10 películas imperdibles para recorrer la carrera de Paul Newman
En el streaming, hay numerosas producciones protagonizadas por el actor para ver y disfrutar, y así encontrar aquello que lo hizo inolvidable
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The Last Movie Stars, la excelente serie dirigida por Ethan Hawke y estrenada en HBO Max, propició una cita obligada con la filmografía de sus dos protagonistas, Paul Newman y Joanne Woodward. Matrimonio en la vida real y exponentes legendarios de un tiempo ya extinguido, ambos recorrieron desde la pantalla la era dorada de Hollywood, sus transformaciones al calor de la renovación del Actor’s Studio y el surgimiento de una nueva generación de directores en los 60, al igual que la resistencia de la industria en los 80 y su progresiva reconversión hasta el presente. Compartieron pantalla y escenarios en múltiples ocasiones, y se convirtieron en una de las parejas más duraderas de Hollywood, emblema no solo de talento y compañerismo, sino de una alianza profesional y familiar que marco a su generación.
La carrera de Joanne Woodward, cuyo primer triunfo fue Las tres caras de Eva en 1957 (película que le valió un Oscar como mejor actriz), todavía es una cuenta pendiente para revisar, ya que la mayor cantidad de sus películas no se encuentran disponibles en streaming. La de Paul Newman, quizás sostenida en el aura de belleza y celebridad que supo conjugar a lo largo de las décadas, cuenta con numerosos títulos disponibles para revisitar, para redescubrir en sus diversas etapas, para encontrar aquello que lo hizo inolvidable. Repasar sus mejores películas engrandece el abordaje que propone Hawke en el documental, permite poner en imágenes aquellos recuerdos, revivir esa gloria que todavía sigue viva.
El estigma del arroyo (1956), de Robert Wise
Basada en la autobiografía del boxeador Rocky Graziano, El estigma del arroyo fue la siguiente película destinada a James Dean luego de su consagración como la estrella de su época, tras Rebelde sin causa (1955). Su muerte en un accidente automovilístico dejó ese futuro trunco y abrió las puertas para la entrada de Paul Newman como heredero de esa estela de jóvenes rebeldes y talentosos que había inaugurado Marlon Brando. Además la historia de Graziano terminaría modelando ese arquetipo temprano de Newman, con una belleza desafiante y una violencia siempre al borde del estallido.
Ambientada en la ciudad de Nueva York, en los años de su dura crianza y su pasaje por sucesivos reformatorios juveniles, El estigma del arroyo –también conocida como Marcado por el odio- sigue de cerca el ascenso de Graziano en el mundo del boxeo como algo más que un refugio de la marginalidad: su potente pegada y su elusiva presencia en el ring resultan la expresión perfecta de esa personalidad explosiva. Newman, junto a un joven Steve McQueen y al ascendente Sal Mineo, da cuerpo a esa juventud de posguerra que pugna por hallar un lugar en el mundo. Disponible en Qubit TV.
Noche larga y febril (1958), de Martin Ritt
Siempre se dijo que la literatura de William Faulkner era imposible de llevar al cine, no en la medida de su espesura. Pese a esa tácita prohibición, en la era previa al Código Hays se filmó una versión lánguida de Santuario, en los 40 una pionera mirada racial a partir de Intruso en el polvo –financiada por el propio director Clarence Brown al margen de la MGM-, y el resto de las apariciones de Faulkner en los créditos cinematográficos fueron guiones motivados por la necesidad de ingresos. Sin embargo, Martin Ritt decidió tomar varios de sus relatos, sobre todo “Spotted Horses” y “Barn Burning”, y modelar sobre esa letra aquel Sur pegajoso y endogámico que fue el corazón del gótico sureño. Noche larga y febril –también conocida como El largo y cálido verano- fue además la primera película que unió a Newman y Joanne Woodward en pantalla, después de varios años de compartir la pasión y las tablas del teatro, y consagró una de las colaboraciones más fructíferas de la pareja. Woodward transmitió como nadie aquel embriagante esplendor del Sur, sujeto por mandatos familiares y derrotas históricas, doloroso en su festiva y decadente agonía. Y Newman quedó grabado en la memoria del público con esa camiseta transpirada y ese sombrero apenas reclinado, exudando su rebelde belleza como el perfecto bastión de ese paraíso perdido. Disponible en Qubit TV.
Un gato sobre el tejado caliente (1959), de Richard Brooks
El año 1958 fue uno de los más prolíficos de Paul Newman. Junto con Noche larga y febril, El temerario –la original versión de Billy The Kid que filmó Arthur Penn, llevando al cowboy al terreno del psicoanálisis-, y una tardía comedia de Leo McCarey con Woodward y Joan Collins –que localmente fue bautizada como El inconquistable sexo débil-, Newman dio vida a uno de los más complejos personajes masculinos de la obra de Tennessee Williams: el Brick de Un gato sobre el tejado caliente. Acalladas las evidentes sugerencias de homosexualidad que deslizó Williams en la pieza teatral, Brooks convierte al joven y atribulado esposo de una ardiente Elizabeth Taylor en el mejor exponente de la crisis de la masculinidad de aquellos años. Además de la historia del patriarca y la herencia, de los aires sureños que definieron a aquel gótico teatral, lo que consigue la ambigua interpretación de Newman, con su pierna enyesada como evidencia simbólica de su impotencia silenciada, es dar cuerpo a ese mundo tan incómodo para esa era de próspero raciocinio. Avaricia e hipocresía son las dos claves que permanecen de la obra de Williams, aún en aquellos tiempos de resistente censura. Disponible en Qubit TV.
El audaz (1961), de Robert Rossen
A partir de los años 60, Paul Newman se encaminó en una lenta emancipación de sus personajes rebeldes y juveniles, asociados a una belleza por demás provocadora. Aquello era lo que había heredado como imprevisto sucesor de Brando, como alumno de Elia Kazan, como exponente de una radical transformación del star system. Pero en los 60 nacieron sus antihéroes, perdedores que sumaban a esa rebeldía iconoclasta una extraña picardía, una especie de furtiva resistencia a los castigos del sistema. El audaz fue la primera de esas notables interpretaciones, la de un virtuoso y engreído jugador del pool que decide desbancar al legendario Minnesota Fats (Jackie Gleason) y desafiar a su capitalista (George C. Scott), para terminar cediendo al cansancio y las malas jugadas de su propio ego. Eddie Felson, audaz en la mesa de billar y en la dura senda de la vida, es un personaje clave para Newman, que le valió su segunda nominación al Oscar y el uso conspicuo de su irresistible sonrisa. Rossen consigue una puesta perfecta para la época, termómetro de ideas visuales que sacudirían el clasicismo desde sus mismos cimientos. Disponible en Star+ y Google Play.
Cortina rasgada (1963), de Alfred Hitchcock
La idea original de Cortina rasgada apareció en la mente de Alfred Hitchcock, tras la deserción de dos diplomáticos ingleses, Burgess y Maclean, quienes abandonaron su país y se fueron a pedir asilo en Rusia (luego de revelarse su rol en el contraespionaje soviético). Más allá del destino de los desertores y de los motivos políticos detrás de su traición, lo que más inquietaba al director de Psicosis era qué pensaba de todo eso la pobre esposa de Mclean, abandonada a su suerte en Inglaterra. El pícaro relato de Hitchcock a François Truffaut en su famoso libro/entrevista El cine según Hitchcock demuestra el peculiar ángulo para abordar esa historia de espías, anclado en las elucubraciones de la mujer traicionada, interpretada en la película por Julie Andrews. Ese relato alcanza un quiebre en la célebre escena de la cocina, en la que el científico interpretado por Paul Newman se ve obligado a participar de un crimen.
Consignada como una de las tardías y menos prestigiosas obras del director, Cortina rasgada recoge sin embargo el clima oscuro de la Guerra Fría y al mismo tiempo pone en el cuerpo de Newman la ardua y penosa tarea de matar a un hombre, nunca como un trámite sino como un doloroso alumbramiento. Aún con todos los reparos sobre la actuación “del método” que exhibía el actor, Hitchcock explotó ese contraluz detrás de su aparente seguridad, esa profunda inquietud que erosiona su ciencia y le cubre las manos de muerte. Disponible en Apple TV.
La leyenda del indomable (1967), de Stuart Rosenberg
La historia de Luke comienza como la del pobre Paul Muni en Soy un fugitivo (1932), un temprano relato penitenciario sobre las terribles condiciones en las que los presos subsistían en las prisiones sureñas. Ambientada en los tempranos 50 y en una cárcel rural de Florida, la historia de Luke encuentra un atajo para esa mirada crítica sobre el sistema y para el agrio retrato de las autoridades que lo encarnan: el espíritu indomable del personaje que no solo seduce a fuerza de ingenio y agallas a todos sus compañeros de encierro sino que convierte su resistente carácter en la base de su propia leyenda.
Newman hace gala de ese inoxidable carisma aun teniendo que cortar yuyos y comer huevos como formas de improvisado entretenimiento ante el hastío de esa vida en reclusión. La alianza formada con el personaje de George Kennedy, un fortachón con quien se reta a duelo para luego convertirlo en su más férreo defensor, cobra la forma de una entrañable amistad en un contexto en el que todas las lealtades son destruidas. Luke consigue llevar al podio esa condición de antihéroe de Newman, logrando un final a su medida. Disponible en HBO Max y Apple TV.
Butch Cassidy (1969), de George Roy Hill
Fue quizás la película más famosa de Paul Newman y la que selló su dúo con Robert Redford, que repetirían unos años después en El golpe (1973), también bajo la dirección de George Roy Hill. En pleno cambio de paradigma al calor del Nuevo Hollywood y de la generación que definiría a la industria en los 70, un western de ribetes anacrónicos cosecha un éxito inimaginable. Es cierto que algo del aura que definía a Butch Cassidy le venía prestada de la pareja formada por Bonnie y Clyde, cuyo itinerario criminal y desesperanzado había reinventado el cine de gángsters en 1967.
Aquí los robos, en entornos todavía rurales, marcan el destino de Butch Cassidy y Sundance Kid, dos outsiders de esa década de expansión económica, riqueza fácil y especulación que fue la inaugural del siglo XX. Primero atracadores de trenes, perseguidos por la astucia de Harriman, el magnate de los ferrocarriles; luego asaltantes de bancos en Bolivia, el lugar elegido para ese autoexilio. Aún atenazada bajo la conservadora dirección Hill y la excesiva inversión de la producción, Butch Cassidy consigue uno de los grandes éxitos de Hollywood en una década difícil como la de los 60, y al mismo tiempo ofrece un nuevo ciclo para las dos estrellas protagonistas, resortes imprescindibles de aquella supervivencia. Disponible en Star+ y Google Play.
Ausencia de malicia (1981), de Sydney Pollack
Los años 80 fueron testigos de una nueva etapa en la trayectoria de Paul Newman, recreando aquellos perdedores de antaño en un nuevo estadio y con más arrugas, pero sobre todo con un corazón de entereza e integridad que se asociaba a la madurez. En Ausencia de malicia, su personaje es hijo de un antiguo contrabandista que purga los pecados de su padre y carga con las sospechas de sus perseguidores. Escrachado en los diarios por su supuesto vínculo con la desaparición de un sindicalista, su historia será la del merecido resarcimiento. Pero junto con su carácter, también se medirá el de la prensa a partir de una reportera (Sally Field), que termina enredada en los usos y abusos de la justicia.
Ambientada en la ciudad de Miami, Ausencia de malicia escoge la pesquisa policial como marco para el enfrentamiento de dos fuerzas: la justicia y el periodismo. En esa puja, la brecha que separa lo correcto de lo verdadero es la que permite la exposición de un hombre inocente con la excusa de llegar al culpable. Newman y Field consiguen sostener en un marco íntimo y real esas disquisiciones que podrían haber quedado en un territorio demasiado abstracto. Disponible en Apple TV.
Será justicia (1982), de Sidney Lumet
Una de las grandes películas de esta década encuentra a Paul Newman convertido en un abogado fracasado de la ciudad de Boston, cuyos días se reparten entre el whisky, los flippers y alguna ocasional excursión a velatorios para conseguir clientes fáciles. Cuando todo parece perdido, uno de sus amigos del pasado llega con un caso de mala praxis: una mujer ha quedado en estado vegetativo luego de la errónea administración de la anestesia durante el parto. A partir de allí, Frank Galvin deberá enfrentarse a las autoridades del hospital, a la arquidiócesis que lo administra y a un prestigioso estudio de abogados comandado por Ed Concannon (James Mason). La lógica narrativa es la de la película de juicio, pero por debajo de esa estructura está la redención de Galvin y la verdadera dimensión de la justicia. Lumet consigue una película eficaz y pertinente, sostenida en notables actuaciones (no solo Newman, sino Mason y Charlotte Rampling), pero sobre todo una cabal representación de las pujas que se esconden tras un veredicto.
El color del dinero (1986), de Martin Scorsese
Paul Newman fue quien pensó en Martin Scorsese para filmar la secuela de El audaz, basada en la novela homónima de Walter Tevis (autor de reciente reconocimiento gracias al éxito de Gambito de dama), luego del resurgimiento del director italoamericano tras el triunfo con Toro salvaje (1980). Resistente a la idea de continuación, Scorsese hizo reescribir el guion por Richard Price (posteriormente célebre por sus trabajos en The Wire, The Deuce y The Night Of) y ofreció una lograda reinvención de aquel personaje autodestructivo que habíamos conocido en sus inicios. “Para Eddie, el abandono forzado del mundo del billar, su auténtica y única vida, significó lo más profundo de su caída”, resumía el director sobre su abordaje del personaje. Lo que rescata a Eddie Felson de ese hundimiento es el hallazgo de un discípulo, un joven que funciona como su espejo y al mismo tiempo como su redención. Tom Cruise fue el elegido para interpretar al alumno Vincent y medir fuerzas con Newman en la pantalla –antes del éxito de Top Gun-, mientras la historia se concreta en el retrato del desdoblamiento del personaje, casi como una fotografía de sus dos épocas, al mismo tiempo que en la crónica de un difícil aprendizaje. La única herencia de Eddie parece ser la de sus propias faltas, y Vincent será entonces quien convierta aquel pecado en virtud. Disponible en Star+.
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