Dirige equipos de hombres y quiere ser la primera mujer en entrenar la selección femenina de fútbol
"Vengo a hacerles entender que las mujeres estamos capacitadas para estar a cargo de cualquier plantel de fútbol". Silvana Villalobos les habla a 70 entrenadoras de todo el país en la sede de la Liga Santafesina, donde se realiza el Primer congreso de directoras técnicas, organizado por la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino. Tiene 46 años y allí casi todas la conocen. Por eso su voz es la palabra de una referente: la mendocina se transformó en la primera mujer en dirigir a un equipo de varones, cuando en 2016 asumió la conducción de Boca de Bermejo en su provincia y sigue en ese camino.
Después de conseguir un ascenso, lograr un subcampeonato y dejar al equipo en el Torneo Federal C, "la Colo" pasó por Leonardo Murialdo y actualmente es la entrenadora de Atlético Argentino de la primera de Mendoza. Además, su nombre aparece cuando se piensa en mujeres que puedan ser candidatas a dirigir a la selección argentina de fútbol femenino, un espacio que hasta ahora siempre estuvo ocupado por varones.
"Hay un montón de entrenadoras que estamos preparadas para dirigir a la selección. Pasa que hemos estado mucho tiempo tapadas. Pero pienso que esta dirigencia le da posibilidades a la mujer. Chiqui Tapia entendió a la perfección que el fútbol femenino no se podía seguir tapando y se está involucrando, va a saber que hay mujeres capacitadas. Y bueno, si yo digo que no tengo la ilusión, estaría mintiendo", dice Villalobos.
Su recorrido incluye un pasado como futbolista y, por supuesto, como DT de mujeres. Actualmente, además dirige a la selección de fútbol femenino de su provincia y a Las Pumas, el prestigioso equipo mendocino donde se formó, por ejemplo, Estefanía Banini, quien jugó el último Mundial para la Argentina y luego renunció.
–¿Cómo te gusta que jueguen tus equipos?
–Primero, dirigir el fútbol femenino y el masculino son caminos diferentes: uno no tiene presión y el otro, sí. En el femenino la mayoría de las chicas no sabe las "vocales", digamos: es el precio que pagamos por no tener inferiores. En cambio, agarrás un chico a los 8 o 9 años y ya sabe los movimientos. A mí me gustan los equipos ofensivos, ir con mucha gente al ataque, siempre tratando de tener ese equilibrio atrás cuando viene la contra. Me gusta ser protagonista. No me gusta esperar, pero muchas veces lo he tenido que hacer. Quiero ser ofensiva, estar con la pelotita. Eso de tenerla y no lastimar no me gusta.
–¿Y cuándo no podés ser protagonista?
–Me ha pasado en el fútbol masculino de tener equipos muy superiores al mío. En nuestro país se habla de estilos, de Menotti o de Bilardo. Creo que ni uno ni otro: los dos. Yo me he formado mirando a todos. He ido a charlas de ambos y de Griffa también; me metí en todas las capacitaciones posibles. A veces te vestís de Bilardo, a veces de Menotti.
–¿Te gustó cómo jugó la selección femenina en el Mundial de Francia?
–Los resultados fueron positivos, pero a mí no me gustó cómo jugó el equipo. Entrar en un campo de juego sólo para defenderme y ver qué me propone el rival y no poder interceder dentro de ese juego no es lo que me agrada. Hay una brecha larga con respecto al fútbol europeo. Por falta de información y de crecimiento de nuestra rama en la Argentina. Sin embargo, vi que nuestro equipo tenía muchas jugadoras que se desempeñan en el exterior. Entonces pienso: ese roce lo tenías.
–Hubo un cambio en el partido contra Escocia, en la remontada que terminó 3 a 3.
–Claro, ahí el equipo se soltó. Entonces te queda ese sabor amargo de preguntarte qué hubiera pasado si eso se hubiese hecho desde el primer partido. Ojo, no digo de jugarle de igual a igual a una potencia. Pero si veías que Japón no era el mismo Japón que habíamos visto en el Mundial anterior, podés salir al segundo tiempo y ver qué pasa si atacás. Banini, por ejemplo, te puede dejar mano a mano o jugar frente al arco, pero eso no pasó porque tenía que defender.
Desde chiquita amó el fútbol
Villalobos ama al fútbol desde que tiene uso de razón. Cuando era chica y recibía regalos en las fiestas, esperaba una pelota. Pero le obsequiaban una muñeca o un juego de té. Tenía dos hermanas mujeres y dos varones. Siempre se sintió muy pegada a Marcelo, con quien se lleva sólo 9 meses. Con él peleaba por la pelota.
"Mi mamá me decía: ‘Esto es para vos’ y me daba la muñeca –cuenta–. Marcelo lo entendió primero que nadie. Dejamos de disputar la pelota para compartirla. A mi mamá no le gustaba que yo jugara al fútbol, quería otros títulos para mí. Tuvimos peleas fuertes. Era así: lidiabas en casa con mamá, pero salías a la calle con la pelota y lidiabas con la vecina, con tus hermanas, tus parientes. Todo el tiempo había que explicar qué me pasaba. ‘Llevala a un psicólogo’, le gritaban a mi vieja cuando me veían jugar".
La Colo fue una delantera potente y con olfato. Dice que tenía la suerte de Martín Palermo: cuando venían los centros la pelota podía pegarle en la nuca o el gemelo, pero entraba.
Cuando era una niña hacía todo lo posible por jugar. Recuerda que se metía en el club Godoy Cruz, atravesaba la pileta nadando y se colaba en la tribuna. Empapada, y con Marcelo, miraba las prácticas. Un día, Alberto Garro, exDT del club, le preguntó qué quería ella ahí. "Jugar al fútbol", respondió. El entrenador fue lapidario: "Pero usted es nena, ¿cómo va a patear? Vaya a su casa a jugar a las muñecas". Villalobos lo convenció: le tiraron una pelota para ver qué resolvía. Hizo jueguitos y los convenció. La invitaron a un picado en el que anotó dos goles.
"Ese día ellos también empezaron a cambiar sus cabezas", dice al recordar la anécdota. Como futbolista arrancó en San Francisco del Monte, jugó en Everton y la U de Chile en el país vecino, y en Las Pumas, donde hoy es también DT. Desde ese club llegaron a la selección –mayor y también de Futsal– muchas de sus jugadoras: Estefanía Banini, Gimena Blanco, Eugenia Rocha, María Victoria Pintos, Verónica Corso, Marisa Farina, Silvina Nesocci y Luciana Napolitano. Y a las juveniles, Priscila Molina, Chiara Singarella y Aldana Barrionuevo.
Banini es, sin dudas, una de las mejores futbolistas argentinas de la actualidad. "Siempre fue una jugadora que marcó la diferencia. Ya a los 14 años salió revelación de un torneo nacional y cada vez que viene de Europa se pone la camiseta de Las Pumas para jugar. Me acuerdo una vez que jugó el primer tiempo de un partido en el que nos pusimos 4 a 0 arriba. En el entretiempo el papá le dijo que tenían que irse porque iba a perder el vuelo. Jugó cinco minutos de la segunda parte, salió ovacionada, se subió a la camioneta del padre y volvió a Europa. Esa es Estefi, ese sentido de pertenencia siente por Las Pumas", dice.
–¿Qué le aportaste a su juego?
–Ella tenía incorporado el fútbol sala. A las habilidosas les gusta estar con la pelota y ella tenía un juego individual claro. Tratamos de que la largara más. A veces le veía la cara enojada, nosotras le decíamos Chucky. La alejabas un poco de la pelota y ella sentía que retrocedía. En el uno contra uno siempre iba a ganar. Yo la hice jugar un poco más adelante, arrancaba en tres cuartos de cancha y la rompía. También le decíamos La Pulga. Creo que podría haber dado más todavía si hubiera nacido con una selección más protagonista. Este juego de Argentina no le sirve mucho porque somos muy defensivos. Una pena que no vean todavía a la Estefanía que vemos en nuestro club.
–¿Hay que dirigir en Buenos Aires para estar en la selección?
–Tuve la posibilidad, pero no me encontré diciendo que me voy a vivir a Buenos Aires. Insisto, somos muchas las capacitadas. Tenemos que aprovechar este momento histórico para que podamos contagiarnos todas, convencernos de que podemos dirigir donde sea y lograr cosas si nos unimos.
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