A los 38 años, Gonzalo Gutiérrez Taboada fue figura de la final y alzó su primer título con Newman
El apertura marcó cinco de los 15 puntos en la victoria frente a SIC y rompió una racha de seis semifinales perdidas de su equipo
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Gonzalo Gutiérrez Taboada grita campeón, como todo Newman: el emblema del equipo fue clave en la final del Top 12 ante SIC: aportó un penal y una conversión, y fue quien pateó la pelota en el final para desatar la explosión de los hinchas, sellando una temporada histórica. A los 38 años, el apertura logró el título que tantas veces se le negó y alcanzó, además, un récord: 182 puntos en playoffs, la mayor cifra desde que existen los cruces directos en URBA.
“Increíble. Después de tanto buscarlo y que se nos negara por un punto tantas veces... Nos trajimos un triunfo impresionante. Qué locura”, expresó el 10 bordó, todavía envuelto en la emoción del título. Fue titular en la segunda final en la historia del club y símbolo de una generación que padeció seis caídas consecutivas en semifinales por la mínima diferencia.
Fue también un premio a la constancia: debutó en Primera en 2007, y nunca dejó de representar a su club. A lo largo de casi dos décadas fue mutando: de fullback explosivo a un apertura cerebral, con visión y temple. “Hoy entreno menos, pero con más calidad. Me encanta la parte mental de la patada”, decía. Esa templanza fue clave en una final cerrada como pocas.
La escena final tuvo algo de símbolo y de justicia. La pelota le quedó justamente a él, el pateador. Taboada la levantó y la envió bien alto con un puntapié corto, casi ceremonial. El silbatazo de Tomás Bertazza llegó en ese instante y desató la explosión en la tribuna de Newman. Entre abrazos, gritos y lágrimas, el número 10 gritó como pocas veces: también era la primera vez que gritaba campeón.
Lo gritó como quien se había convencido, con los años, de que el título no era esencial. “Mi finalidad es jugar al rugby, no salir campeón”, había afirmado en una entrevista con LA NACION en 2024. Pero ese desahogo reveló algo más profundo: el título también puede ser una forma de justicia para los que eligieron quedarse, para los que hicieron del club un modo de vida. Entonces hablaba desde la templanza de una carrera extensa, desde el amor por el juego y desde una mirada sin ataduras al resultado. Esta vez, la pasión lo desbordó y lo atravesó algo más grande: la recompensa de un recorrido. A veces, hasta los que no juegan para ganar, ganan igual.
En un partido tenso, disputado y con pocas situaciones de riesgo, Taboada falló dos envíos a los palos, pero respondió con sangre fría en los momentos más importantes. Su manera de jugar hubo serenidad, pero también determinación: la misma con la que Newman superó sus cuentas pendientes y conquistó el título en la Catedral del rugby porteño.
“No sé si hicimos algo distinto que los años pasados, poco a poco fuimos madurando y jugando mejor los partidos decisivos. Son 80 minutos que no importa cómo te fue en el año, tenés que ser mejor que el rival. Muchas veces no lo hicimos, y este año en los dos partidos se nos dio, en ambos fuimos superiores, por eso salimos campeones”, explicó.
También hubo lugar para el recuerdo: “Se me viene a la cabeza muchas personas, como el Canario Agustín Gosio, que son parte de este laburo que venimos desde 2008, picando la pared”.
“El deporte da revancha. Después de tanto estar en la puerta, que se nos dé así... Es para que todo el club festeje”, agregó. Detrás de sus palabras había más que un análisis: había alivio, pertenencia y gratitud. Newman, que en la última década había chocado una y otra vez contra su propio techo, rompió su pared. Y el que pateó ese muro fue el de siempre.
Gutiérrez Taboada se formó en el club y hoy es parte de su historia grande. Fue parte del plantel en la final de 2008, aunque no estuvo convocado. Jugó ocho semifinales y había perdió todas, la mayoría por un punto, hasta la reciente victoria ante Belgrano, donde también fue la figura del encuentro. En 2024, incluso, falló un penal clave, también ante Belgrano.
Siempre eligió quedarse. Aunque tuvo ofertas para jugar profesionalmente en el exterior o en franquicias regionales, priorizó su trabajo como contador y la vida con su familia. “Nunca me quise ir, me hacía feliz jugar en Newman”, contó. El título, entonces, también es la coronación de una elección.
Esta vez fue protagonista absoluto, con revancha y consagración final. Con la camiseta número 10 en la espalda, convirtió cinco puntos de los 15 de Newman, y se consolidó, además, como el máximo goleador en la historia de los playoffs de URBA, con 182 tantos. A su vez, fue una de las voces dentro del plantel que marcaron el rumbo. “Es espectacular ver a los chicos crecer, e ir transmitiendo la experiencia. Se logró una gran mezcla entre experiencia y juventud”, dijo.
“Newman es la segunda casa de uno, la familia. Estamos construyendo un club que el día de mañana los chicos van a seguir disfrutando, y seguramente el día de mañana yo los entrene“, reflexionó sonriente en el postpartido.
Y cerró con un deseo que hoy, más que nunca, parece posible: “Ojalá esto recién empiece. Vamos por más”. Lo dijo desde la emoción, pero también con la convicción de quien sabe que ahora pertenece, para siempre, a la historia grande del club.
Resumen del partido
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