Cómo es la vida en Kherson, la primera ciudad ucraniana tomada por Rusia: “Ya no hay medicinas ni comida”
La localidad ubicada en el sur de Ucrania fue ocupada el 3 de marzo y desde entonces poco se sabe de lo que sucede allí; una vecina del lugar contó a LA NACION cómo es el día a día
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KIEV.- La voz en el teléfono de Tatiana suena fría, impasible, cruda, mientras denuncia que Kherson, la primera y única gran ciudad ucraniana tomada por los rusos, “se está muriendo”.
En diálogo telefónico con LA NACION desde esta ciudad del sur del país, a través de un intérprete, Tatiana asegura que “se está dando una catástrofe humanitaria” en Kherson. “Ya no hay medicinas, como por ejemplo la insulina para pacientes que necesitan de ello todos los días, y tampoco hay comida”, asegura.
Su nombre es de fantasía porque para ella sería demasiado peligroso ser identificada por los invasores rusos, que ya han arrestado a muchos “rebeldes” y que podrían tomar represalias.
Con 283.000 habitantes antes de la guerra de Vladimir Putin que hoy cumple 49 días, no hay prensa internacional en Kherson, ciudad del sur de Ucrania que se levanta en la desembocadura del río Dnipr, cerca de la península de Crimea anexada por Moscú en 2014. Fue desde allí que llegaron las tropas rusas a Kherson, que se encuentra unos 60 kilómetros al sur de Mykolaiv, ciudad ucraniana que está siendo objetivo de ataques rusos en la que estuvo LA NACION hace diez días desde la cual, como espera Tatiana, que a lo lejos oye combates, podría llegar la liberación.
Aunque se trata de una zona rusófona, como muchas del sur y sureste del país, los rusos nunca fueron bienvenidos en Kherson, que cayó en sus manos el 3 de marzo pasado.
“Prácticamente nadie apoya la ocupación de los rusos, con los que nadie tiene contactos, salvo para recibir paquetes de ayuda humanitaria”, cuenta. “Aunque al principio pudimos organizar protestas en la plaza de la Victoria, la principal, ante las cuales los rusos no reaccionaban, sino que sólo contrastaban pasando música soviética como presión psicológica, después cambiaron de actitud y se pusieron violentos: comenzaron a lanzar gases lacrimógenos, a disparar al aire y a arrestar a los manifestantes. Así que esas protestas se terminaron y ahora se organizan flashmobs cerca del monumento a Taras Shevchenko”, agrega.
“Cada vez más catastrófica”
Tatiana trabajó como periodista hasta el 5 de marzo, cuando el editor de su periódico fue arrestado. Desde esos primeros días de ocupación, la situación fue degenerando, volviéndose cada vez “más dura y catastrófica”.
“Cada vez hay más arrestos, más represión y menos medicamentos, menos plata y menos comida. Aunque hay voluntarios que intentan traer de afuera medicinas y comida, ya que sobre todo faltan carne, leche, verduras, estamos cada vez más bloqueados, cada vez es más difícil”, asegura. Fiel reflejo de una situación dramática, cuenta que el auto de un voluntario que llevaba medicamentos fue atacado con disparos por las fuerzas rusas. “El chófer quedó herido y debió ser operado”.
Según relata Tatiana, para poder comprar comida en Kherson hay que hacer colas enormes, de dos o tres horas, y lo peor de todo es que “los precios están altísimos, suben todos los días”. También hay largas colas en los bancos porque falta efectivo y las tarjetas de crédito dejaron de funcionar. Pese a que se pensó que los rusos introducirían el rublo, sigue utilizándose el grivna ucraniano.
“Aquí había una importante fábrica de la multinacional agroalimentaria Danone que trabajó hasta el 30 de marzo. Hasta ese momento repartió gratis sus alimentos, pero luego fue cerrada. Era una de las más importantes fuentes de empleo de la zona, donde ahora la gente no tiene más trabajo y está gastando todos los ahorros para sobrevivir”, lamenta.
En este marco, “la gente se ve obligada a ir a los centros de ayuda humanitaria levantados por los invasores en el centro de la ciudad”, sigue contando. “Para conseguir estos paquetes rusos de ayuda humanitaria, donde hay arroz, azúcar y unas baratas latas de anchoas con tomate, hay que ponerse en fila a las tres de la mañana... Y quizás al mediodía puede llegar a obtenerse el paquete”, describe Tatiana, que también perdió su segundo trabajo como asesora legal en un estudio de abogados.
“La ciudad se está muriendo”, insiste, al contar que hay vida en las calles, donde también hay muy poco transporte público, hasta las tres de la tarde. “Después, nadie sale, hay mucho miedo”.
Destacar, por otro lado, que “prácticamente no hay contactos con los rusos, salvo en el momento en que entregan ayuda humanitaria”. “Los rusos parecen temerles a los locales y viceversa. Por ejemplo, ayer vi a unos seis soldados rusos en un café, pero separados de los locales, en una mesa puesta afuera”, puntualiza.
Solo una pequeña minoría colabora con el invasor, también afirma, ante otra pregunta. “Son exfuncionarios, colaboradores que lo hacen para obtener posiciones en el nuevo gobierno por una cuestión de dinero y carrera”, explica. “Pero los que les piden ayuda humanitaria a los rusos lo hacen porque no les queda otra alternativa, es porque se están muriendo de hambre”, aclara. “Nadie apoya a los rusos”, insiste.
Y explica que, cuando el 13 de marzo pasados los rusos celebraron el “día de la liberación de Kherson de los nazis”, trayendo gente desde Crimea y anunciaron que iban a organizar un referéndum para que ver si la mayoría estaba en favor de una “República Autónoma de Kherson”, prorrusa y separada de Ucrania, hubo una gran manifestación de los ucranianos en contra. “Desde entonces no se habla más de referéndum, aunque los rusos siguen teniéndolo en mente”, comenta Tatiana, que describe una ciudad deprimida, asustada, invadida, donde cada vez flamean más banderas rusas y donde suelen verse varios grupos de soldados patrullando las calles.
“Peor que en Bucha”
¿Tiene esperanzas de una liberación de Kherson por parte del ejército ucraniano? “Por supuesto, es nuestro sueño y escuchamos los ruidos de la batalla que se libra desde Mykolaiv y demás poblados que están luchando en contra de los rusos, que querrían tomar también el puerto de Odessa. Pero es imposible de predecir qué pasará, si habrá un acuerdo o si llegarán también los combates aquí, a la ciudad, hasta ahora exenta... Nadie puede predecirlo, pero nos aconsejan preparar refugios”.
¿Cuál es la actitud del alcalde? “Es muy difícil saber si colabora, o no, con los rusos y, al momento, el intendente hace cosas básicas, como manutención de la limpieza y la electricidad”, responde Tatiana. Ante una pregunta sobre cómo es el tema de la información, si puede ver canales de televisión ucranianos, si la gente sabe qué está pasando en el resto del país, describe una situación también difícil. “Ya no pueden verse canales de TV ucranianos y para ver los rusos hay que tener un aparato especial. Internet funciona de a ratos, no es estable”, dice.
Pese a esto, ella sí está informada de los horrores y crímenes de guerra que siguen saliendo a flote desde las localidades del norte de Kiev, por las que pasaron los rusos y ahora liberadas. Es más, Tatiana asegura que en los poblados rurales que rodean Kherson “la situación es peor que en Bucha”.
“Conozco personas, testigos que me dicen que nosotros en Kherson estamos bien en comparación y sé que allí no hay agua, no hay electricidad y hay y ha habido violencias, saqueos, violaciones de mujeres. Cuando estos pueblos sean liberados, lo que salga de allí podría ser peor que en Bucha”, pronostica.
Hasta ahora casi no ha habido corredores humanitarios para que la gente pudiera irse de Kherson, donde pocos han sido evacuados. Pero Tatiana, casada y madre de dos hijos grandes que también viven en esta ciudad ocupada, pero donde la gente no quiere a los rusos, confiesa que cuando haya una posibilidad, quizás mañana, cuando se podría organizar un convoy de autos, se irá. ¿Dónde? “Primero a Odessa y después a Europa”.
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