Seguimos con la saga: en esta edición, un recorrido a través de una decena de álbumes esenciales de los 90
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Se sabe, se dijo, no hay movimientos que la abarquen todo. Siempre existen músicos y/o tendencias submarinas, que circulan a contracorriente e incluso más de una vez llegan a la superficie. Pero también es cierto que para mirar y entender mejor una escena hay que elevarse del territorio y construir un mapa. Los 80 habían demostrado que la alegría no era solo brasileña. El pop, el tecno mas liviano, la música disco y ante todo la imagen festiva inmortalizada por los clips habían copado las modas y tendencias, y por ende las industrias culturales lo estimulaban.
Pero a casi toda gran movida cultural le sobreviene su antítesis y la música en general y la cultura rock en particular históricamente se alimentaron de fuerzas pendulares. Las mecánicas sociales y políticas globales también tuvieron su impacto. La era del neoliberalismo que Estados Unidos e Inglaterra –por citar dos– había vivido en su momento de máximo esplendor en los 80 comenzaba a dejar ver toda la basura guardada bajo la alfombra. En la Argentina esa pesadilla recién comenzaría a construirse a partir del 1 de enero de 1992 con el nacimiento oficial del peso convertible.
El símbolo y algunas de las mejores bandas de los 90 salieron de una de las ciudades más grises y lúgubres de Estados Unidos: Seattle. De entre la lluvia, la abulia y la desesperación se levantaron Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains y Soundgarden, por nombrar apenas a las más populares. Nevermind de Nirvana es considerado el disco más importante de la década. Fue lanzado a finales de 1991, pero para los primeros meses del año siguiente logró un éxito tan impensado como simbólico que destronó a Dangerous (de Michael Jackson) del número uno del ranking de Billboard. Por entonces se vendían millones de discos y la industria demandaba nuevas tendencias y subgéneros. Entonces mucho de lo que ya existía encontró su espacio de desarrollo: grunge, indie rock, música alternativa, industrial y bastante más.
Faith No More - Angel Dust
Los Faith No More llegaron a la grabación de Angel Dust después de su mayor éxito, The Real Thing (1989), con una enorme expectativa de la industria sobre sus espaldas y la presión de que Mike Patton fuera el nuevo póster adolescente. La interna del grupo y las psicologías de los involucrados hicieron que el disco avanzara en una dirección muy diferente. En primer lugar el descontento de Jim Martin (guitarrista histórico de la banda) se tradujo en su escasísima participación. Por el otro, en respuesta a los que soñaban a Patton como el nuevo Axl Rose, el cantante destrozó cualquier estereotipo: se cortó el pelo, comenzó a cantar en vivo casi dándole la espalda al público y –sobre todo– sus performances vocales se hicieron cada más retorcidas y desafiantes. El resultado musical fue magnífico. Canciones agresivas, inquietantes y por momentos bellas con la química que sólo FNM podía lograr y un Patton que ya alcanzaba un estilo único. Los contrastes de potencia y lirismo de "Land of Sunshine", "Caffeine", "Everything's Ruined" y "RV" confirmaban el vuelo del trabajo. Una edición posterior incluyó el cover de "Easy" de The Commodores con el que alcanzaron máxima rotación radial.
Sonic Youth – Dirty (1992)
Los Sonic Youth habían comenzado su carrera en 1981 y ya tenían discos de peso como Confusion is Sex (1983), EVOL (1986) y Daydream Nation (1988), entre otros. Pero Kurt Cobain los citó como influencia y las acciones de la banda subieron rápidamente en el mercado. Para la banda comandada por Thurston Moore, Kim Gordon y Lee Ranaldo aplicó –quizás más que nunca– su pasión por las disonancias y los chirridos a formatos pop de esmeradas melodías. El resultado fue reluciente y adictivo. En ese marco, el encanto, vuelo y efectividad de temas como "Youth Against Fascism", "100%", "JC" y "Sugar Kane", entre otros, hablan por sí mismos. De la mano de Butch Vig, los Sonic Youth llegaban a su disco más accesible, pero sin perder ni un poco de vuelo y creatividad. Con el tiempo y más allá de éxitos y no tanto, la banda confirmó su compromiso con una carrera artística independiente de los designios del mercado.
R.E.M. - Automatic for the People
Predominantemente acústico, decididamente melancólico y con algunos arreglos de cuerdas del mítico John Paul Jones, Automatic for the People lo tenía todo desde el vamos para ser un disco imposible de pasar por alto. Desde hits monumentales como la lánguida "Everybody Hurts" y el gancho de "Man on the Moon", pasando por las formas más lacónicas de "Sweetness Follows", el fantasmagórico "New Orleans Instrumental No.1" y la crítica política de "Ignoreland". El disco se sostiene en el talento de la banda, pero gana una distinción inequívoca desde la musicalidad de Peter Buck (guitarras eléctricas y acústicas, mandolina, bajo) y la voz y carisma de Michael Stipe. Muchas de las canciones refieren en forma más o menos directa a la muerte y algunas fuentes aseguran que fue el último disco que escucho Kurt Cobain antes de decidir abandonar este mundo. Más allá de mitos, realidades y/o leyendas, Automatic for the People es un disco triste, conmovedor y a la vez apasionado, que no perdió ni un milímetro de actualidad.
PJ Harvey - Dry
El debut de PJ Harvey en la escena global difícilmente pudo ser más potente. Crudo, por momentos desalineado pero incisivo y movilizante, la oriunda de Yeovil entregó once canciones vibrantes, de una mirada femenina descarnada como pocas veces la cultura rock se había permitido. Armada con su guitarra y poderosa voz, más Steve Vaughn (bajo) y Robert Ellis (batería), la gloriosa PJ lograba una personal mezcla de urgencia punk, blues y formatos alternativos. En la agitada "Sheela-Na-Gig" cantaba sobre abandonar a un hombre que no la valoraba; esa especia de vals crudo llamado "Rub it Till it Bleeds" se refería a la masturbación; y la mántrica "Oh My Lover" es una súplica a un amante que ya está con otra. Dry fue la apertura de una carrera siempre inquieta y camaleónica desde las formas, pero que nunca perdió atractivo ni potencia estética.
Alice in Chains - Dirt
Los Alice in Chains fueron tal vez la expresión más heavy de la escena grunge y acaso por eso mismo resultaron menos valorados por cierto sector de la crítica encandilada en Cobain como la paráfrasis del último Cristo del rock. Sin embargo, se trataba de una banda de gran singularidad y Dirt es una confirmación contundente. Los riffs de Jerry Cantrell resuenan más aplastantes que nunca, la personalísima y nasal voz de Layne Staley lleva al infierno interior de todos, los juegos de voces entre Staley y Cantrell son brillantes y las canciones no muestran fisuras. Dirt no tiene temas de relleno ni puntos bajos y se consagra –casi como un álbum conceptual– a la muerte, la soledad y las adiciones. Ninguna pose si recordamos que el propio Stanley moriría de sobredosis en el 2002. Desde la explosiva "Them Bones" hasta la intimidante "Would?", todo pega donde tiene que pegar. En el medio hay otras grandes canciones como "Angry Chair", "Down in a Hole" y Rooster".
Morrissey - Your Arsenal
Para 1992 Morrissey ya se había ganado un lugar en el olimpo del rock con The Smiths. Pero todavía le quedaba pendiente que su obra solista adquiriera un peso específico similar, cosa que casi logró con Your Arsenal. Producido por el mítico Mick Ronson (Bowie, Lou Reed) y de la mano del guitarrista Alain Whyte el cantante dio a luz un trabajo de diez canciones, un ineludible pulso rocker y ciertas florituras glam. El disco empezaba ya desde su tapa: con Morrissey en cuero utilizando el micrófono en plan fálico. Pero la clave estaba en los temas. La inspiración que demuestran "You’re Gonna Need Someone on Your Side", "Glamorous Glue", "I Know It’s Gonna Happen Someday" y "You´re The One For Me, Fatty" (dedicada a Chas Smash, uno de los líderes de Madness) nos hablan de un Morrissey casi al máximo de sus posibilidades. El disco también estuvo rodeado de polémicas, por declaraciones del cantante y cierta simbología skinhead.
Rage Against The Machine - Rage Against The Machine
El primer álbum de Rage Against The Machine dejó con la boca abierta a buena parte de la escena global. R.A.T.M. articulaba elementos ya conocidos, pero los disponía y detonaban de una forma totalmente sorprendente. La base de Tim Commerford y Brad Wilk era sólida por donde se la mire, Tom Morello disparaba riffs taladrantes, saltarines y reiterativos –tan deudores de Iommi como de Page, pero también los coloreaba con ecos hiphoperos– y Zack de la Rocha vomitaba palabras como poseso en el nombre de la revolución. La fórmula era de un altísimo octanaje energizante y en temas como "Bombtrack", "Killing in the Name", "Know Your Enemy" y "Freedom" alcanzaban su máximo poder de fuego. Con el tiempo la receta sería perfeccionada, aunque también es cierto que la acotada productividad del cuarteto y cierta tendencia a la reiteración minaron el impacto de lo que supo ser uno de los crossover más audaces y potentes de las últimas décadas.
Pavement - Slanted and Enchanted
Si bien la masividad nunca les llegó definitivamente, no resulta un hecho menor que Pavement es una de las bandas de indie-rock más influyente de los últimos 20 años. La banda de Stephen Malkmus, el guitarrista Scout Kannberg y el baterista Gary Young hizo una marca registrada con un sonido lo-fi y su capacidad para meter desorden y sonidos poco amigables en envolturas pop. Temas como "Loretta’s Scars", "Summer Babe" o "Zürich is Stained" son ejemplos perfectos de que la búsqueda sónica de la banda terminaba desarrollándose en estructuras más inclusivas, fórmula que terminó siendo un denominador común para gran parte de la nación indie-rock.
Pantera - Vulgar Display Of Power
Pantera era una banda glam que no había obtenido mayor repercusión hasta que el ingreso de Phil Anselmo comenzó a generar una nueva química interna. Cowboys from Hell (1990) ya había demostrado que había algo serio en el cuarteto y Vulgar Display of Power los confirmó como una de las grupos más potentes, innovadores e influyentes de los 90. Por aquel entonces Anselmo, Dimebag Darrell, Rex Brown y Vinnie Paul eran una arquitectura de agresión imposible de detener. Darrell se consagró como un guitarrista enorme: dueño de un sonido monumental, capaz de construir riffs asesinos y administrador de un abanico de recursos que enriquecían cada composición. De alguna manera, fue un Van Halen extremo. Por el otro lado, Anselmo podía cantar, blasfemar, gritar y salir a asustar como él solo. Los primeros cuatro temas del disco –"Mouth for War", "A New Level", "Walk" y "Fucking Hostile"– funcionan como un resumen de la implacable, brutal y quirúrgica capacidad de despliegue de la banda.
Tori Amos - Little Earthquakes
Por fuera de modas, tendencias y desafiando todo cálculo de marketing, en 1992 Tori Amos editó su álbum debut y ya nada sería exactamente lo mismo. Amos reunía una serie de competencias difíciles de encontrar en una misma persona: su bella y expresiva voz, su talento como pianista –que iba mucho más allá del acompañamiento formal–, oficio como compositora y una fuerza femenina inconfundible. La conmovedora balada a capella "Me and a Gun" –que retrata un abuso sexual sufrido por la cantante a los 21 años–; la adictiva "Crucify"; y la delicada e introspectiva "Silent All These Years" marcaban el norte del álbum de una cantautora que había llegado para quedarse y nunca abandonaría su compromiso artístico. La entrega y el tono confesional de Amos también funcionaron como un estímulo para decenas de nuevas mujeres compositoras.
Por Sebastián Feijoo
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