El escándalo de abusos abre una guerra fría entre el Papa y uno de sus hombres de confianza
CIUDAD DEL VATICANO.- En 2017, preocupado porque el Vaticano no estaba cumpliendo su promesa de "tolerancia cero" con los sacerdotes abusadores, el cardenal bostoniano Sean O’Malley, asesor en jefe del papa Francisco para la prevención de abusos sexuales contra menores, convocó a una reunión con los principales colaboradores papales.
Un panel de apelaciones instaurado por el Papa había reducido el castigo a varios sacerdotes católicos condenados por abuso de menores. En algunos casos, el panel revocó su expulsión del sacerdocio y les aplicó una breve suspensión.
"Si esto se sabe, desatará un escándalo", le habría dicho O’Malley al secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y a otros funcionarios vaticanos, según una persona presente en ese encuentro. Pero no se tomaron medidas al respecto.
El manejo que hizo la Iglesia Católica de la prolongada crisis por los abusos sexuales cometidos por los clérigos dejó expuestas fisuras en su jerarquía. Los activistas y algunos líderes eclesiásticos tenían la esperanza de que bajo el mando del papa Francisco, el Vaticano tomaría una postura más dura frente a los abusos sexuales, y creían que en la cumbre global de obispos que se celebrará esta semana se avanzaría en pos de ese objetivo.
Pero ocurrió todo lo contrario, profundizando la grieta entre el Vaticano y los jefes de la iglesia norteamericana, que vienen pidiendo una respuesta más enérgica. Y el mejor ejemplo de esa grieta es el deterioro de la relación entre el papa Francisco y el cardenal O’Malley, un barbudo monje capuchino al que le gusta que lo llamen "cardenal Sean".
Tras su elección en 2013, Francisco convirtió a O’Malley en el hombre de referencia del Vaticano en cuestiones de abuso sexual. El norteamericano, que suele andar de sandalias y vestir el sencillo hábito de sayal marrón de los capuchinos, era el mejor ejemplo de la humildad que el papa Francisco alentaba entre la jerarquía católica. El cardenal se había ganado su reputación por el rigor con el que había manejado la crisis de abusos sexuales en las diócesis de Boston y otras ciudades de Estados Unidos. El papa compartía el discurso de O’Malley sobre los abusos, y prometía "tolerancia cero".
Sin embargo, según una persona que presenció los encuentros entre ambos, actualmente los intercambios entre el Papa y el cardenal dejaron de ser espontáneos y afables, y se volvieron visiblemente tensos y formales.
La influencia del cardenal bostoniano disminuyó hasta tal punto que en noviembre el Papa lo dejó afuera de la comisión organizadora de la cumbre de obispos de esta semana, que había sido idea de O’Malley.
En 2010, el entonces cardenal Bergoglio le dijo a un conocido de ambos que O’Malley "debería ser nominado al Premio Nobel del sentido común".
Ese año, O’Malley estuvo en Buenos Aires. En un salón decorado con retratos de cardenales del pasado y a pocos pasos de los espartanos aposentos del cardenal Bergoglio, el norteamericano y el argentino reflexionaron sobre la Iglesia en Latinoamérica y la situación política en la región, según un testigo del encuentro.
Según el biógrafo del papa Francisco, Austen Ivereigh, tras el retiro del papa Benedicto XVI, en 2013, O’Malley fue uno de los primeros clérigos estadounidenses en apoyar la elección del cardenal Bergoglio en el cónclave.
A su vez, el flamante papa eligió al bostoniano como representante de América del Norte en el Consejo de Cardenales, un nuevo organismo originalmente compuesto por ocho miembros para asesorar al Papa sobre el gobierno del Vaticano y de la Iglesia en general.
O’Malley usó su rol en el nuevo pontificado para que el Vaticano se pusiera al frente de las investigaciones por abusos, y le propuso al Papa la creación de un panel asesor sobre protección infantil, liderado por él mismo, cuya tarea sería proponer cambios en las políticas y procedimientos de la Iglesia.
En 2015, el panel recomendó la creación de un tribunal especial para juzgar a los obispos que ignoraban o encubrían abusos. En una reunión del Consejo de Cardenales, O’Malley logró el apoyo del Papa. El año siguiente, Francisco cambió de parecer.
El panel propuso que de las investigaciones de la Iglesia sobre acusaciones de abuso no sólo participaran sacerdotes, sino personas que no pertenecen a la Iglesia, y que los archivos vaticanos sobre esas investigaciones fueran compartidos con las víctimas y las autoridades civiles. Nada de eso se concretó: el panel cambió el foco de su tarea, pasó a proponer la organización de conferencias académicas sobre el tema, y el Papa reemplazó a algunos de sus integrantes. En agosto de 2018, en una reunión con víctimas de abusos en Dublín, Francisco justificó esos reemplazos diciendo que "se cometieron errores en esos nombramientos", y que la comisión no había sido honesta con él.
El cardenal O’Malley evitó criticar al Papa. Incluso en privado con gente de su confianza culpó a la inercia burocrática del Vaticano, y se mostró confiado en que Francisco haría lo correcto.
La opinión que prevalecía en el Vaticano era que los norteamericanos se estaban extralimitando. Cuando O’Malley pidió que se adoptara a nivel mundial la práctica que rige en Estados Unidos de hacer públicos los nombres de los sacerdotes acusados, otros funcionarios vaticanos condenaron privadamente esa práctica como difamatoria.
Ya en enero de 2018, durante su viaje a Chile, Francisco había defendido a un obispo local acusado de encubrir abusos, diciendo que, sin pruebas, las insistentes acusaciones de las víctimas eran "calumnias".
A fines de enero, Francisco rebajó las expectativas del Vaticano respecto de la cumbre sobre abusos en el Vaticano , y dijo ante los periodistas que sería básicamente educativa.
"Tenemos que desinflar las expectativas", afirmó.
(Traducción de Jaime Arrambide)
The Wall Street Journal
Francis Rocca
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