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NELSPRUIT, Sudáfrica.– Los fantasmas del pasado volvieron a nublar el temple de los Pumas. Cuántas veces durante los primeros años de adaptación a este Rugby Championship que demanda una exigencia mayúscula dejaron escapar una victoria por falta de experiencia... Una justificación que ya no le cabe este equipo luego de todo lo recorrido en cinco años. De allí que la derrota sufrida en los últimos minutos ante Sudáfrica difiera de otras similares en las que también mereció un desenlace mejor. No hay excusas esta vez.
Los Pumas jugaron en gran forma durante la mayor parte del partido, llegaron a dominar física y psicológicamente, llevaron el juego al terreno que más les convenía y aturdieron a los Springboks. En el Mbombela Stadium, frente a unos 25.000 espectadores, reinaba un clima similar al de un año atrás en Durban: la gente no entendía qué estaba pasando. Hasta el tablero estaba del lado argentino: 23-13 con 10 minutos por jugar. Fue entonces cuando sobrevino el desconcierto celeste y blanco. Errores de concepto, decisiones equivocadas, apresuramiento, infracciones innecesarias. Todo eso se conjugó para que Sudáfrica diera vuelta el partido con dos tries convertidos y un penal para quedarse con el triunfo en la apertura del Rugby Championship para ambos.
Hoy, si bien todavía queda mucho por crecer, no se puede achacar el mal cierre a la inexperiencia. De hecho, las faltas en esos minutos fatídicos fueron cometidas por tres jugadores largamente consolidados: Juan Martín Hernández, Guido Petti y Tomás Lavanini.
Fueron diez minutos que echaron por tierra todo lo bueno que se había edificado en los 70 anteriores. Los Pumas estuvieron lejos de un desempeño perfecto, pero aun con errores puntuales eran superiores a una potencia. La defensa fue efectiva, la presión resultó asfixiante, se logró quebrar reiteradamente la marca rival con buenas acciones de ataque y el contragolpe se volvió un arma letal. Por esa vía llegaron los dos tries ( Matías Orlando y Santiago Cordero). Faltó acaso mayor eficacia para capitalizar un momento de dominio total, a medidados del segundo tiempo. En contrapartida, el scrum fue altamente deficiente y volvió a imperar la indisciplina: hubo 12 infracciones, y un amonestado ( Manuel Montero) por séptimo partido consecutivo, el 11º en los últimos 13 encuentros.
Lo que más debe preocupar, no obstante, es el desconcierto de los últimos minutos, algo que era común y aceptable en los primeros años en el Rugby Championship (basta recordar los tres encuentros en casa ante los Springboks, por ejemplo). Pero la inexperiencia ya no puede aparecer como excusa.




