del año pasado. Y más allá de los dos superclásicos ganados que siempre influyen, la gran deuda del equipo son los partidos decisivos, esos que muestran de qué está hecho un grupo. El primer cachetazo fue con Atlético Mineiro en las semifinales de la Copa Libertadores pasada: caída 0-3 en Belo Horizonte y empate 0-0 en Buenos Aires. Luego, tampoco pudo recuperar terreno para conquistar la Liga Profesional que ganó Vélez.
Ya en 2025 llegó en marzo la final de la Supercopa Internacional con Talleres en Asunción. Parecía ser la cita perfecta para conquistar el decimoquinto título del entrenador. Pero fue un empate 0-0 con un rendimiento que no estuvo a la altura y derrota por penales ante un rival que hoy está peleando el descenso. Más tarde, en mayo, igualó 1-1 y cayó por penales con Platense en el Monumental en los cuartos de final de un Torneo Apertura que lo perfilaba como el gran candidato. En junio partió a los Estados Unidos con la ilusión de alcanzar los octavos de final del Mundial de Clubes, pero igualó 0-0 con Monterrey y perdió 2-0 con Inter de Milán y quedó eliminado en la fase de grupos.
Al regresar al país llegó una fuerte renovación. Gallardo decidió dejar de tener en cuenta a ocho jugadores e incorporó a otros cuatro: Maximiliano Salas, Juanfer Quintero, Juan Portillo y Matías Galarza. En total, desde que comenzó su segunda etapa, ya son alrededor de 65 millones de euros invertidos en 16 jugadores en tres libros de pases. Y aunque solo con las recientes ventas de Claudio Echeverri y Franco Mastantuono superan esa cifra, el elevado presupuesto también hace crecer la expectativa y sube la vara de la exigencia. Por eso también golpea tanto otra eliminación. Más allá de estar dentro de la lógica por el presente de Palmeiras, River venía de empatar ambos partidos de octavos con Libertad y no ganó ninguno de sus últimos cinco en una Copa en la que solo se impuso en tres de diez encuentros. Además, también llegaba de una pobre presentación con Unión en la Copa Argentina, en la que empató sin goles y pasó por penales.
“La obligación está siempre. No le escapo. Tenemos que convertirnos en un equipo más fuerte para estos partidos de nivel internacional, tenemos que ser más fuertes para ganarlos. No estamos lejos. Nos enfrentamos a un rival que es serio candidato a ganar la Copa. Pero la diferencia está en los detalles y ahí tenemos que evolucionar y aprender. Necesitamos ser un equipo más fuerte si les queremos ganar a rivales como estos en series decisivas”, dijo el DT y agregó: “Ahora se puede ver mucha desilusión por la eliminación y creer que todo es negativo. No lo tomo así, pero sí tenemos que construir un equipo más fuerte. Es un equipo en construcción, hay muchos jugadores que llegaron y muchos que se fueron. En esa construcción tenemos que competir y ganar, porque es nuestra obligación. Tal vez no estamos en nuestro mejor funcionamiento, tienen que crecer futbolistas a nivel individual y tenemos que crecer a nivel equipo. Seguiremos trabajando para construir un equipo mucho más confiable que pueda ganar este tipo de partidos”.
🗣️ "ES UN EQUIPO QUE ESTE AÑO SE ESTÁ CONSTRUYENDO, NO ESTAMOS EN NUESTRO MEJOR FUNCIONAMIENTO"
— TyC Sports (@TyCSports) September 25, 2025
✍️ Marcelo Gallardo y el análisis de su plantel, tras la eliminación ante #Palmeiras. pic.twitter.com/7jQQckmyaq
Esa demorada construcción es uno de los diversos motivos de estas cinco cachetadas en fila en trece meses. Es alarmante la ausencia de una base futbolística consolidada. Gallardo nunca pudo imprimirle un estilo característico a este River. Ni siquiera desde la potencia física que siempre fue un gen propio. Rotó nombres y esquemas todo el año y, tal como pasó ante Atlético Mineiro con mucho menos tiempo de trabajo, en la ida de esta serie optó por un volantazo táctico ante un Palmeiras que se lo hizo pagar caro en el Monumental. Volvió a cambiar nombres -salieron dos pesos pesados como Paulo Díaz y Enzo Pérez- y sistema en Allianz Parque: pasó de un 3-5-2 a un 4-5-1 y el juego mejoró, con un positivo primer tiempo. Pero en la segunda parte apareció otra de las causas de este presente: las reiteradas distracciones defensivas y el problema del juego aéreo. Todo potenciado en el marco de un equipo que jamás tuvo confianza en alza y no posee esa vieja audacia para manejar ánimos y tiempos. Sus líderes están en el tramo final de su historia. Y depender de las atajadas de Franco Armani y del coraje de Maxi Salas con solo nueve partidos en el club es todo un síntoma.
Por otra parte, las idas y vueltas en el mercado de pases también tienen la lupa encima, con precios elevados por urgencias, regresos fallidos, jugadores que no han rendido a la altura de lo esperado y otros que parecen precisar un tiempo de adaptación elevado para las exigencias de este presente voraz. Sumado a las lesiones en momentos inoportunos, el cuerpo técnico no pudo consolidar un grupo homogéneo con recambio a la altura en todas las lineas. Y ese también será un punto para lo que viene, con contratos importantes que terminan en diciembre: Enzo Pérez, Nacho Fernández, Milton Casco, Pity Martínez y Miguel Borja. Sumado a ese recambio generacional de referentes que está al caer, en noviembre habrá elecciones presidenciales y en caso de continuar el oficialismo se espera también una política de mercado diferente: está pensada la implementación de un tope salarial para no firmar nuevos contratos elevados al nivel europeo, más la instalación de objetivos colectivos e individuales.

No todo está perdido para este River. El año no terminó. Ganar o perder la Copa Libertadores jamás puede ser el único parámetro, pero es trascendental la manera en la que se prepara, se llega y se compite. Ahora tendrá por delante el Torneo Clausura y la serie de cuartos de final de Copa Argentina ante Racing. El próximo jueves, en Rosario, afrontará un nuevo escenario exigente, límite. Es su deber fortalecerse en el ámbito local para resurgir, como alguna vez lo hizo en 2014. Ya dejó pasar muchas oportunidades. Ahora está obligado.
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