En la Siria rebelde, Al-Assad no es el único objeto de odio
No todos creen que sea el culpable absoluto del conflicto
ALEPPO.- "La revolución es un error, un gran error", grita en inglés un hombre de unos 35 años, cuando descubre al periodista extranjero. No le importa que unos siete veinteañeros, activistas cercanos al rebelde Ejército Sirio Libre (ESL), lo estén escuchando. Tal vez sabe que lo respetan, o que entienden lo que le ocurre y no van a tomarlo contra él.
En ese departamento del centro histórico de Aleppo, el hombre busca algo que le sirva para expresar su ira, su desprecio, y encuentra una campera que no sabe a quién pertenece (un chico pone cara de impotente lamento). La arroja al suelo y realiza lo que parecería ser un baile torpe sobre ella: al pisotearla, practica uno de los más graves insultos entre los árabes. "¡Basura, revolución basura!"
¿Significa esto que apoya al régimen de Bashar al-Assad? No se aclara esa noche. Pero sí a la mañana siguiente. Tan sin invitación como la primera vez, el personaje se acerca al reportero para dejar claras las cosas, a gritos: "¡Ésta es nuestra tierra! ¡No es la tierra de Al-Assad! ¡Es nuestra tierra y no permitiremos que nos la arrebate!". Vuelve a encontrar otra campera y otro chico lo lamenta.
Aunque se ve más relajado que la noche anterior, el individuo no acepta aclarar la aparente contradicción. En su lugar, lo hacen los jóvenes: él (prefieren no dar su nombre) fue uno de los sirios que salieron a manifestar en las primeras convocatorias contra el régimen, en aquel ya lejano marzo de 2011. El modelo para seguir eran Túnez y Egipto: en esos países había habido violencia y muertos, pero los respectivos dictadores habían caído en cuestión de semanas, sus ejércitos se habían abstenido de disparar contra la población y de esa forma, parecía entonces, se habían abierto las puertas a un futuro mejor.
¿Por qué no podría Al-Assad -un dentista educado en Gran Bretaña, con fama de pacífico y que había llegado al poder sin quererlo tras las muertes de su hermano y de su padre- entender el llamado al cambio que le hacía su pueblo y facilitar una transición?
Las fuerzas armadas sí atacaron y, con el tiempo, la represión sangrienta generó respuestas armadas. Ése fue el origen del ESL, en el que el hombre en cuestión se negó a ingresar porque previó la locura de violencia que se cernía sobre su país. Cuando se dice esto, él decide intervenir: "¡Fue mucho peor que todo lo que imaginé!".
El hombre pasa el día sentado entre esos jóvenes activistas, que, además de realizar sus actividades de documentación videográfica del conflicto, hacen lo que los chicos hacen: reír, provocarse, jugar.
Él los mira en silencio desde un sillón, con la cabeza calva cubierta por un kefiyah (pañuelo), sin involucrarse o hacer gestos. La guerra destruyó su hogar. El sitio donde trabajaba cerró. La escuela de sus hijas se convirtió en cuartel rebelde. Pero esto último no importa: ellas estaban en casa cuando un avión del gobierno tiró una bomba sobre el edificio donde vivían. Desaparecieron sus cuerpos. También el de su esposa.
Aunque la imagen del odio es la de Al-Assad, no todos creen que sea el culpable absoluto. "Hace lo que le dicen, no lo que él quiere", dice Hassan Sorani, un guerrillero rudo y con barba al que sólo por el pulido acento británico se le puede creer que es un politólogo educado en Oxford.
"Los sirios se desesperan porque los [gobiernos] árabes ofrecieron acoger en el exilio a Al-Assad, y él no se va. Pero es que no lo van a dejar ir nunca. ¿Tú imaginas que, mientras él y su familia gozan en Europa del dinero que robaron, los políticos y generales de su círculo de poder se quedarán a morir aquí? Para ellos es todo o nada", añade.
Aunque la mitad de Aleppo es controlada por los revolucionarios, en la calle también hay personas que han dejado de responsabilizar a Al-Assad por todo lo que ocurre. "Ni los aviones ni los francotiradores son los que están encareciendo la harina", señala una matrona en chador, una de las pocas mujeres en una fila -inmensa e inmóvil- para comprar pan. "Los jefes de las katibas (brigadas) del ESL están haciendo negocio, ¡ladrones!"
Algunos le reclaman y se inicia una discusión a gritos, que se interrumpe abruptamente: llegaron unas camionetas con hombres armados, que sostienen las banderas negras de Jabhat al-Nusra, un poderoso grupo extremista islámico, aparentemente ligado a Al-Qaeda y rival del ESL. Traen sacos de harina que dan a los panaderos. Sin cobrar, pero con la instrucción de que lo vendan muy barato. La multitud se une en un potente aplauso.
La ONU, conmocionada
Una delegación de la ONU que en los últimos días visitó Siria regresó "conmocionada" por la magnitud de la destrucción en los bastiones rebeldes, informó ayer el organismo. El grupo estuvo en las ciudades de Homs y Telbise. En tanto, la oposición siria anunció que aún planea crear un gobierno de transición en las "zonas liberadas" del país, pese a los enfrentamientos entre las diferentes facciones.
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